P. Carlos Cardó, SJ
Entrada en Jerusalen, témpera en
madera de Duccio di Buoninsegna (1308-11), Museo de la Ópera del Duomo, Siena,
Italia
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En aquel tiempo, mientras iba de camino a Jerusalén, Jesús llamó aparte a los Doce y les dijo: "Ya vamos camino de Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día, resucitará".Entonces se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella respondió: "Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino". Pero Jesús replicó: "No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?" Ellos contestaron: "Sí podemos". Y él les dijo: "Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado".Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos".El texto presenta dos lógicas en conflicto: la del Hijo del hombre que desarrolla su existencia en la donación y el servicio hasta dar la vida; y la existencia según el mundo que busca como valor supremo el poseer y dominar, y lleva hasta dar muerte. Los discípulos de Jesús aparecen influenciados por la lógica del mundo y no ven que seguir a Jesús implica un cambio radical en su sistema de valores. Siendo el primero, ha venido a hacerse el último y el servidor de los demás, mostrando así que la persona encuentra su verdadero valor no en el tener y en el poder, sino en el amor y el servicio.
El deseo de
reconocimiento y la necesidad de contar con una buena reputación son
connaturales al ser humano; pero, convertidos en absolutos, se vuelven
idolatría del yo, culto a la propia imagen, esclavitud y dependencia del qué
dirán.
La madre de Santiago
y Juan pide a Jesús: Manda que estos dos
hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu Reino.
Queremos que la voluntad de Dios se adapte a la nuestra, que quiera lo que
queremos. No obstante, Jesús escucha la petición de la mujer y responde a sus
dos hijos: No saben lo que piden. ¿Pueden
beber el cáliz que yo voy a beber? Ellos responden que sí, pero se ve claramente
que no saben qué es el Reino ni qué es el cáliz. Jesús alude al cáliz de su
pasión y anuncia que ellos lo beberán pues darán con su martirio el supremo
testimonio de su fe; pero el participar de su gloria al final de los tiempos,
eso es don del Padre y a Él le toca disponerlo. Es el Padre quien nos hace
hijos en el Hijo.
Los otros
discípulos que pretendían también los puestos más importantes se indignaron
contra los dos hermanos y Jesús dijo: Los
jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y los dirigentes las oprimen.
No debe ser así entre ustedes. El que quiera ser importante entre ustedes, sea
su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea su esclavo. De la misma manera
que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida
en rescate por todos.
Estas
advertencias de Jesús contra el mal uso del poder en las naciones no pretenden únicamente
denunciar a los malos jefes que las cometen, sino anunciar el modo como se ha
de ejercer la autoridad en la Iglesia, para que ésta signifique realmente un
llamativo contraste con el mundo. En primer lugar, no basta que en la Iglesia y
en las comunidades de los cristianos no se cometan los abusos que pueden verse
en el ejercicio del poder civil. Para Jesús el sólo hecho de pretender “ser
grande” corrompe el auténtico servicio.
Los cargos y
funciones en la Iglesia son servicios (diaconías), que en griego significan
concreta y crudamente el oficio de los que atienden en las mesas, es decir, los
mozos, o las empleadas del hogar. A eso alude su frase: El que quiera ser importante… sea su servidor (v. 26). Y refuerza
aún más su consejo con la idea siguiente: Y
el que quiera ser el primero, que sea su esclavo. El esclavo o siervo, en
oposición a Kyrios, señor, designa
una situación de dependencia y de pertenencia a otro.
Hablando de
las persecuciones que los suyos podrán sufrir, Jesús había ya advertido: No es el siervo mayor que su señor (Mt
10,24). Había definido a su seguidor
como siervo suyo, siervo o esclavo de Cristo. Pero ahora dice que deben también
prestarse este servicio de siervos o esclavos unos a otros. Si a esto añadimos
su exhortación a hacerse niños, es claro que Jesús quiere en su Iglesia una
forma de relacionarse unos con otros radicalmente diferente a la forma como se
suele ejercer en la sociedad la autoridad y el poder. Queda excluida en la
Iglesia toda pretensión de ser grande que lleve al sujeto a considerarse
superior a los demás. Y, obviamente, no se puede entender la frase de Jesús: El que quiera ser grande, o el que quiera
ser el primero, como una nueva forma de buscar grandeza y honor.
A todos nos
toca de alguna manera ejercer alguna autoridad y tener algún poder, por cuanto hay
personas a nuestro cargo. La Iglesia, institución humana, necesita una
organización. Negarlo sería necio. Pero lo que está claro en el evangelio es que
las estructuras eclesiales sólo pueden ser instrumentos al servicio de los
fieles, ejercidas por hombres que deben alejar de sí toda mentalidad de
dominio. Se dirá que hay servicios especiales que deben confiarse a personas
competentes, idóneas por su formación y conocimientos y por sus cualidades
personales; pero por dotadas que sean estas personas, lo único que las salvará
de caer en la tentación del poder abusivo es recordar que nadie ejerció un
servicio tan especial como Jesús, nadie ha sido más competente, más sabio, más
carismático que Él y, sin embargo, se
puso a los pies de sus discípulos.
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