P.
Carlos Cardó SJ
Redención,
óleo sobre lienzo de Modesto Brocos (1895), Museo Nacional de Bellas Artes, Río
de Janeiro, Brasil
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En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: "Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos".Pero Jesús le respondió: "No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor. Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar. Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga".
Los
discípulos de Jesús vieron a uno expulsar demonios en su nombre y se lo prohibieron
porque “no era de su grupo”. Querían tener la exclusiva. Este hecho se repite
hoy. Hay personas que realizan obras buenas “en nombre de Jesús”, y hay
personas que en vez de alegrarse de ello, las critican porque no pertenecen a
su grupo. Como si el espíritu de Jesús actuara únicamente en ellos. Olvidan que
es Él quien debe crecer y no mi grupo, mi corriente, mi modo de pensar.
No
se trata de que los demás piensen y actúen como nosotros, sino que sigan a
Jesucristo y obren el bien. Creer que sólo quienes piensan como nosotros tienen
la verdad y actúan correctamente, eso es la raíz de todas las intolerancias y
exclusiones, que dañan profundamente el ser de la Iglesia.
Por
eso dice el Señor: Quien no está contra
nosotros, está con nosotros. El evangelio nos cura de toda tendencia al
ghetto, al círculo cerrado, a la crispación sectaria, a la postura
intransigente y al gesto discriminador. Libre de todo aquello que divide y
enfrenta a las personas, Jesús alienta en nosotros la verdadera tolerancia, que
es amplitud de corazón, espíritu universal para respetar y estimar a todos los
que buscan servir a los hermanos.
Tolerancia,
amplitud de miras, respeto, diálogo, colaboración…, son pues virtudes esencialmente
eclesiales. La unidad de la Iglesia sólo podrá lograrse si, movidos por el
amor, permitimos al otro ser diferente, aunque no logre “comprenderlo” y mientras no se demuestra que
su proceder es erróneo.
Después de esta enseñanza, dice Jesús: Todo el que les dé a beber un vaso de agua a ustedes en razón de que
siguen a Cristo, no quedará sin recompensa. La tolerancia va siempre acompañada
de la magnanimidad. Hasta los más pequeños gestos de atención y acogida del
prójimo, como dar un vaso de agua, son significativos, tocan personalmente al
mismo Cristo.
Viene luego una frase de gran severidad sobre aquello que
constituye lo contrario del amor y del servicio: el escándalo. Escándalo es toda
acción, gesto o actitud que induce a otro a obrar el mal. Los pequeños y la
gente sencilla creen ya en Dios, pero las acciones y conducta de los mayores
pueden hacerles difícil la fe. Nada hay más grave que inducir a pecar a los
débiles. La advertencia es tajante: quienes no respetan a los pequeños y se
convierten en sus seductores acaban de manera desastrosa.
Pero no solamente se puede escandalizar a otros, sino que uno
puede también ser escándalo para sí mismo. En este sentido, Jesús nos exhorta a
examinar dónde radican las posibles ocasiones de pecado, para evitarlas.
Sus expresiones: Si tu mano,
tu pie o tu ojo son ocasión de escándalo…, córtatelo”, obviamente no
significan mutilación; son imágenes hiperbólicas, gráficas y de gran fuerza
expresiva para movernos a una opción decisiva en favor de los valores del
evangelio. Esto implica modificar el uso que damos a cosas que pueden ser muy
apreciadas. Toda opción implica renunciar a otras posibilidades que no pueden
mantenerse junto con el bien mayor que se ha elegido. No podemos leer estas
advertencias de Jesús en clave moralista y ascética. Está de por medio la
alegría que motiva y orienta hacia la plena realización de nuestra persona en
Dios.