P.
Carlos Cardó SJ
Jesús
en la barca, óleo sobre tabla de Pedro Cervantes Gallardo (1949), Iglesia San
Joaquín Garrucha, Almería, España
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En
aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se
agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que
estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando
las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la
alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.
Cuando acabó de hablar, dijo a
Simón: "Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar".
Simón
replicó: "Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada;
pero, confiado en tu palabra echaré las redes". Así lo hizo y cogieron tal
cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus
compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos.
Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al
ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: "¡Apártate
de mí, Señor, porque soy un pecador!".
Porque
tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro, al ver la pesca que
habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo,
que eran compañeros de Simón.
Entonces
Jesús le dijo a Simón: "No temas; desde ahora serás pescador de
hombres". Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo
siguieron.
Lucas pone el llamamiento de los discípulos al comienzo de la actividad
pública de Jesús. Esto hace pensar que lo primero de todo en la vida cristiana
es sentirse llamados. La fe cristiana, en efecto, no consiste únicamente en
asimilar intelectualmente una doctrina o adoptar una actitud moral. Jesús llama
a seguirlo, es decir, a aceptarlo como guía, a imitar su modo de ser y proceder
y a estar dispuesto a colaborar con Él, entregando lo que uno es y lo que uno
tiene. La identificación con él puede llegar hasta poder decir con San Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive mí
(Gal 2,20).
El pasaje tiene contenido eclesial. La barca con Jesús y los
apóstoles simboliza a la Iglesia. Desde ella Jesús predica, de ella baja para
sanar a los enfermos, en ella atraviesa el lago de Galilea con sus discípulos y,
cuando Él no está, la barca zozobra zarandeada por los vientos y las olas.
La barca no puede estar sin Jesús; cuando eso ocurre la envuelve la
oscuridad de la noche y queda expuesta a la tempestad. Y puede ocurrir también
que Jesús esté en ella pero como ausente, dormido en el cabezal, y ellos tengan
miedo porque su fe es escasa. Hay aquí una invitación a reconocer a Cristo
en la Iglesia tal como es: comunidad de
pecadores, solidaridad de debilidades. En la Iglesia aparece lo que somos y lo
que Él hace por nosotros: nos congrega, sana y alimenta, nos hace comunidad
abierta a los que sufren, y a ellos nos envía para repetir sus gestos, signos
de su reino.
Los
pescadores estaban lavando las redes. La llamada
se recibe en la vida ordinaria. No hay que imaginarse cosas extraordinarias. El
Señor nos habla en nuestra propia Galilea, en nuestra vida cotidiana, por
profana o prosaica que nos parezca: mientras se está pescando como Simón y sus
compañeros, o se está contando dinero como Mateo en su mesa de recaudador de
impuestos. Incluso se puede estar haciendo cosas contra Cristo y contra los
cristianos, como hacía Saulo. Hagamos lo que hagamos, llega a nosotros su
palabra que nos cambia, desvelando nuestra verdad más profunda.
Dice Jesús a Pedro: “Rema
mar adentro y echa las redes para pescar”. Han pasado una mala noche de
fatiga inútil. La orden de Jesús a pescadores profesionales podría parecerles
ofensiva; ellos saben cuándo y dónde se echa la red, por eso su respuesta: Maestro toda la noche nos la hemos pasado bregando sin pescar nada…
La noche simboliza la ausencia de Jesús. Sin el Señor, la
actividad es infecunda. Porque sin mí, no pueden hacer nada (Jn 15,5). También
resulta así cuando sólo se confía en los propios medios y habilidades. Ellos serán
muy diestros pescadores, pero el hecho es que no saben dónde echar la red en
esas circunstancias. Tendrán que aprender a no confiar sólo en sí mismos. Pronto
revelarán su impotencia para la tarea que el Señor les va a encomendar.
Cuando, como Pedro, reconozcan que es el Señor quien hace crecer y
fructificar, entonces producirán frutos. Sobre
tu palabra echaré la red. Sólo con los medios de que dispone, no podrá
obtener los resultados que se esperan; basándose en la palabra del Señor,
confiando en ella y obrando como ella enseña, el cristiano y la comunidad
pueden estar seguros del fruto de su empeño.
Capturaron
gran cantidad de peces… La abundante pesca, expuesta de
forma enigmática por el empleo del término multitud,
alude a la entera comunidad de fieles, reunidos por medio de la predicación
y de los esfuerzos apostólicos. Y a pesar de ser tantos los ganados para la causa
de Cristo en la Iglesia, la red no se rompe, porque cuenta con las promesas de
Jesús
Al
ver esto Simón Pedro se postró a los pies de Jesús diciendo: -Apártate de mí,
Señor, que soy un pecador. Ante la magnitud del favor
recibido, Pedro reconoce su propia condición de pecador. La magnanimidad del
Señor le lleva a apreciar su propia pequeñez. Expresa su gratitud en forma de
deseo de conversión y de perdón.
-No
temas, desde ahora serás pescador de hombres,
le dice Jesús. La comunidad,
representada por Pedro, recibe la llamada a la misión. En la pesca está
prefigurada la misión que se inicia en Galilea y que ha de llegar hasta el
confín del mundo.
Ellos,
dejándolo todo, lo siguieron.
Somos pescadores de hombres,pero las redes vienen vacías.¿Esta nuestra barca sin Jesús?.
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