P. Carlos Cardó, SJ
Cristo se despide de los Apóstoles. Témpera en madera de Duccio di Buoninsegna
(1308-11), Museo dell'Opera Metropolitana
del Duomo, Siena, Italia
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En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos".
Este epílogo del evangelio de
Marcos fue añadido hacia la mitad del siglo II. La razón que dan los exegetas
es que a las primeras comunidades cristianas les causaba desazón el final tan
abrupto de Marcos, que cierra su evangelio con el miedo y la huida de las
mujeres del sepulcro vacío (Mc 16, 1-8).
Se buscó por eso una prolongación de los relatos que condujeran a un final más
adecuado, armonizando con la temática general del evangelio. Sin embargo, aunque
se trate de un añadido, no deja de ser un texto inspirado y canónico, es decir,
incluido en el elenco oficial de los libros de la Biblia.
Se pueden percibir en el relato las
inquietudes y preocupaciones de los primeros cristianos de Roma, en donde fue
escrito este evangelio. Ellos no habían visto al Señor, pero basaban su fe en Jesucristo
en el testimonio que les transmitieron los primeros testigos, los apóstoles y
discípulos del Señor.
Por eso el texto enumera los
sucesivos testimonios aportados a la comunidad. En primer lugar el de María Magdalena.
Se alude a la acción sanante realizada por Jesús en favor de ella, liberándola
de siete “demonios”, es decir, de siete males, siete enfermedades. Luego se
subraya el estado de tristeza y llanto en que estaban los discípulos, que no
creyeron en un primer momento en el anuncio de Magdalena: al oír que estaba vivo y que ella lo había visto, no le creyeron. Viene
después la alusión a la experiencia de los discípulos de Emaús y al testimonio
que dieron a los demás, y que tampoco fue aceptado. Por último, se menciona la
aparición del Resucitado a los Once reunidos en torno a la mesa. Y pone aquí el
redactor el envío en misión para anunciar
la buena noticia a toda criatura.
Se resalta el valor que tiene la
comunidad en la experiencia cristiana, por ser el lugar para el encuentro con
el Resucitado. Jesucristo permanece en ella, con su palabra y sus acciones
salvadoras. Su poder salvador se prolonga en ella. Y ella vive de su memoria,
que actualiza en la celebración de la fracción del pan.
Los primeros cristianos vivían
amenazados, obligados a la clandestinidad. Una gran preocupación debió ser para
ellos cómo conjugar la victoria de Cristo Resucitado con la persistencia y
actuación del misterio del mal en el mundo. Tenían que abrirse a la
fe/confianza en el Señor que, no obstante, sigue actuando también por medio de
los creyentes. A través de ellos Jesucristo Resucitado continúa anunciando y
manifestando el reinado de Dios y la salvación para el que crea y se bautice.
Nuestra fe en Él da a nuestra
vida una orientación bien definida: nos hace anunciadores del Evangelio que
hemos recibido para que otros crean también en el triunfo del amor de Dios en
sus vidas, por Jesucristo su Hijo. En esto consiste el Evangelio: en que Dios
envió a su Hijo para que todos tengan vida plena. Pero así como la salvación
que Dios ofrece no obrará en contra de nuestra voluntad, el Evangelio no se
impone a la fuerza; la tarea evangelizadora, nuestra y de la Iglesia, respeta
la libertad de las personas.
Las acciones
prodigiosas que Jesús promete a los que crean en Él son representaciones
simbólicas de la salvación y tienen que ver con la superación de todo lo que
oprime a los seres humanos, de todo lo que obstaculiza la comunicación y la
unión entre ellos, y de toda amenaza de la vida. Tales acciones son signos de
la presencia del Reino en nuestra historia, semejantes a los que Jesús
realizaba. La Iglesia, y nosotros en ella, debemos manifestarlos.
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