P. Carlos Cardó, SJ
El endemoniado de Gerasa,
acuarela de James Tissot, Museo de Broklyn, Nueva York
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La escena se desarrolla en Gerasa, una ciudad de la Decápolis pagana, lugar donde no se conoce a Dios y el mal actúa libremente. El mensaje del texto será que aun en lugares como ese la acción salvadora de Cristo obtiene victoria. Jesús destruye de raíz el mal y disipa nuestros miedos porque ha vencido al príncipe de este mundo, que tenía el poder de la muerte.En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: "¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes".Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: "¿Cómo te llamas?" Le respondió: "Me llamo Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: "Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos". Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero Él no se lo permitió y le dijo: "Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo". Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Le salió al encuentro un endemoniado. Fue hacia él, no esperó a que
lo llamara. Seguramente ha oído que libera a aquellos a quienes el espíritu del
mal esclaviza, separándolos de Dios (porque es espíritu de esclavitud), de los
demás (porque es espíritu de violencia y división: el demonio en la Biblia es
el que divide), y de su yo auténtico (porque enajena, es espíritu de mentira). Este
pobre desgraciado viene del cementerio donde habita, es decir, sale del lugar
de la muerte, busca la vida. Simboliza a todos aquellos que viven sometidos a
fuerzas o poderes hostiles a Dios, “poseídos” por realidades de este mundo que
se les han vuelto verdaderos ídolos a los que se someten (cf. 1 Cor 8,5), esperando conseguir con ellos
seguridad y felicidad pero se esclavizan y deshumanizan.
Llama la
atención el contraste tan marcado que se da entre la primera actitud del endemoniado:
se postró ante él, y el grito que da
a continuación: ¿Qué tengo que ver
contigo, Jesús, Hijo del Altísimo? No me atormentes. La explicación la da
el mismo texto: Es que Jesús le estaba
diciendo: Espíritu inmundo sal de este hombre. Hay, pues, una inconsecuencia
en el endemoniado. Ha buscado a Jesús, pero la irracionalidad del espíritu que
lo posee le impide hacer lo que podría liberarlo. Tendría que dejar la
violencia y la mentira a la que vive sometido, pero le resulta una tortura, se siente incapaz. Nada,
absolutamente nada en común hay entre Cristo y el mal. No hay lugar para
componendas. Pero el endemoniado se contenta con que no lo echen fuera de esa región. El nombre que se da –Legión–
sugiere la idea de que se trata de una colectividad, incluso quizá representa a
todos aquellos que, víctimas de cualesquiera demonios, viven una vida
deshumanizada y no ponen los medios para dejarla. Reconocen que su vida les
hace vivir angustias de muerte, pero no dan el paso a la victoria final que
Cristo les ofrece. Prefieren suplicarle: Envíanos
a los cerdos para que entremos en ellos.
Se subraya
la condición de vencido de Satán. Los
demonios rogaban a Jesús. Y al mismo tiempo se señala que
los puercos, animales impuros,
inmundos, eran digna morada para ellos. Jesús les permitió entrar en ellos,
pero queda claro que el destino último de esas fuerzas del mal es el abismo: los cerdos se lanzaron al lago desde el
barranco… y se ahogaron.
A
continuación ocurre algo sorprendente: mientras los demonios suplican a Jesús
que no los saque de aquel lugar y que los deje en los cerdos, los gerasenos fueron
donde Jesús y comenzaron a suplicarle que
se alejara de su territorio. La presencia de Jesús trae cambios en la vida
que pueden contradecir los propios intereses. Entonces se le puede decir a
Jesús como los gerasenos: mejor vete,
déjanos tranquilos.
Las curaciones,
en particular, las expulsiones de demonios son signos del poder de Dios en
Jesús sobre todas las fuerzas del mal que trastornan el orden de su creación y
dañan a sus criaturas. Por eso son signos de la presencia de su reino. Si expulso los demonios con el dedo de Dios,
es que el reino de Dios ha llegado a ustedes” (Mc 3).
Estas acciones de Jesús se nos
confían. Designó a Doce, a los que llamó
apóstoles, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de
expulsar demonios (Mc 3,15). Como Iglesia, todos debemos contribuir en la
medida de nuestras posibilidades a exorcizar los demonios que en nuestra sociedad atentan contra la integridad de las
personas, recortan su libertad, afectan su salud y despersonalizan. Quien
experimenta la salvación no puede sino despertar en otros la experiencia de ser
salvado.
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