P. Carlos Cardó, SJ
Felipe lleva a Natanael donde Jesús. Ilustración de Harold Copping |
En aquel tiempo, determinó Jesús ir a Galilea, y encontrándose a Felipe, le dijo: "Sígueme". Felipe era de Betsaida, la tierra de Andrés y de Pedro.Felipe se encontró con Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José". Natanael replicó: "¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?" Felipe le contestó: "Ven y lo verás".Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: "Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez". Natanael le preguntó: "¿De dónde me conoces?" Jesús le respondió: "Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera". Respondió Natanael:"Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel". Jesús le contestó: "Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver". Después añadió: "Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre".
La
experiencia de fe no se queda como algo íntimo, se comparte. Y en el compartir,
la fe se transmite. Dios se vale de personas que se han encontrado con Él para que
otras también lo conozcan o descubran su voluntad. Las palabras humanas disponen
a la escucha de la Palabra.
Este
dinamismo comunicativo de la fe aparece en el texto y nos invita a recordar
–agradecidos– las mediaciones humanas de la gracia en nuestra propia historia,
personas concretas gracias a las cuales nos vino la fe, maduramos en ella, o
pudimos conocer la voluntad de Dios en nuestra vida. Dice el pasaje evangélico
que Andrés conduce a su hermano Simón a vivir la experiencia del encuentro con
Jesús. Felipe invita a Natanael a ir y ver por sí mismo quién es Jesús de
Nazaret.
Natanael no figura
en la lista de los Doce, puede ser Bartolomé según la tradición. Su amigo Felipe,
entusiasmado, le dice que han encontrado al Mesías, de quien hablaron Moisés y los profetas, y que es Jesús, el hijo
de José, de Nazaret. Pero a Natanael, como a cualquier judío, no podía pasarle
por la mente que el Mesías pudiese venir de Nazaret, pueblecito sin importancia
que ni siquiera se menciona en todo el Antiguo Testamento. Se aguardaba a un
descendiente de la casa y familia real de David, cuya ciudad fue Belén de Judea.
Se entiende,
pues, que Natanel muestre su desconfianza: ¿De
Nazaret puede salir algo bueno? Pero Felipe le replica señalando aquello
que es fundamental en la fe: el salir de uno mismo para experimentar el
encuentro con Dios. Ven y lo verás. Hay
que ir y situarse donde está el Señor, establecer un contacto personal con Él y
entonces todo quedará iluminado con una luz nueva, tendrá la luz de la vida (Jn 8,12).
Jesús ve venir
a Natanael. Lo conoce sin que nadie le haya hablado de él. Ve el interior de
las personas y las conoce más que nadie, con un conocimiento, además, lleno de
estima de lo mejor que hay en cada uno. Natanael debió ser un judío virtuoso. Por
eso Jesús lo alaba: Ahí tienen a un israelita
auténtico en quien no hay engaño. El engaño y la mentira destruyen lo que
la religión puede producir en una persona.
¿De dónde me conoces?, pregunta Natanael sorprendido. Si
en ese momento hubiese obrado en él la fe, habría recordado tal vez las palabras
del Salmo 139: Tú me sondeas y me
conoces…desde lejos conoces mis pensamientos. El saberse conocido por Dios
inspira confianza. Por eso el mismo salmo termina pidiéndole: Conoce mi corazón y ponme a prueba.
Jesús le
dice: Cuando estabas debajo de la
higuera, yo te vi. Los exegetas se esfuerzan por descubrir el significado
de esta frase, pero hasta ahora sólo han conseguido especulaciones. Lo más
probable es que se refiera a Natanael como figura simbólica del acercamiento de
Israel a Dios por medio de la lectura y estudio de las Escrituras. En las
tradiciones judaicas, en efecto, la higuera, árbol ubérrimo en dulces frutos, era
símbolo del conocimiento y de la felicidad, que se logra principalmente con el
estudio de la Ley. Pero conocer la Ley no basta para el encuentro con el Mesías;
por eso quizá las resistencias iniciales de Natanael respecto a Jesús.
Rabí, tu eres el Hijo de Dios, tú
eres el rey de Israel, confiesa Natanael, reconociendo la filiación divina de Jesús,
maestro y rey de Israel. Sus palabras
son un anticipo de todo lo que el evangelio anunciará: la revelación del Hijo.
¡Cosas mayores verás!, le dice Jesús. Verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando
sobre el Hijo del hombre. Verás que Jesús es Aquel por quien se abren
definitivamente los cielos y sobre quien desciende el Espíritu. Jesús será el
“lugar”, el espacio de las relaciones auténticas con Dios, el verdadero templo
y puerta entre Dios y los hombres, realidad que fue apenas vislumbrada en la visión
de la escala de Jacob en Betel, terrible
lugar y puerta del cielo (Gen 28,17).
Jesús es la
verdadera escala, que une al cielo con la tierra: Dios se comunica al hombre y
el hombre entra en comunicación con Dios.
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