lunes, 26 de marzo de 2018

La Unción en Betania (Jn 12, 1- 8)

P. Carlos Cardó SJ
La unción en Betania, óleo sobre tabla de Nicolas Froment (1461) perteneciente al tríptico La Resurrección de Lázaro, Galería de los Uffici, Florencia, Italia
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre". Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él. 
Jesús vuelve a Betania, donde ha hecho volver a Lázaro a la vida. Hay un banquete de acción de gracias, banquete por la vida. Es figura y anticipo de lo que vendrá con el triunfo de Cristo sobre la muerte.
El banquete es un símbolo primordial en el cristianismo. Remite en primer lugar al banquete escatológico, a la mesa que el Señor preparará para los suyos al final de los tiempos. Pedro tiene también un  significado eclesial porque remite igualmente a la eucaristía, banquete pascual con Jesús como centro. Marta, María, Lázaro y los invitados, con Jesús como centro, simbolizan la Iglesia que celebra el triunfo de la resurrección y hace presente al Señor por los siglos.
María es la única que entiende al Señor. Los discípulos siguen con Él pero sin entenderlo. Los judíos lo han rechazado ya y condenado a muerte. Jesús por su parte es el único que comprende a esa mujer y el gesto significativo-profético que ha querido tener con Él.
El perfume ocupa un lugar importante en el relato. Así como el pan es para ser partido y consumido, así también la esencia del perfume es expandirse y desaparecer. Un pan que se guarda no alimenta, ni sirve para nada; un perfume que se guarda sin más no es perfume. Por eso es símbolo de Dios cuya esencia, el amor, es expansivo, siempre dándose. Es símbolo de Cristo que se entrega totalmente, que sólo pasó haciendo el bien, dando de sí a los demás. Y es símbolo del cristiano, hecho para la donación generosa, a imitación del Señor. Por eso Pablo dirá que los cristianos han de ser olor de Cristo (2 Cor 2, 15-16), llamados a difundir a Cristo.
El frasco de perfume roto es también un símbolo. Un antiguo autor señalaba que “María de Betania nos enseña la ciencia de la generosidad, con un solo gesto: Entra en la sala de la cena y va directamente a ponerse a los pies del Maestro. Se oye un ruido como de algo que se quiebra. Frasco de alabastro. Ese es el gesto, el único verdaderamente digno de los que tienen la ciencia de la perfecta generosidad” (Pierre Charles S.J.: La Oración de Todos los Momentos).
La mayoría no comprende este tipo de sacrificios plenos, totales y definitivos, no comprende por qué se ha de dar más de lo que es preciso, ni por qué no se vuelve a tomar lo que se ha dado. Por eso Judas protestó.
Desde una perspectiva más teológica conviene señalar el significado de la reacción de Judas y la respuesta que da Jesús. Encierra una exhortación a amar a los pobres y a amar y honrar al Señor. Indudablemente los pobres ocupan un lugar privilegiado en el evangelio y de ahí brota naturalmente nuestro amor y opción preferencial por ellos, pero hay en el texto una advertencia: se puede servir y ayudar a los pobres sin que esta actitud provenga de la fe y puede incluso degenerar en búsqueda de uno mismo.
La constatación y advertencia que hace Jesús: los pobres los tendrán siempre con ustedes, supone obviamente que siempre habrá que servirlos y luchar para que se supere toda forma de pobreza y miseria. La frase siguiente: a mí no siempre me tendrán, recuerda a los discípulos que la presencia del Señor será continua entre ellos y en ellos por el Espíritu que les comunicará, pero que su presencia física concluirá con su muerte.
Como discípulos y seguidores suyos, su relación con  el Señor ha de ser siempre la de una comunión amorosa con Él, que se extiende a la comunión fraterna en la comunidad como fuente y principio del amor verdadero, generoso y desinteresado. 
Finalmente, tal como el mismo Jesús lo interpreta, el gesto de María de Betania es una acción simbólica que anticipa el misterio de su muerte y sepultura. El aceite con que unge los pies de su Maestro es una proclamación de su realeza mesiánica, pero queda claro que Jesús es el rey Mesías que va a su pasión para redimir a su pueblo con la entrega de su propia vida. Prepara mi cuerpo para la sepultura. Anticipa la experiencia pascual de las mujeres que irán con perfumes de mirra y áloe a embalsamar su cuerpo

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