P. Carlos Cardó SJ
Curación del paralítico en la piscina de Betesda, óleo sobre lienzo de Pieter Aertsen (1575), Museo Nacional de Amsterdam (Rijksmuseum), Holanda |
Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. [Porque el Ángel del Señor descendía cada tanto a la piscina y movía el agua. El primero que entraba en la piscina, después que el agua se agitaba, quedaba curado, cualquiera fuera su mal.]Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina". Enseguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla". El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.
Cristo suscita en nosotros todas las
posibilidades de una vida verdaderamente libre, haciéndonos capaces de superar lo
que nos detiene y paraliza. Por eso podemos esperar en Él aun cuando las
circunstancias que vivimos nos hagan sentir como el paralítico tendido junto a
la piscina, sin ningún recurso para cambiar las cosas.
Jesús estaba en Jerusalén en un día de fiesta, dice el texto. La presencia
de Jesús inaugura la fiesta definitiva, el tiempo nuevo en que se rinde al Dios
de la vida el verdadero culto en espíritu y en verdad, del que habló a la
Samaritana (Jn 4, 23). Con Jesús, el
triunfo de la vida se ha hecho posible.
Las condiciones para su triunfo no serán fáciles.
No obstante, Jesús toma la iniciativa, aun sabiendo que habrá oposición. Jesús, viéndolo postrado y sabiendo que
llevaba mucho tiempo así, dice al paralítico: ¿Quieres curarte? Por haber
dicho esto se ha expuesto a ser reprobado, pues la ley prohíbe hacer estas
cosas en sábado. Pero se trata de salvar la vida de un hombre y Jesús no duda
en poner las prescripciones legales en un segundo lugar. La vida del hombre
está por encima. No es el hombre para el
sábado, sino el sábado para el hombre (Mc 2,27). Jesús, pues, asume las
consecuencias. Y a partir de aquel día, como señala el evangelista, los dirigentes judíos empezaron a perseguir
a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
El beneficiario de la obra de Jesús es un
pobre enfermo, que está en el límite de sus posibilidades, lleva treinta y ocho
largos años sin poder moverse. Su imagen se reproduce en cierto modo en toda
situación adversa que no se ha podido cambiar a pesar de los esfuerzos hechos. En
tales circunstancias puede sobrevenir la desolación, la falta de ánimo, la desilusión
y el desengaño. Pero hay que recordar que el Señor está pronto a tomar la
iniciativa, reavivando el deseo – ¿Quieres
quedar sano?–, y con él las energías de vida.
El símbolo del agua tiene importancia clave
en este relato. Los milagros que trae el evangelio de Juan tienen relación con
la gracia que se nos transmite por medio de los sacramentos de la Iglesia.
Aquí, la alusión al bautismo es clara: el paralítico yace junto a la piscina
donde se mueve el agua que sana. El agua de nuestro bautismo nos curó y dio
inicio a nuestra vida de fe, por el Espíritu Santo infundido en nuestros
corazones. Se cumplió entonces en nosotros lo anunciado por Jesús: El que cree en mí, como dice la Escritura,
de su interior correrán ríos de agua viva (Jn 7, 38).
En resumen, el texto nos invita a estar
atentos a las iniciativas que el Señor toma en favor nuestro para despertar
nuestras energías de vida, librándonos de nuestras parálisis. Nos invita también
a apreciar lo que hacen nuestros hermanos y hermanas para ayudar a su prójimo a
andar con dignidad.
Como Pedro, también nosotros podemos decir:
No tenemos plata ni oro pero te damos lo que tenemos: En nombre de Jesucristo
Nazareno, camina (Hech 3, 6). El
pasaje evangélico nos puede hacer pensar también en los riesgos y dificultades
que debemos asumir, como Jesús, para llevar a la práctica nuestra fe con nuestras
acciones de solidaridad.
Y finalmente el símbolo del agua, presente en
el relato, nos lleva a pensar en nuestra pertenencia a la Iglesia que, a pesar
de su pecado, no deja de ser la Esposa por quien Cristo, su Esposo, “se ha
sacrificado a sí mismo para santificarla, purificándola con el baño del agua en
virtud de la palabra” (Ef 5, 25).
A veces todos somos ese paralitico,esperando que alguien nos de ese "empujoncito",tal vez buscar a un envarado o personaje poderosos.Solo necesitamos tener fe,y Fe en Jesucristo y tomar nuestra camilla,no lo hacemos por que no queremos verlo o tal vez por que no lo escuchamos.
ResponderBorrarLe agradecemos su reflexión, es muy cierta.
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