jueves, 30 de noviembre de 2017

Anuncio del Reino y llamamiento de primeros discípulos (Mt 4, 18-22)

P. Carlos Cardó SJ
Llamamiento de Pedro y Andrés, mosaico bizantino de autor anónimo (siglo VI), basílica de San Apolinar el Nuevo, Ravena, Italia
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. 
Después de ser bautizado por Juan y ser tentado en el desierto, Jesús da inicio a su actividad pública en la región de Galilea, junto al lago de Genesaret, y lo primero que hace es formar un grupo de discípulos. Caminando Jesús por la orilla del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón llamado Pedro, y Andrés… y les dijo: Vengan conmigo… Los llama cuando están en plena labor, echando la red, porque son pescadores, y les hace separarse del trabajo y de la vida familiar porque quiere simbólicamente prolongar su misión en ellos, hacerlos pescadores de hombres. La imagen de la pesca alude a la labor misionera.
Y ellos, dejando inmediatamente sus redes, lo siguieron. Lo dejaron todo. Jesús pasó a ser lo más importante en sus vidas, el valor supremo frente al cual todo resulta relativo: redes, barca, familia. Aprenderán a orientar todo hacia el servicio de Dios y el bien de los prójimos, sin dejarse llevar por afectos desordenados que les impidan seguir a Jesús.
El adverbio inmediatamente resalta la prontitud de la obediencia con que siguen la llamada del Señor: dejan las redes sin siquiera arrastrarlas a tierra. Idéntica respuesta dan Santiago y Juan, hijos de Zebedeo (v. 22), y la frase paralela: dejando inmediatamente la barca y a su padre, le siguieron, demuestra la intención del evangelista de subrayar la prontitud y radicalidad con que se ha de seguir a Jesús.
La teología que subyace al evangelio de Mateo es fuertemente eclesiológica. De modo particular, el término «discípulo» hace referencia al miembro de la comunidad de la Iglesia, es decir, al cristiano que, por el bautismo, ha sido hecho discípulo y misionero.
La tradición cristiana, además, ha considerado a la región de Galilea, en la que Jesús realizó la mayor parte de su actividad pública, como el lugar de origen de ella misma. Allí nació la Iglesia, en esa zona pobre de Palestina y en la persona de esos pescadores que se convirtieron en seguidores de Jesús de Nazaret. Y así sigue naciendo y creciendo la Iglesia. Todos por tanto podemos sentirnos llamados en la persona de esos pescadores. Jesús cuenta con nosotros hoy como contó con ellos para prolongar su misión en el mundo.
La vida cristiana es la respuesta a esta invitación. Como los primeros discípulos, seguir al Maestro puede ser también para nosotros vivir con Él en comunión de vida, que nos irá transmitiendo una forma de ser, un solo sentir y pensar. Es identificación con Él. Sus palabras: Vengan conmigo, señalan que lo primero es la relación personal con Él, conmigo. Del estar con Él brotará todo lo demás: ser pescadores de hombres
No nos imaginemos cosas extraordinarias. Como los primeros discípulos, el cristiano escucha la llamada del Señor en su vida ordinaria, por profana que sea: como la oyeron Simón y su hermano Andrés cuando estaban pescando, o Mateo cuando estaba detrás de su mesa de cambista contando la plata de los impuestos. Incluso se puede estar haciendo cosas que van contra Cristo y contra los cristianos, como le ocurrió a Saulo. Hagamos lo que hagamos, la palabra toca nuestro interior, haciendo salir la verdad más profunda, que marcará el sentido de nuestra vida. Vente conmigo.

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