P.
Carlos Cardó SJ
Llamamiento
de Pedro y Andrés, mosaico bizantino de autor anónimo (siglo VI), basílica de
San Apolinar el Nuevo, Ravena, Italia
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Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Después de ser bautizado por Juan y ser tentado en el desierto,
Jesús da inicio a su actividad pública en la región de Galilea, junto al lago
de Genesaret, y lo primero que hace es formar un grupo de discípulos. Caminando Jesús por la orilla del mar de
Galilea, vio a dos hermanos, Simón llamado Pedro, y Andrés… y les dijo: Vengan
conmigo… Los llama cuando están en plena labor, echando la red, porque son
pescadores, y les hace separarse del trabajo y de la vida familiar porque
quiere simbólicamente prolongar su misión en ellos, hacerlos pescadores de hombres. La imagen de la pesca
alude a la labor misionera.
Y
ellos, dejando inmediatamente sus redes, lo siguieron. Lo
dejaron todo. Jesús pasó a ser lo más importante en sus vidas, el valor supremo
frente al cual todo resulta relativo: redes, barca, familia. Aprenderán a
orientar todo hacia el servicio de Dios y el bien de los prójimos, sin dejarse
llevar por afectos desordenados que les impidan seguir a Jesús.
El adverbio inmediatamente resalta
la prontitud de la obediencia con que siguen la llamada del Señor: dejan las
redes sin siquiera arrastrarlas a tierra. Idéntica respuesta dan Santiago y
Juan, hijos de Zebedeo (v. 22), y la frase paralela: dejando inmediatamente la barca y a su padre, le siguieron, demuestra
la intención del evangelista de subrayar la prontitud y radicalidad con que se
ha de seguir a Jesús.
La teología que subyace al evangelio de Mateo es fuertemente
eclesiológica. De modo particular, el término «discípulo» hace referencia al
miembro de la comunidad de la Iglesia, es decir, al cristiano que, por el
bautismo, ha sido hecho discípulo y misionero.
La tradición cristiana, además, ha considerado a la región de
Galilea, en la que Jesús realizó la mayor parte de su actividad pública, como
el lugar de origen de ella misma. Allí nació la Iglesia, en esa zona pobre de
Palestina y en la persona de esos pescadores que se convirtieron en seguidores
de Jesús de Nazaret. Y así sigue naciendo y creciendo la Iglesia. Todos por
tanto podemos sentirnos llamados en la persona de esos pescadores. Jesús cuenta
con nosotros hoy como contó con ellos para prolongar su misión en el mundo.
La vida cristiana es la respuesta a esta invitación. Como los
primeros discípulos, seguir al Maestro puede ser también para nosotros vivir
con Él en comunión de vida, que nos irá transmitiendo una forma de ser, un solo
sentir y pensar. Es identificación con Él. Sus palabras: Vengan conmigo, señalan que lo primero es la relación personal con Él,
conmigo. Del estar con Él brotará
todo lo demás: ser pescadores de hombres.
No nos imaginemos cosas extraordinarias. Como los primeros
discípulos, el cristiano escucha la llamada del Señor en su vida ordinaria, por
profana que sea: como la oyeron Simón y su hermano Andrés
cuando estaban pescando, o Mateo cuando estaba detrás de su mesa de cambista contando
la plata de los impuestos. Incluso se puede estar haciendo cosas que van contra
Cristo y contra los cristianos, como le ocurrió a Saulo. Hagamos lo que
hagamos, la palabra toca nuestro interior, haciendo salir la verdad más
profunda, que marcará el sentido de nuestra vida. Vente conmigo.
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