P. Carlos Cardó, SJ
James Tissot, Jésus et le petit enfant, Museo de
Brooklyn
|
En aquel tiempo, Jesús dijo: "¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: ‘Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron: `Tiene un demonio’. Viene el Hijo del hombre, y dicen: `Ése es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir’. Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras".
Jesús
reprende a sus interlocutores porque no han aceptado el mensaje de salvación ofrecido
por Dios a través de él y de Juan Bautista. El lenguaje de Juan les ha parecido
duro, intransigente, y lo han considerado un loco, un endemoniado; el lenguaje
de Jesús, en cambio, que les ofrece la alegría del reino de Dios y la buena
noticia de la misericordia, lo consideran blando y relajado. Por esta actitud,
Jesús los compara, no a los niños de quienes es el reino de Dios, sino a los
niños caprichosos que intentan afirmar su independencia obrando en contra del
parecer de los demás.
Probablemente
Jesús hace alusión a un juego infantil, que consistía en representar con música
de flauta las bodas y el duelo; si la música era festiva, de bodas, había que
danzar; si era triste, de duelo, había que fingir el llanto. Los contemporáneos
de Jesús, cuando había que llorar, reían; y cuando hay que alegrarse, se
lamentan. Hacen lo contrario de lo que Dios les propone. Persisten en jugar su
propio juego. Y la razón es que han endurecido su corazón.
Vino Juan con su porte austero y su mensaje
de justicia y penitencia, pero lo consideraron un espectáculo de diversión.
Oyen el mensaje de amor que Dios les transmite por medio de Jesús, y exigen un
Dios severo y exigente. El corazón endurecido de fariseos y doctores, incapaz
de discernir, obstaculiza la acción de Dios y frustra sus planes. Y lo peor de
todo es que lo hacen seguros de ser lo únicos intérpretes válidos de la
voluntad de Dios. Se negaron a convertirse cuando Juan les habló de la
inminencia del juicio; se niegan a alegrarse cuando Jesús los invita a hacer
fiesta por el amor misericordioso de Dios. Al Bautista lo tienen por loco y
endemoniado; a Jesús lo llaman comilón y borrachín, amigo de publicanos y
pecadores.
Pero la sabiduría ha quedado avalada
por sus obras. Con estas palabras Jesús invita a comprobar que la sabiduría divina
es la que llevó a Juan y le lleva a Él a realizar las obras que traen el reino
de Dios. El triunfo del amor salvador de Dios se realiza en todos aquellos que
siguen sus enseñanzas: tanto si les hablan de penitencia y conversión, como si
les hablan de la alegría del perdón.
- ¿Qué nos
dice a nosotros hoy este texto?
- Bodas y
duelo, alegría y tristeza, dividen la existencia. Hay un
tiempo para cada cosa: un tiempo para llorar, un tiempo para reír (Ecl 3, 4). No todo puede ser pena y remordimiento;
ni todo, fiesta y diversión. Se exige discernimiento para percibir lo que
conviene a cada tiempo y valor para cambiar o dominar las propias tendencias.
- No siempre
el hacer lo que a uno le parece es signo de una personalidad definida; la
terquedad y obstinación pueden rechazar la verdad que los otros me muestran.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.