P. Carlos Cardó, SJ
La visitación, Rafael Sanzio, Museo del Prado, Madrid.
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NOTA: Este evangelio y su comentario ya aparecieron el 12 de Diciembre,
en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".
Por medio
de María, Dios visita a su pueblo y hace que su pueblo, simbolizado en Isabel y
en el hijo que lleva en su seno, lo reconozca. Es el fin de una larga espera de
dos mil años: Dios se demuestra fiel a su promesa. María viene a Isabel
llevando en su seno al Eterno, al esperado de las naciones. Dios en María viene
a visitar a su pueblo y en él a toda la humanidad.
En el pasaje aparecen también las dos actitudes que hacen a María figura
y madre de la Iglesia: su servicio y su fe. María “va de prisa”, movida por la caridad, para
ayudar a Isabel, que se encuentra en avanzado estado de gravidez, y para
compartir con ella la alegría que cada una, a su modo, ha tenido de la grandeza
de Dios. Y el servicio que María aporta a Isabel integra el anuncio de Jesús, el
anuncio de la salvación: “Isabel quedó
llena del Espíritu Santo” y “el niño que
llevaba en su seno saltó de gozo”.
“Bendita tú
entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. Con
este saludo, “Bendita entre las mujeres”, Israel honraba a las
grandes mujeres de su historia: a Yael y a Judit (cf. Jueces, c. 4, y Judit,
c.13), que vencieron al enemigo de su pueblo. María vence al enemigo de la
humanidad. Lleva en su seno al fruto de la descendencia de Eva, que pisotea la
cabeza de la serpiente (Génesis, cap. 3). En María la creación se torna
bendición y vida.
En su respuesta, Isabel proclama a María: ¡Bienaventurada tú, que has creído!”. Es la primera bienaventuranza del
Evangelio, que Jesús confirmará después, cuando diga: “¡Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la llevan a
cumplimiento¡”. “Éstos son mi madre y
mis hermanos, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Pocos
títulos atribuidos a María expresan mejor que éste la función que cumple dentro
del plan de salvación. “Porque, si la maternidad de María es causa de su
felicidad, la fe es causa de su maternidad divina” (Teilhard de Chardin). Se valora
el testimonio de una mujer creyente, “modelo”, “referente” para hombres y
mujeres. María es la
creyente, que escucha la palabra de Dios y la cumple. Por eso, la llena de
gracia, Madre del Salvador, es también Madre y figura de la Iglesia, comunidad
de los creyentes.
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