lunes, 20 de mayo de 2019

Vendremos a Él (Jn 14, 21-26)

P. Carlos Cardó SJ

La venida del Espíritu Santo, óleo sobre tabla de madera de pino de Juan de Flandes (1514 -1519), Museo Nacional del Prado, Madrid
Jesús dijo: “Quien conserva y guarda mis mandamientos, ése sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”.Le dice Judas (no el Iscariote): "Señor, ¿qué pasa, que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?”.Jesús le contestó: “Si alguien me ama, cumplirá mi palabra; mi Padre lo amará, vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Quien no me ama no cumple mis palabras, y la palabra que me han oído no es mía, sino del Padre que me envió. Les digo esto mientras estoy con ustedes. El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que les 
Dice Jesús: Si uno me ama, observará mi palabra y el Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El amor no es sólo un sentimiento: Se ama con hechos y en verdad. Por eso dice Jesús: Si me aman, guardarán mis mandamientos. Uno puede observar los mandamientos como deberes impuestos desde fuera, sin libertad (como el hermano mayor del Hijo Pródigo), o puede observarlos como expresión de su amor a Dios. Entonces, Dios habita en él, hace templo de él, lugar de su presencia.
Por medio del Espíritu Santo, que Jesucristo envía desde el Padre, inaugura una nueva forma de presencia entre nosotros. Mientras Jesús estuvo entre los hombres, Dios se manifestó a través de su persona. Al volver Jesús a su Padre, Dios se nos revela habitando en nosotros por el Espíritu Santo. Si antes estuvo con sus discípulos, en adelante estará en sus discípulos.
Quien hace posible esto es el Espíritu Santo, don de Jesús Resucitado, llamado “Paráclito”, “Consolador”. Por eso dice Jesús: no los dejaré solos. Le llama también “Defensor”, “Abogado”, que significa: el que está junto a quien comparece ante un juicio, para ayudarlo en su defensa. También por medio del Espíritu, don supremo del Creador, Él mismo se comunica a sus criaturas, para ser todo en todos (1Cor 15,28).
Otra función que el Espíritu cumple para con nosotros es hacernos comprender y, sobre todo, recordar, es decir, conocer con el corazón todo lo que Jesús nos dijo. Vivimos del recuerdo vivo de Jesús. El ser humano vive de lo que recuerda, de lo que guarda en su corazón. Por eso es importante la memoria: porque lo que no se recuerda, ya no existe.
El Espíritu Santo mantiene en nosotros la memoria de Jesús, que es lo mismo que decir mantiene a Cristo vivo, actuante en la vida de los que siguen sus enseñanzas. Por eso lo reconocemos en la fuerza interior que da dinamismo al mundo, que no ceja de empujar para que todo crezca y se multiplique la vida, que alienta todo el despliegue histórico en dirección de los valores del evangelio, del amor, la justicia y la paz.

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