P. Carlos Cardó SJ
Un sábado Jesús fue a comer a la casa de uno de los fariseos más importantes, y ellos lo observaban.
Por casualidad había delante de él un hombre que sufría de hinchazón.
Jesús preguntó a los maestros de la Ley y a los fariseos: «¿Está permitido por la Ley curar en día sábado o no?». Pero ninguno respondió.
Jesús entonces se acercó al enfermo, lo curó y lo despidió.
Después les dijo: "«Si a uno de ustedes se le cae su burro o su buey en un pozo en día sábado, ¿acaso no va en seguida a sacarlo?». Y no pudieron contestarle.
Es el último sábado que pasará
Jesús en Galilea, antes de ir a Jerusalén. Ahora ha aceptado la invitación que
le ha hecho uno de los jefes de los fariseos. Sabe que en esa casa estarán los
que buscan pretextos y ocasión para denunciarlo. Pero Él no se niega a ir.
Comer es vivir; comer en sábado es participar de la vida de Dios, según la
espiritualidad judía del sabbat. Por eso no puede negarse, Él ha venido
a salvar lo que está perdido. Su misericordia le lleva a arriesgarse a sufrir
ataques e incomprensiones. No quiere que ninguno se pierda. Y así, mientras los
fariseos lo invitan para espiarlo, Él va hacia ellos para moverlos a conversión
y darles a conocer la vida que Él ofrece y que ellos pueden tener.
Jesús restituye al sábado, su verdadero contenido espiritual, que
se ha perdido en Israel por culpa de los escribas y rabinos fariseos. El sabbat
es el tiempo establecido para recordar el reposo de Dios después de su obra
de vida. Por eso es tiempo santo para el encuentro con Él, con el Dios que da
la vida.
Con Jesús se establece el verdadero sábado: quien está con Él, está
con Dios y se hace depositario de su obra salvadora. Al mismo tiempo, contra la
mentalidad farisea que no ve en el sabbat más que una norma a cumplir,
Jesús establece que el sábado y en general todas las leyes deben estar al
servicio de la vida de las personas y no al revés. Frente a la vida y a las
necesidades fundamentales de un ser humano, las leyes y las prescripciones
religiosas pasan a un segundo lugar.
Había allí, frente a Él, un enfermo de hidropesía.
La sed que padece este hombre es insaciable; más bebe, más se hincha y más sed tiene.
Es figura del fariseo, que inútilmente intenta saciarse de un agua que no da
vida y sólo consigue hincharse de orgullo y presunción. Jesús es el que trae el
agua que da vida.
La pregunta que Jesús hace a los expertos en la ley y a los
fariseos, ¿Se puede sanar en sábado sí o
no?, constituye el centro del relato. Sanar es lo que hace Jesús, el señor
del sábado. Con su actitud y su obrar Él devuelve al sabbat su verdadero
sentido y finalidad, que es proteger la vida, la salud y libertad del hombre (Ex 20,11; Dt 5,15). Los escribas y
fariseos representan a los sabios y
prudentes que conocen la ley, pero no a Dios. Se quedan oprimidos en la red
de preceptos y prohibiciones que ellos han tejido.
Naturalmente, el gesto de Jesús aparece como provocador y
escandaloso. Pero los allí presentes no dicen nada. Entonces Jesús tomó de
la mano al enfermo, lo sanó y lo despidió.
Si los fariseos se convirtieran, el Señor les haría disfrutar de
la salud que Él ofrece, precisamente en el sábado, día en que se recuerda la
liberación de la esclavitud. Para moverlos al cambio, apela al sentido común y
les dice: Hipócritas, ¿quién de ustedes
si su hijo o su buey cae en el pozo no lo saca inmediatamente, aunque sea
sábado? – Lo que vale para salvar el propio interés, vale también en caso
de emergencia para socorrer al prójimo necesitado.
Desde la perspectiva del servicio a la vida se puede descubrir la voluntad de Dios. No se puede encasillar la voluntad salvadora de Dios en esquematismos rígidos.
Es el último sábado que pasará
Jesús en Galilea, antes de ir a Jerusalén. Ahora ha aceptado la invitación que
le ha hecho uno de los jefes de los fariseos. Sabe que en esa casa estarán los
que buscan pretextos y ocasión para denunciarlo. Pero Él no se niega a ir.
Comer es vivir; comer en sábado es participar de la vida de Dios, según la
espiritualidad judía del sabbat. Por eso no puede negarse, Él ha venido
a salvar lo que está perdido. Su misericordia le lleva a arriesgarse a sufrir
ataques e incomprensiones. No quiere que ninguno se pierda. Y así, mientras los
fariseos lo invitan para espiarlo, Él va hacia ellos para moverlos a conversión
y darles a conocer la vida que Él ofrece y que ellos pueden tener.
Jesús restituye al sábado, su verdadero contenido espiritual, que
se ha perdido en Israel por culpa de los escribas y rabinos fariseos. El sabbat
es el tiempo establecido para recordar el reposo de Dios después de su obra
de vida. Por eso es tiempo santo para el encuentro con Él, con el Dios que da
la vida.
Con Jesús se establece el verdadero sábado: quien está con Él, está
con Dios y se hace depositario de su obra salvadora. Al mismo tiempo, contra la
mentalidad farisea que no ve en el sabbat más que una norma a cumplir,
Jesús establece que el sábado y en general todas las leyes deben estar al
servicio de la vida de las personas y no al revés. Frente a la vida y a las
necesidades fundamentales de un ser humano, las leyes y las prescripciones
religiosas pasan a un segundo lugar.
Había allí, frente a Él, un enfermo de hidropesía.
La sed que padece este hombre es insaciable; más bebe, más se hincha y más sed tiene.
Es figura del fariseo, que inútilmente intenta saciarse de un agua que no da
vida y sólo consigue hincharse de orgullo y presunción. Jesús es el que trae el
agua que da vida.
La pregunta que Jesús hace a los expertos en la ley y a los
fariseos, ¿Se puede sanar en sábado sí o
no?, constituye el centro del relato. Sanar es lo que hace Jesús, el señor
del sábado. Con su actitud y su obrar Él devuelve al sabbat su verdadero
sentido y finalidad, que es proteger la vida, la salud y libertad del hombre (Ex 20,11; Dt 5,15). Los escribas y
fariseos representan a los sabios y
prudentes que conocen la ley, pero no a Dios. Se quedan oprimidos en la red
de preceptos y prohibiciones que ellos han tejido.
Naturalmente, el gesto de Jesús aparece como provocador y
escandaloso. Pero los allí presentes no dicen nada. Entonces Jesús tomó de
la mano al enfermo, lo sanó y lo despidió.
Si los fariseos se convirtieran, el Señor les haría disfrutar de
la salud que Él ofrece, precisamente en el sábado, día en que se recuerda la
liberación de la esclavitud. Para moverlos al cambio, apela al sentido común y
les dice: Hipócritas, ¿quién de ustedes
si su hijo o su buey cae en el pozo no lo saca inmediatamente, aunque sea
sábado? – Lo que vale para salvar el propio interés, vale también en caso
de emergencia para socorrer al prójimo necesitado.
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