viernes, 30 de octubre de 2020

Curación de un hidrópico (Lc 14, 1-6)

 P. Carlos Cardó SJ

Cristo cura al hombre hidrópico, fresco de autor anónimo (1350 aprox.), Monasterio Visoki Dečani, Kosovo, Serbia

Un sábado Jesús fue a comer a la casa de uno de los fariseos más importantes, y ellos lo observaban.

Por casualidad había delante de él un hombre que sufría de hinchazón.

Jesús preguntó a los maestros de la Ley y a los fariseos: «¿Está permitido por la Ley curar en día sábado o no?». Pero ninguno respondió.

Jesús entonces se acercó al enfermo, lo curó y lo despidió.

Después les dijo: "«Si a uno de ustedes se le cae su burro o su buey en un pozo en día sábado, ¿acaso no va en seguida a sacarlo?». Y no pudieron contestarle.

Es el último sábado que pasará Jesús en Galilea, antes de ir a Jerusalén. Ahora ha aceptado la invitación que le ha hecho uno de los jefes de los fariseos. Sabe que en esa casa estarán los que buscan pretextos y ocasión para denunciarlo. Pero Él no se niega a ir. Comer es vivir; comer en sábado es participar de la vida de Dios, según la espiritualidad judía del sabbat. Por eso no puede negarse, Él ha venido a salvar lo que está perdido. Su misericordia le lleva a arriesgarse a sufrir ataques e incomprensiones. No quiere que ninguno se pierda. Y así, mientras los fariseos lo invitan para espiarlo, Él va hacia ellos para moverlos a conversión y darles a conocer la vida que Él ofrece y que ellos pueden tener.

Jesús restituye al sábado, su verdadero contenido espiritual, que se ha perdido en Israel por culpa de los escribas y rabinos fariseos. El sabbat es el tiempo establecido para recordar el reposo de Dios después de su obra de vida. Por eso es tiempo santo para el encuentro con Él, con el Dios que da la vida.

Con Jesús se establece el verdadero sábado: quien está con Él, está con Dios y se hace depositario de su obra salvadora. Al mismo tiempo, contra la mentalidad farisea que no ve en el sabbat más que una norma a cumplir, Jesús establece que el sábado y en general todas las leyes deben estar al servicio de la vida de las personas y no al revés. Frente a la vida y a las necesidades fundamentales de un ser humano, las leyes y las prescripciones religiosas pasan a un segundo lugar.

Había allí, frente a Él, un enfermo de hidropesía. La sed que padece este hombre es insaciable; más bebe, más se hincha y más sed tiene. Es figura del fariseo, que inútilmente intenta saciarse de un agua que no da vida y sólo consigue hincharse de orgullo y presunción. Jesús es el que trae el agua que da vida.

La pregunta que Jesús hace a los expertos en la ley y a los fariseos, ¿Se puede sanar en sábado sí o no?, constituye el centro del relato. Sanar es lo que hace Jesús, el señor del sábado. Con su actitud y su obrar Él devuelve al sabbat su verdadero sentido y finalidad, que es proteger la vida, la salud y libertad del hombre (Ex 20,11; Dt 5,15). Los escribas y fariseos representan a los sabios y prudentes que conocen la ley, pero no a Dios. Se quedan oprimidos en la red de preceptos y prohibiciones que ellos han tejido.

Naturalmente, el gesto de Jesús aparece como provocador y escandaloso. Pero los allí presentes no dicen nada. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo sanó y lo despidió.

Si los fariseos se convirtieran, el Señor les haría disfrutar de la salud que Él ofrece, precisamente en el sábado, día en que se recuerda la liberación de la esclavitud. Para moverlos al cambio, apela al sentido común y les dice: Hipócritas, ¿quién de ustedes si su hijo o su buey cae en el pozo no lo saca inmediatamente, aunque sea sábado? – Lo que vale para salvar el propio interés, vale también en caso de emergencia para socorrer al prójimo necesitado.

Desde la perspectiva del servicio a la vida se puede descubrir la voluntad de Dios. No se puede encasillar la voluntad salvadora de Dios en esquematismos rígidos.

Es el último sábado que pasará Jesús en Galilea, antes de ir a Jerusalén. Ahora ha aceptado la invitación que le ha hecho uno de los jefes de los fariseos. Sabe que en esa casa estarán los que buscan pretextos y ocasión para denunciarlo. Pero Él no se niega a ir. Comer es vivir; comer en sábado es participar de la vida de Dios, según la espiritualidad judía del sabbat. Por eso no puede negarse, Él ha venido a salvar lo que está perdido. Su misericordia le lleva a arriesgarse a sufrir ataques e incomprensiones. No quiere que ninguno se pierda. Y así, mientras los fariseos lo invitan para espiarlo, Él va hacia ellos para moverlos a conversión y darles a conocer la vida que Él ofrece y que ellos pueden tener.

Jesús restituye al sábado, su verdadero contenido espiritual, que se ha perdido en Israel por culpa de los escribas y rabinos fariseos. El sabbat es el tiempo establecido para recordar el reposo de Dios después de su obra de vida. Por eso es tiempo santo para el encuentro con Él, con el Dios que da la vida.

Con Jesús se establece el verdadero sábado: quien está con Él, está con Dios y se hace depositario de su obra salvadora. Al mismo tiempo, contra la mentalidad farisea que no ve en el sabbat más que una norma a cumplir, Jesús establece que el sábado y en general todas las leyes deben estar al servicio de la vida de las personas y no al revés. Frente a la vida y a las necesidades fundamentales de un ser humano, las leyes y las prescripciones religiosas pasan a un segundo lugar.

Había allí, frente a Él, un enfermo de hidropesía. La sed que padece este hombre es insaciable; más bebe, más se hincha y más sed tiene. Es figura del fariseo, que inútilmente intenta saciarse de un agua que no da vida y sólo consigue hincharse de orgullo y presunción. Jesús es el que trae el agua que da vida.

La pregunta que Jesús hace a los expertos en la ley y a los fariseos, ¿Se puede sanar en sábado sí o no?, constituye el centro del relato. Sanar es lo que hace Jesús, el señor del sábado. Con su actitud y su obrar Él devuelve al sabbat su verdadero sentido y finalidad, que es proteger la vida, la salud y libertad del hombre (Ex 20,11; Dt 5,15). Los escribas y fariseos representan a los sabios y prudentes que conocen la ley, pero no a Dios. Se quedan oprimidos en la red de preceptos y prohibiciones que ellos han tejido.

Naturalmente, el gesto de Jesús aparece como provocador y escandaloso. Pero los allí presentes no dicen nada. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo sanó y lo despidió.

Si los fariseos se convirtieran, el Señor les haría disfrutar de la salud que Él ofrece, precisamente en el sábado, día en que se recuerda la liberación de la esclavitud. Para moverlos al cambio, apela al sentido común y les dice: Hipócritas, ¿quién de ustedes si su hijo o su buey cae en el pozo no lo saca inmediatamente, aunque sea sábado? – Lo que vale para salvar el propio interés, vale también en caso de emergencia para socorrer al prójimo necesitado.

Desde la perspectiva del servicio a la vida se puede descubrir la voluntad de Dios. No se puede encasillar la voluntad salvadora de Dios en esquematismos rígidos.

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