P.
Carlos Cardó SJ
Parábola
de la red, ilustración de Eugene Burnand en “Les Paraboles”, de los editores
franceses Berger y Levrault (1908)
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los cielos se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. ¿Han entendido todo esto?".Ellos le contestaron: "Sí".Entonces Él les dijo: "Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas".Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.
¿Han
entendido todas estas cosas? “Entender” es fundamental en la
vida del discípulo. Continuamente Jesús llama la atención de los suyos para que
entiendan y denuncia la falta de entendimiento que muestran los fariseos y
escribas por la dureza de su corazón. Además, sabemos que el “entender” propio
de la fe no es sólo una operación racional sino que abraza y compromete a toda
la persona transformándola desde el corazón.
Por eso el entender es condición para dar frutos. De manera
concreta la pregunta que hace Jesús a los discípulos se refiere a su
entendimiento de las parábolas del reino y de su relación con la vida. Los valores
del reino y el modo como han de configurar un estilo de vida propio, es el
entendimiento al que está llamado todo discípulo.
Jesús mismo enseñó a entender así a sus discípulos y ellos, a
diferencia de la multitud, fueron aprendiendo a distinguir la novedad de la
realidad secreta del reino de Dios. Ahora están llamados a transmitir lo
aprendido y hacer discípulos en todos los pueblos (cf. Mt 28, 19s). Son como los nuevos maestros de la nueva y definitiva
revelación del plan de salvación de Dios que se cumple en Jesús.
El evangelista Mateo los compara a un padre de familia que
administra bien sus arcas y sabe sacar de ellas lo antiguo y lo nuevo según sea
necesario. Lo “antiguo” es la revelación contenida en el Antiguo Testamento, lo
“nuevo” es el evangelio de Jesús sobre el reino de Dios.
Los antiguos maestros se quedaban en la enseñanza de la ley y de
los profetas, pero los nuevos han recibido los secretos del Reino, “escondidos
desde el comienzo”, que enlazan con lo antiguo pero lo superan, llevándolo a
plenitud, como el mismo Jesús había dicho: No
piensen que he venido a abolir las enseñanzas de ley los profetas, no he venido
a abolirlas sino a llevarlas a cumplimiento (Mt 5, 17). Lo “nuevo” es
prioritario; pero la tarea específica de los discípulos de Jesús es la de
combinar lo “nuevo” con lo “viejo”.
Todos nos podemos ver en esos maestros de la ley que se han hecho
discípulos del reino de los cielos. A todos nos toca transmitir con
inteligencia y honestidad el contenido del tesoro que hemos recibido. La
parábola de la red hace comprender que el Señor a todos llama y capacita para
que alcancen la felicidad que andan buscando, y que apunta a la perfección de la
alegría en su reino.
Las alusiones a los nuevos maestros de la ley convertidos en
discípulos del reino de los cielos y al padre de familia que administra bien su
tesoro, señalan nuestra responsabilidad de conocer cada vez más el tesoro de nuestra fe, que es Cristo,
para amarlo más y darlo a conocer. En él
están todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col 2,3). Por eso la fe es a la vez conocimiento y práctica, don y
responsabilidad, inspiración y descubrimiento junto con búsqueda y
discernimiento.
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