P.
Carlos Cardó SJ
Daniel
en el foso de los leones, óleo sobre lienzo de Briton Riviere (1892), publicada
por Thomas Agnew e hijos, actualmente en colección privada, Londres
En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque son semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre! Así también ustedes: por fuera parecen justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad.¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque les construyen sepulcros a los profetas y adornan las tumbas de los justos, y dicen: `¡Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, nosotros no habríamos sido cómplices de ellos en el asesinato de los profetas!’. Con esto ustedes están reconociendo que son hijos de los asesinos de los profetas. ¡Terminen, pues, de hacer lo que sus padres comenzaron!
Jesús critica la moral de las formas y de las apariencias, cuyo
principal empeño consiste en mantener una apariencia bien compuesta, solemne y
atractiva, pero que puede muchas veces ocultar incoherencias y maldades. Al
exterior, aparente santidad, impecabilidad y buen nombre; pero en realidad lo
que se busca es la autojustificación, llegando para ello al desprecio del amor
verdadero y de sus exigencias concretas para con el hermano.
El amor verdadero, en cambio, obra siempre con sencillez y puede
incluso parecer torpe por cierta falta de formas diplomáticas, pero ante las
injusticias y el dolor de los hermanos no se escabulle, no teme mancharse las
manos ni busca refugio en formas y discursos de mera connivencia. Así actuó
Pilato.
¡Edifican
mausoleos a los profetas! Se venera a los profetas porque
ya están muertos… Se alaban sus discursos, pero para volverlos inofensivos. Se
exaltan las cosas buenas que anunciaban, pero se callan las cosas que
denunciaban y que siguen conmoviendo las conciencias.
¡Si
hubiéramos vivido en tiempos de nuestros antepasados, no habríamos colaborado…!,
dicen los fariseos. Jesús les hace ver que es fácil criticar el pasado, darse
golpes de pecho por los pecados de los antiguos, pero no hacer nada para que no
se reproduzcan en el presente.
Se llega incluso al prurito de arremeter contra las cruzadas, la
inquisición, la persecución de las brujas, la extirpación de las idolatrías…;
pero más vale arrepentirse de lo que ahora se sigue haciendo, pues –desde
muchos puntos de vista– es la misma historia de violencia. Más aún, ¿no será
peor nuestra historia con su diabólico afán de consumir, explotar y contaminar
el hábitat humano, la vida en el planeta? ¿Cómo juzgarán a esta generación las
generaciones futuras?
Con sutil ironía Jesús exhorta a los fariseos a llevar a término
la obra que sus antepasados iniciaron. ¡Completen,
pues, lo que sus antepasados comenzaron! Alude a los propósitos homicidas
que aquellos mantuvieron frente a los profetas, y que les llevaron a promover o
apoyar su muerte en ejecuciones sumarias. Es lo que quieren hacer con Él, les
advierte Jesús a sus oyentes. La misma violencia con que actuaron sus
antepasados les llevará a darle muerte.
Completarán así la historia del rechazo a los enviados de Dios, porque
Él es el mensajero definitivo, portador de la salvación, que les transmitió la
llamada definitiva a la conversión. Es el tema de la parábola de los viñadores
homicidas, ya propuesta por Jesús (Mt
22,1-14). Es el colmo al que llegarán los fariseos: rendir homenaje a los
antiguos profetas y matar al mesías que ellos anunciaron.
Jesús, en este punto, no duda en emplear las amenazas que Juan
Bautista dirigió a sus interlocutores (Mt 3,7). Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparán a la condenación del fuego
que no se apaga? La realización de este anuncio se cumple ahora en Jesús y
en sus enviados, los evangelizadores, que serán igualmente perseguidos como los
profetas, maestros y sabios de Israel, desde el justo Abel hasta Zacarías, cuya
sangre cayó sobre el altar.
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