P. Carlos Cardó SJ
Entierro de San Esteban, óleo
sobre tabla de Juan de Juanes (1560 – 1565), Museo del Prado, Madrid
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles:"Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre, a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará".
La fiesta de San Esteban, el 26 de
diciembre, tiñe de rojo la navidad. Es el primer mártir del cristianismo, el
primero que selló con su sangre la fe en Jesús. San Ignacio de Loyola en sus
Ejercicios Espirituales hace contemplar el misterio del nacimiento de Cristo
desde esta perspectiva: “Mirar y considerar lo que hacen (Nuestra Señora y
José), así como es el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma
pobreza, y al cabo de tantos trabajos, de calor y de frío, de injurias y
afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí” (Ejercicios, 116).
La falta de posada, las
condiciones tan precarias en que nace y el tener que ser recostado en un
pesebre (Lc 2,7) se proyectan hasta
la extrema indefensión y soledad de su crucifixión. Inicio y fin se tocan. Como
fue el principio así será el final. “¡Y todo esto por mí!”.
Así quiso Dios realizar la
salvación del mundo. Y Jesús, su Hijo, asumió libremente este destino que había
sido ya simbolizado por el profeta como el propio del Cordero que es llevado al
matadero (Is 53,7). Siervo inocente
soporta sobre sí la violencia del mal y, sin devolverlo, vence al mal.
Una multitud de testigos suyos lo
seguirán (Hebr 12,1), dispuestos a
identificarse con Él en su estilo de vida y también en una muerte como la suya.
Recordarán que la suerte del Maestro ha de ser la del discípulo y si lo
persiguieron a Él, a ellos también los perseguirán (Jn 15,20). Los entregarán a
los tribunales… como hicieron con Él.
Los que intentan apagar la verdad
con la injusticia no soportarán su forma de ser, que contradice radicalmente lo
que ellos viven. El justo con su sola presencia desenmascara la mentira del
corrupto, que no tiene más remedio que hacerlo callar o hacerlo desaparecer de su vista. Y así ha
venido ocurriendo en la historia del cristianismo, desde Juan Bautista,
degollado por Herodes, y desde Esteban, el diácono lleno de gracia y de poder,
que hacía signos y prodigios en favor
de los necesitados, que fue examinado con
atención por las autoridades del pueblo y su rostro les pareció como el de un
ángel, pero amotinaron a la gente contra él para que lo apedrearan porque no pudieron contradecir la sabiduría y el
espíritu con que hablaba (Hechos 6, 8-15).
Mártir significa testigo. Darán testimonio, había anunciado Jesús. La sangre derramada sella como supremo
testimonio la determinación de vivir hasta el final los valores que el Maestro
transmitió. Con su martirio, el testigo fiel demuestra que esos valores por los
cuales ha vivido, valen más que la vida.
Por eso puede morir en paz, seguro
de que el Espíritu hablará en su
favor. En el peligro, no le
arrebatará ningún espíritu de miedo o de egoísmo, de odio o de violencia, sino
el Espíritu de Dios, espíritu de amor que actúa en los corazones, e infunde el
coraje (¡mucho más fuerte y eficaz que el de la venganza!) para perdonar
incluso a los que lo persiguen.
El espíritu del mundo, espíritu de
injusticia y de conflicto, seguirá extendiendo su influjo aparentemente
invencible. Por Él, el hermano entregará
al hermano a la muerte; se levantarán los hijos contra los padres y los matarán…
La falta de moral ataca las raíces de la vida, destruye la convivencia, mata
los afectos y los sentimientos. Pero el Espíritu de Cristo se abre paso y
asegura la victoria porque ya la anticipó y desplegó para siempre al resucitar
a Jesús de entre los muertos. El amor es más fuerte.
Quien se mantiene en esta fe que
vence al mundo, ese se salvará.
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