P.
Carlos Cardó SJ
Predicación
de San Juan Bautista, óleo sobre lienzo de Giovanni Battista Gaulli “Baciccio”
(1690), Museo del Louvre, París
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En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente:"Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habría de venir. El que tenga oídos que oiga".
El evangelio de Mateo reivindica a Juan Bautista, lo introduce en
cierto modo como inicio del tiempo definitivo de la revelación plena de Dios y
de la realización de su obra salvadora. Lucas, en cambio, lo pone todavía en el
Antiguo Testamento, como la culminación del tiempo de la preparación y de la
espera. Son diversas valoraciones de su figura que, quizá tienen que ver con la
relación existente entre los cristianos y los remanentes que quedaban aún de
los seguidores del Bautista.
Entre
los hijos de mujer, nadie hay mayor que él… Juan
es presentado por encima de Abraham, de Moisés, de Elías, superior a los
patriarcas y los profetas, más alto no se le puede poner en la historia del
pueblo de Israel. Juan vio y dio testimonio de lo que las grandes figuras del
Antiguo Testamento desearon ver y no vieron. En él concluye el camino hacia el
Mesías, que vendría a dar cumplimiento a las promesas de salvación dadas por
Dios.
Sin embargo, el más pequeño
en el reino de los cielos es más que Juan. La razón es que el creyente en
Jesús, por pequeño que sea, ya está inserto en el tiempo mesiánico definitivo, ya
forma parte de la casa de los hijos, mientras que Juan, aunque descuelle como
un gran profeta, forma parte todavía de la etapa preparatoria. Él tiene también
que dar el paso de la fe, que lo pone en el seguimiento de Cristo y le da
acceso al reino. Juan lo hizo y en ello reside su mayor gloria.
El
reino padece violencia. Se discute el sentido de esta
frase. Unos la entienden como que el reino de Dios se abre paso con violencia,
rompiendo esquemas, contradiciendo modos de pensar, hábitos y tradiciones opuestos
a los valores que trae consigo; otros, leen la frase en pasiva: hay que hacerse
violencia para poder ser merecedor del reino.
Ambas interpretaciones son correctas y complementarias porque el
reino es una realidad que entra en conflicto frontal con todas las fuerzas del
mal, que lo contradicen y combaten, y porque sólo se entra en él empeñándolo
todo pues es el valor supremo, por encima de todas cosas.
El mundo desata toda su violencia contra quienes buscan el reino
de Dios porque su palabra y su conducta contradicen las injusticias e inmoralidades
sobre las que basa su progreso. Es lo que le ocurrió a Juan Bautista y a Jesús
y a todos los justos, desde el inocente Abel hasta el último, Zacarías, que fue
asesinado entre el altar de los sacrificios y el santuario (Lc 11, 51; Mt 23, 35).
El reino de Dios es de los pobres, humildes y de los que lloran,
pero a la vez es de los pacíficos que, con su fortaleza y capacidad de
resistencia, llegan a soportar toda suerte de violencia, sin devolverla, llegan
a poner la otra mejilla o ir al martirio cantando las alabanzas de Dios. No te dejes vencer por el mal, vence el mal
a fuerza de bien, dice san Pablo (Rom
12, 21).
Desde el anuncio de la venida del reino de Dios, éste no ha dejado
de desplegar y manifestar sus fuerzas de transformación de la realidad personal
y social. Hay hombres y mujeres que acogen ese anuncio y ponen todo su esfuerzo
en hacer realidad el reinado de Dios en sus vidas y contribuir
para que se establezca en el mundo.
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