P. Carlos Cardó SJ
Santas mujeres en el sepulcro,
fresco de Fra Angelico (Beato Angelico di Pietro da Muguello Gui), (1441),
Convento de San Marcos, Florencia, Italia
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Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
Las
mujeres han ido al sepulcro. En vez de una piedra que sella las sombras de la
muerte, un resplandor como de relámpago ha dejado como muertos a los guardias y
una voz celestial las ha invitado a ellas a entrar al sepulcro vacío y
comprobar que, en efecto, ¡No está aquí,
ha resucitado como lo había dicho!
Vayan, les ordena.
La Palabra que las anima a entrar, las impulsa también a salir para anunciar a
los discípulos: Ha resucitado de entre
los muertos y va camino de Galilea; allí lo verán. Y mientras obedecen con
una mezcla de temor y alegría, Jesús les sale al encuentro. Ellas lo abrazan y
lo adoran. Pero el Señor, reconocido al fin, las envía de nuevo a sus hermanos;
porque es ahí, justamente, en la fraternidad, en la unión y en el servicio,
donde se le encuentra.
El
lugar definitivo de su presencia no está en los aledaños de la tumba, ni en el
atrio del templo, ni en la ribera del Jordán, ni entre quienes comercian con la
muerte. El Señor nos espera en Galilea, en nuestra Galilea, que es el espacio
de nuestra vida cotidiana y de nuestras relaciones fraternas, sobre todo con
los pobres, en quienes Él quiere ser servido.
Los
guardias que custodian el sepulcro y han visto moverse la piedra, van a referir
a las autoridades lo sucedido. Éstas se reúnen en consejo y deciden sobornarlos
con dinero. El dinero siempre ha sido el instrumento para perversas
estrategias. Ya les ha servido en el caso de Judas. Ahora lo usarán para hacer
correr la ridícula historia del robo nocturno del cadáver a fin de explicar así
el sepulcro vacío y neutralizar los efectos peligrosos de lo sucedido: Digan que sus discípulos fueron de noche y
robaron el cuerpo mientras ustedes dormían. Ellos toman el dinero y ejecutan
la orden, y ésta es la versión que ha
corrido entre los judíos hasta hoy.
Las
mujeres fueron al sepulcro a honrar un cadáver y recordar. El anuncio de la
resurrección del Señor las hizo buscar donde realmente Él está. Asimismo
nuestra experiencia de la Pascua no puede consistir únicamente en un piadoso
recuerdo o en el conocimiento de una filosofía de la vida, o de unas enseñanzas
morales.
La
fe en la resurrección propicia en nosotros la búsqueda y el encuentro con una
persona viva que nos transforma, nos saca de nosotros mismos y nos envía a
anunciar la buena noticia de que la muerte y el mal de este mundo no tienen la
última palabra.
Alégrense... No tengan miedo, es el mensaje que hay que
transmitir. La paz y la alegría son los signos inequívocos de la
resurrección de Cristo, en la que hemos sido incluidos.
Muerte y vida
trabaron singular combate
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
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