La pesca milagrosa, témpera sobre madera de Konrad Witz (1444), Museo de
Arte e Historia de Ginebra, Suiza
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Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?".Ellos respondieron: "No". El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto con la muchedumbre de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!".
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer".
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
El Resucitado se hace presente en la pesca, que representa la labor
evangelizadora de la Iglesia, y en la comida, que sigue a la pesca y representa
a la eucaristía, principio y fin de la misión.
Estaban juntos. Ya no Doce, sino siete, número que simboliza totalidad y apunta
a la universalidad de la Iglesia. Se menciona a Pedro que, a pesar de las
negaciones, sigue siendo el apóstol destinado a guiar, en nombre de Jesús, a la
comunidad. Su autoridad tendrá que estar inspirada por el amor al Señor, buen
pastor (Jn 10, 1-18).
Voy a pescar, dice
Pedro. Es la misión de la comunidad. Su iniciativa arrastra. Salieron,
pero aquella noche no pescaron nada. Sin el Señor, y de noche, la labor es
infecunda, como les había dicho: porque sin mí, no pueden hacer nada (15,5). El trabajo sin unión a Jesús
no rinde. Ni siquiera saben dónde echar la red. El Señor se lo dirá y recogerán
fruto abundante.
Cuando amaneció. Cristo es la luz del mundo, aurora
del sol que nace de lo alto. Su resurrección es el alba de los cielos nuevos y
la tierra nueva. Pero ellos, concentrados en su esfuerzo, no reconocen la obra
y el triunfo del Señor.
Muchachos, hijitos (13,33), les dice con el
afecto inconfundible de siempre. ¿Tienen
pescado? Ellos responden secamente: No, mostrando toda su decepción. Echen la red a la derecha, les ordena. Lograrán fruto si
siguen la enseñanza del Señor.
Y obtuvieron una muchedumbre de peces. No dice una gran cantidad, sino una muchedumbre
porque la pesca simboliza la comunidad de fieles, reunidos por la
predicación de la Iglesia. Y a pesar de ser tantos los rescatados para Cristo,
la red de la Iglesia no se rompe, porque cuenta con las promesas de Jesús
(17,21-24).
La pesca concluye con una comida que, por la forma como está
narrada, es una alusión clara a la eucaristía. Vengan a comer. El evangelista Juan quiere hacernos conscientes de
la presencia permanente de Cristo Resucitado en el banquete de la eucaristía.
Traemos a ella nuestro pan y nuestro vino pero Él es nuestro anfitrión. Iniciativa
divina y acción humana se juntan. Jesús nos ofrece el don de su cuerpo, y el comerlo
nos asimila a Él, en su vida y en su misión de dar vida.
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