P. Carlos Cardo, SJ
Lavatorio de los pies, fresco de Giotto (1304-06), capilla de los Scrovegni, Padua, Italia |
En aquel tiempo, después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: "Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo Soy.Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado".
No es el siervo
(esclavo) mayor que su señor… No es que llame siervos a sus discípulos,
a quienes les ha lavado los pies, poniéndolos a su nivel, él, su Maestro y
Señor. Lo que pretende con la frase es hacerles ver la arrogancia e insensatez
que sería pretender vivir sin seguir su ejemplo.
Él
les ha enseñado dónde deben encontrar la verdadera grandeza. Pueden recordar
las veces que Jesús les dijo que deben estar siempre dispuestos a servir, como
lo hizo él al ponerse a lavarles los pies. La grandeza de Jesús como señor ha quedado
de manifiesto en el hacerse servidor de todos, no en ponerse por encima de los
demás y dominar. La frase que traen los Sinópticos sobre lo que significa ser
el primero en la comunidad, ha debido ser una enseñanza continua de Jesús a sus
discípulos: Ya saben que los que figuran
como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y sus dirigentes las
oprimen. Nada de esto se ha de dar entre ustedes, sino que el que quiera ser el
primero, hágase el servidor de los demás (Mc 10, 42 s.).
Ellos
son sus enviados, sus apóstoles. Es la primera vez que en Juan aparece este
término. La grandeza del apóstol ha de ser la de quien lo envía, que se plasma en
el servicio que ofrece. No tiene ningún sentido buscar en la comunidad
(Iglesia) otro tipo de grandeza. Pretensiones así no deben tener cabida en el
ánimo del apóstol ni se deben permitir en la comunidad de los discípulos.
Pero
no es un ánimo empequeñecido lo que Jesús promueve en sus seguidores. La
motivación es ser felices: Si hacen esto,
serán felices. Es la bienaventuranza prometida al servicio, que Jesús les
garantiza. Recordando su ejemplo, el apóstol Pedro resumirá lo que hizo Jesús
con estas palabras: Pasó haciendo el bien
(Hech 10, 38) y liberando a la gente con el poder del Espíritu Santo. Y la
palabra de Jesús que le quedará grabada a Pablo como norma de su trabajo es: Hay más felicidad en dar que en recibir
(Hech 20, 35).
A
continuación, Jesús advierte –seguramente con el ánimo conturbado– que no todos
sus discípulos serán felices, no todos experimentarán la bienaventuranza ligada
al servicio. Por eso dice: No estoy
hablando de todos ustedes; yo sé muy bien a quiénes elegí. Y hace una
velada alusión a Judas. Estas palabras reflejan la preocupación del Maestro por
salvar a su discípulo traidor. Conoce a quienes eligió y a todos los ama, sin
excluir a ninguno.
No puede excluir a nadie, no sería el Hijo de Dios. Se
excluye quien traiciona y eso estaba previsto: El que come mi pan, se ha puesto en contra mía. Es una cita
modificada del Salmo 41,10. El original expresa mucho más el sentimiento de
quien la dice: Incluso mi amigo, de quien
yo me fiaba, y que compartía mi pan, es el primero en traicionarme. Se
puede estar en la cercanía más íntima con el Señor, gozar de su confianza y comer
su pan, y no obstante dejarse oscurecer la mente hasta traicionar. Pero esa
misma Escritura que menciona la traición habla continuamente del amor fiel e
inquebrantable de Dios por su pueblo desleal y por cada uno de sus hijos, aun
cuando le sean infieles.
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