lunes, 8 de febrero de 2021

Sumario de la actividad de Jesús (Mc 6, 53-56)

 P. Carlos Cardó SJ

Cristo en la piscina de Bethesda, óleo sobre lienzo de Artus Wolffort (primera mitad delsigle XVII), colección privada vendida por Christies en 2008, Londres

Terminada la travesía, llegaron a Genesaret y amarraron allí la barca. Apenas se bajaron, la gente lo reconoció, y corrieron a dar la noticia por toda aquella región.

Empezaron a traer a los enfermos en sus camillas al lugar donde él estaba, y en todos los lugares adonde iba, pueblos, ciudades o aldeas, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejara tocar al menos el fleco de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.

Los discípulos no habían reconocido a Jesús cuando remaban desesperados en medio del lago y creyeron que era un “fantasma” –no habían comprendido “lo de los panes”, símbolo con el qué quiso identificarse y expresar lo que hace por nosotros (vv 49-52). Aquí, en cambio, la gente sencilla sí lo reconoce y corre a su encuentro. Han oído que libra de enfermedades, que da a comer su pan. Son pobres y enfermos, agobiados por algún mal físico o moral.

Con esta “multitud” Jesús inicia el nuevo pueblo. Donde aparece la debilidad, representada en la afluencia de pobres y necesitados que esperan su salvación, nace la vida nueva de la comunidad cristiana. La Iglesia es comunidad de débiles y pecadores. En ella nos liberamos de nuestras miserias, miedos y desconfianzas.

Querían tocarlo, dice el texto. Sus manos expresan lo que desean alcanzar de Él. Todos llevan consigo una expectativa y saben que Él los atenderá. Su confianza los mueve a “tocar” para comunicarle a Jesús lo que quieren de Él y sentirse a la vez tocados por Él y por su poder que libera. Es la fe de la hemorroísa que tocó el borde de su manto y quedó “salvada”, como le dijo Jesús: Hija tu fe te ha salvado. Es la fe de nuestro pueblo sencillo que siempre quiere tocar las imágenes ante las cuales ora: tocar, experimentar, sentir el misterio. La fe es eso: una experiencia vivencial de estar con alguien.

Esto ocurre en nosotros. No podemos tocar físicamente, pero sí en la fe. Por ella nos adherimos a Cristo resucitado, sentimos su poder. En la Eucaristía tocamos su cuerpo; Él  nos congrega, alimenta y sana; nos hace comunidad abierta a los que sufren, y nos envía a repetir sus gestos, que brotan de su misericordia y son los signos del reino de Dios entre nosotros.

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