P. Carlos Cardó SJ
En aquellos días se reunió otra vez mucha gente y no tenían qué comer. Llamó a los discípulos y les dijo: "Me compadezco de esta gente, ya llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer. Si los despido a casa en ayunas, desfallecerán por el camino; y algunos han venido de lejos".
Le contestaron los discípulos: "¿De dónde sacaríamos panes para alimentarlos aquí, en despoblado?".
Les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis?". Respondieron: "Siete".
Ordenó a la gente que se recostara en el suelo. Tomó los siete panes, dio gracias, los partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos pocos pescaditos. Los bendijo y mandó que los sirvieran. Comieron hasta quedar satisfechos, y recogieron las sobras en siete cestos. Eran unos cuatro mil. Los despidió y enseguida embarcó con los discípulos y se dirigió al territorio de Dalmanuta.
Marcos retoma con este relato el tema de la autorrevelación de
Jesús como pan que se entrega para dar
vida. De todos los símbolos con los
que identificó (la luz, la vid, la puerta, el pastor, el camino…), éste es el que
mejor expresa su modo de existir para los demás y su misión de salvar dando su
vida. El pan es vida, la falta de pan es muerte. La razón de ser del pan es el
ser comido: el pan se rompe, se reparte, se consume… y da vida. De lo
contrario, se corrompe y no sirve para nada. Además, si se acumula y no se
reparte, deja de ser un bien porque genera diferencias injustas.
Los discípulos no comprendieron el significado del pan. Por eso,
quizá, Marcos pone de nuevo la multiplicación ya relatada en 6, 34ss. Al mismo
tiempo la intención del evangelista es hacer reflexionar sobre el significado
central que tiene la Eucaristía en la vida cristiana: la palabra se hace pan;
el Señor, pan de vida eterna, se entrega; la comunidad comparte su pan y hace
presente al Señor; en la actitud del cristiano que se entrega al servicio de
los demás, se reconoce también al Señor.
En esta segunda multiplicación de los panes se destaca más la
compasión de Jesús por la multitud hambrienta y en especial por los que vienen de lejos porque se pueden desmayar en el camino. Pueden verse aquí los paganos, la
mujer sirofenicia, el sordomudo, los invitados a participar en el convite del “pan
de los hijos” en la Iglesia. Y justamente por querer subrayar más la
universalidad, no se alude al desierto ni a los aspectos mesiánicos de la
primera multiplicación de los panes, que tenían un claro contenido judaico.
Otra diferencia con el primer relato es que aquí Jesús es quien toma
la iniciativa e invita a sus discípulos a dar de comer a la multitud. Tomó luego los siete panes, pronunció la
acción de gracias, los partió y se los iba dando a sus discípulos para que los
repartieran (v.6). Puede verse una alusión a las palabras de Jesús en la
última cena y al relato que hace Pablo de la institución de la eucaristía en 1Cor
11,24.
Los discípulos no entienden, no saben cómo hallar pan, ven
imposible para ellos (y para Jesús) dar de comer a una multitud tan grande.
Parecen no haber estado presentes en la primera multiplicación de los panes.
Siguen pensando en la dificultad de comprar en despoblado.
Además, esta multitud –a diferencia de la anterior– parece
compuesta principalmente por extranjeros. Los discípulos siguen pensando en el “pan
de los hijos” que no se puede dar a los paganos, como se pensó en el caso de la
mujer sirofenicia. Pero Jesús les ha dicho: No
tienen nada para comer, esperando que la experiencia que han tenido de la
primera multiplicación de los panes para la multitud judía les haga tener la
misma compasión y los mueva a hallar solución por sí mismos. Tienen que compartir
lo que tienen: los siete panes, es
decir, todo, siete es totalidad. La solidaridad debe ser plena.
Eran
unos cuatro mil. Número múltiplo de cuatro que
simboliza también totalidad y universalidad. La multitud, congregada de los
cuatro puntos cardinales, ha de ser servida por los discípulos. Vayan a todas partes, les dirá. El
evangelio ha de ser predicado en todas las naciones, a los cuatro vientos. Si
han de ser generosos hasta darlo todo (sus siete panes), han de demostrar
también un amor universal (a los cuatro mil).
En síntesis: aprender el significado del pan es fundamental para
reconocer al Señor y para vivir la vida cristiana auténtica. Lo entendieron muy
bien los primeros cristianos: Lo tenían
todo en común; quienes tenían, propiedades o bienes los vendían y compartían
con todos, según las necesidades de cada uno (Hech 2). Tenían un solo corazón y una
sola alma y nadie consideraba como propio lo que tenía sino que todo lo tenían
en común (Hech 4,32).
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