lunes, 14 de septiembre de 2020

Curación del siervo del oficial romano (Lc 7, 1-10)

P. Carlos Cardó SJ

Cristo cura al sirviente del centurión, óleo sobre lienzo de Sebastiano Ricci (siglo XVIII), Galería Nacional de Praga, República Checa

Cuando terminó de enseñar al pueblo con estas palabras, Jesús entró en Cafarnaún.

Había allí un capitán que tenía un sirviente muy enfermo al que quería mucho, y que estaba a punto de morir. Habiendo oído hablar de Jesús, le envió algunos judíos importantes para rogarle que viniera y salvara a su siervo.

 Llegaron donde Jesús y le rogaron insistentemente, diciéndole: «Este hombre se merece que le hagas este favor, pues ama a nuestro pueblo y nos ha construido una sinagoga».

Jesús se puso en camino con ellos. No estaban ya lejos de la casa, cuando el capitán envió a unos amigos para que le dijeran: «Señor, no te molestes, pues ¿quién soy yo, para que entres bajo mi techo? Por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente donde ti. Basta que tú digas una palabra y mi sirviente se sanará. Yo mismo, a pesar de que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le ordeno a uno: "Vete", va; y si le digo a otro: "Ven", viene; y si digo a mi sirviente: "Haz esto", lo hace».

Al oír estas palabras, Jesús quedó admirado, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: «Les aseguro, que ni siquiera en Israel he hallado una fe tan grande».

Y cuando los enviados regresaron a casa, encontraron al sirviente totalmente restablecido

Este pasaje viene después del largo discurso de Jesús a sus discípulos, que Mateo (Mt 5, 1) sitúa en un monte y Lucas en un llano (Lc 6, 17). Se puede suponer que la intención de Lucas al ponerlo en esta parte de su evangelio es hacer ver la eficacia de la palabra de Jesús para animar a sus oyentes a confiar en ella y asumirla como guía de sus vidas.

Jesús ha anunciado la buena noticia de la salvación para los pobres; la acción que va a realizar ahora será un signo de que la salvación prometida ha comenzado ya a manifestarse. Ha transmitido una serie de principios que tienen que ver con el amor universal, incluso a los enemigos, con la apertura y solidaridad, el respeto mutuo y el perdón; todo ello como contenido práctico de la fe en Él y del modo de vivir como verdadero discípulo suyo.

Ahora, todos esos valores y principios normativos aparecerán en el diálogo de Jesús con los enviados de un oficial pagano, en la fe humilde y confiada de éste, en la curación que Jesús va a realizar como respuesta a la fe del pagano, y en el proponerlo como modelo de creyente para los discípulos y para todo Israel.

Lucas, a diferencia de Mateo (cf. Mt 8, 5), presenta al oficial romano como un benefactor de los judíos de Cafarnaum, para quienes ha construido la sinagoga. Se trata, pues, de una persona que, aunque no pertenezca al pueblo escogido de Israel, hace el bien y reconoce la autoridad de Jesús como enviado de Dios. Pero lo que más resalta es su actitud de humildad y de confianza absoluta: Señor, no te molestes, yo no soy digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a presentarme personalmente a ti; pero basta una palabra tuya para que mi criado quede sano.

Es un militar, un centurión que tiene cien soldados a sus órdenes, pero reconoce la superioridad de la autoridad de Jesús. Frente a ésta y al poder de su palabra, con el que puede vencer a la enfermedad aun sin hacerse presente, la autoridad del oficial no es nada: Yo no soy más que un subalterno…, dice. La conclusión del pasaje es el asombro que le causa a Jesús esta actitud del pagano y que le lleva a afirmar: Les digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.

La comunidad cristiana que conservó este relato vio claramente en el centurión romano el modelo y camino a seguir para creer verdaderamente en Jesús y hacer efectivo el poder de su palabra en sus vidas. Confió que Jesús podía curar a su criado, reconoció que era el enviado de Dios y que obraba con su autoridad, se situó ante Él sin pretensión alguna, sintiéndose pequeño frente a la autoridad de Jesús, y le manifestó una adhesión, que fue más allá del favor que esperaba obtener. Se podría decir, entonces, que el verdadero “milagro”, es decir, lo que más admiración causa, es este hombre pagano que viene a la fe.

La versión más antigua de este pasaje es la que consigna Mateo en su evangelio (8, 5-13). Lucas posteriormente la modifica un poco para poner con mayor énfasis la idea de la universalidad del mensaje cristiano y de la llamada de todos los pueblos  a la fe y a la salvación. El oficial romano de Cafarnaum es presentado como el modelo de los no judíos que reciben la invitación y entran a la comunidad eclesial de los que creen en Jesucristo. Por su parte los cristianos pueden aprender la fe y humildad del centurión y la acogida misericordiosa de Jesús a él y a todos sin distinción.

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