P. Carlos Cardó SJ
Cuando terminó de enseñar al pueblo con estas palabras, Jesús entró en Cafarnaún.
Había allí un capitán que tenía un sirviente muy enfermo al que quería mucho, y que estaba a punto de morir. Habiendo oído hablar de Jesús, le envió algunos judíos importantes para rogarle que viniera y salvara a su siervo.
Llegaron donde Jesús y le rogaron insistentemente, diciéndole: «Este hombre se merece que le hagas este favor, pues ama a nuestro pueblo y nos ha construido una sinagoga».
Jesús se puso en camino con ellos. No estaban ya lejos de la casa, cuando el capitán envió a unos amigos para que le dijeran: «Señor, no te molestes, pues ¿quién soy yo, para que entres bajo mi techo? Por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente donde ti. Basta que tú digas una palabra y mi sirviente se sanará. Yo mismo, a pesar de que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le ordeno a uno: "Vete", va; y si le digo a otro: "Ven", viene; y si digo a mi sirviente: "Haz esto", lo hace».
Al oír estas palabras, Jesús quedó admirado, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: «Les aseguro, que ni siquiera en Israel he hallado una fe tan grande».
Y cuando los enviados regresaron a casa, encontraron al sirviente totalmente restablecido
Este pasaje viene después del largo
discurso de Jesús a sus discípulos, que Mateo (Mt 5, 1) sitúa en un monte y Lucas en un llano (Lc 6, 17). Se puede suponer que la
intención de Lucas al ponerlo en esta parte de su evangelio es hacer ver la
eficacia de la palabra de Jesús para animar a sus oyentes a confiar en ella y
asumirla como guía de sus vidas.
Jesús ha anunciado la buena
noticia de la salvación para los pobres; la acción que va a realizar ahora será
un signo de que la salvación prometida ha comenzado ya a manifestarse. Ha
transmitido una serie de principios que tienen que ver con el amor universal,
incluso a los enemigos, con la apertura y solidaridad, el respeto mutuo y el
perdón; todo ello como contenido práctico de la fe en Él y del modo de vivir como
verdadero discípulo suyo.
Ahora, todos esos valores y
principios normativos aparecerán en el diálogo de Jesús con los enviados de un
oficial pagano, en la fe humilde y confiada de éste, en la curación que Jesús
va a realizar como respuesta a la fe del pagano, y en el proponerlo como modelo
de creyente para los discípulos y para todo Israel.
Lucas, a diferencia de Mateo (cf. Mt 8, 5), presenta al oficial romano como
un benefactor de los judíos de Cafarnaum, para quienes ha construido la
sinagoga. Se trata, pues, de una persona que, aunque no pertenezca al pueblo
escogido de Israel, hace el bien y reconoce la autoridad de Jesús como enviado
de Dios. Pero lo que más resalta es su actitud de humildad y de confianza
absoluta: Señor, no te molestes, yo no
soy digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a presentarme
personalmente a ti; pero basta una palabra tuya para que mi criado quede sano.
Es un militar, un centurión que
tiene cien soldados a sus órdenes, pero reconoce la superioridad de la
autoridad de Jesús. Frente a ésta y al poder de su palabra, con el que puede
vencer a la enfermedad aun sin hacerse presente, la autoridad del oficial no es
nada: Yo no soy más que un subalterno…,
dice. La conclusión del pasaje es el asombro que le causa a Jesús esta actitud
del pagano y que le lleva a afirmar: Les
digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.
La comunidad cristiana que
conservó este relato vio claramente en el centurión romano el modelo y camino a
seguir para creer verdaderamente en Jesús y hacer efectivo el poder de su
palabra en sus vidas. Confió que Jesús podía curar a su criado, reconoció que
era el enviado de Dios y que obraba con su autoridad, se situó ante Él sin pretensión
alguna, sintiéndose pequeño frente a la autoridad de Jesús, y le manifestó una
adhesión, que fue más allá del favor que esperaba obtener. Se podría decir,
entonces, que el verdadero “milagro”, es decir, lo que más admiración causa, es
este hombre pagano que viene a la fe.
La versión más antigua de este
pasaje es la que consigna Mateo en su evangelio (8, 5-13). Lucas posteriormente
la modifica un poco para poner con mayor énfasis la idea de la universalidad
del mensaje cristiano y de la llamada de todos los pueblos a la fe y a la salvación. El oficial romano
de Cafarnaum es presentado como el modelo de los no judíos que reciben la
invitación y entran a la comunidad eclesial de los que creen en Jesucristo. Por
su parte los cristianos pueden aprender la fe y humildad del centurión y la
acogida misericordiosa de Jesús a él y a todos sin distinción.
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