P.
Carlos Cardó SJ
El
avaro y la muerte, óleo sobre tabla de Frans Francken el Joven (1625), Museo da
Cidade “Quiñones de León”, Vigo, España
Jesús dijo: "No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar. Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos están malos, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Y si tu fuente de luz se ha oscurecido, ¡cuánto más tenebrosas serán tus tinieblas!".No amontonen tesoros en esta tierra… Amontonar se opone a compartir. Amontonar en la tierra es caduco. Amontonen tesoros en el cielo significa actúen con los valores que no perecen, mirando siempre a Dios. No significa despreciar los bienes como si fueran malos ni descuidar el dinero. Significa usar los bienes materiales con la libertad de poder dejarlos cuando convenga. Es no depender del dinero ni poner toda la seguridad en él. Los bienes son medios, no absolutos. Pero hay una tendencia idolátrica en el hombre, que le lleva a sobrevalorar tanto las cosas, hasta acabar sometiéndose a ellas como a ídolos. Jesús inculca la buena disposición para compartir. Sin ella, los bienes dividen a los hermanos y se ofende al plan del Creador.
Con el dinero, medio necesario para sostener la vida, podemos
hacer el bien o podemos hacer el mal. El dinero es malo cuando se adquiere
injusta o inicuamente, cuando se emplea para fines malos o se acumula para el
disfrute egoísta, sin tener en cuenta la suerte de aquellos que podrían
beneficiarse también con él.
La acumulación egoísta, abusiva e improductiva es contraria a la
voluntad de Dios. Hay que administrar el dinero conforme a la voluntad de Dios.
Así, mientras el rico egoísta se llena de enemigos, quien administra bien sus
bienes para que sirvan al desarrollo de su pueblo, para que den trabajo a la
gente y para resolver las necesidades de los pobres, esa persona es justa, se
gana multitud de amigos y se le recordará por el bien que ha hecho.
Tesoro
en el cielo. Los judíos evitaban nombrar a Dios; preferían decir “cielo” para
referirse a Él; por eso, “amontonar tesoros en el cielo” quiere decir: procurar
que Dios sea tu tesoro. El verdadero tesoro no es lo que tienes, sino lo que
das y compartes. Quien da al pobre le
hace un préstamo a Dios (Prov 19, 17).
Los bienes y, más concretamente, el dinero, son medios que han de
ser utilizados para fines buenos. Y la Iglesia, basada en la Escritura, siempre
ha afirmado y defendido la finalidad social de los bienes creados.
La persona justa y sabia se preocupa por adquirir los tesoros del
cielo. Consciente de que aquello que se valora como el tesoro cautiva al corazón
y se convierte en la motivación más profunda y dominante, se preocupará por
poner a Dios por encima de todo y por guiarse en todos sus actos por la
obediencia a la voluntad del Padre del cielo.
Lámpara
de tu cuerpo es el ojo. De dentro de la persona, de su
corazón, salen las buenas intenciones, afectos y motivaciones que orientan la
conducta. Si el ojo es puro, la
persona mira, aprecia y busca lo bueno; sus juicios son justos. Si tu ojo está enfermo por la envidia,
la doblez y la mala intención, tus decisiones serán malas o erróneas.
El ojo sano refleja la luz de Dios, es iluminado por el Espíritu, cuyos
efectos en la persona son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad,
fe, mansedumbre y dominio de sí (Gal 5, 22).
Cuando las intenciones del corazón son malas, y la luz interior de la persona se
apaga, se oscurece su modo de ver las cosas, de pensar, valorar, obrar. ¡Qué grande será su oscuridad!, dice Jesús. Las malas intenciones le
llevarán a decisiones y comportamientos erróneos, que no reflejarán amor a los
demás ni búsqueda del bien común.
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