viernes, 28 de junio de 2019

El Buen Pastor y la oveja perdida (Lc 15, 3-7) – Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús

P. Carlos Cardó SJ
Sagrado corazón de Jesús, óleo sobre lienzo de Pompeyo Batoni (1760), Iglesia del Gesù (Iglesia de Jesús), Roma
Entonces Jesús les dijo esta parábola: «Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: "Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido". Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse».
Las parábolas de la misericordia, o parábolas de “lo perdido”, del cap 15 de Lc, son una invitación a la alegría por recuperar lo perdido. Subrayan el hecho de que Dios nos ha amado en Cristo de modo incondicional e irreversible, no porque seamos buenos, sino porque Él mismo es bueno y fuente de bondad y misericordia.
A través del símbolo del Buen Pastor nos acercamos a lo que es más nuclear en la persona de Jesús: Jesús supo amar de verdad, su amor no fue una cuestión coyuntural, simplemente, sino el mismo amor con el que Dios-Padre ama a todos los hombres y mujeres del mundo.
La parábola del Pastor que sale a buscar a la oveja perdida nos llama a hacer nuestros los sentimientos de su corazón y a obrar con su mismo amor. Es la llamada a hacer lo mismo que hizo Jesús: ser compasivo y misericordioso. Vista en dimensión eclesial, la parábola del Buen Pastor, recuerda a la comunidad de los discípulos que tiene el deber de hacer visible el estilo de Dios como Jesús lo ha manifestado y puesto en práctica. Invitación a hacer sitio a los que vienen de fuera, a alegrarse de su venida.
La liturgia pone este texto del evangelio en la Fiesta del Corazón de Jesús. Nos invita así a apreciar y hacer nuestros los sentimientos del corazón de Jesús, Buen Pastor. A través del símbolo del Corazón nos acercamos a Él desde aquello que es lo más nuclear de su persona: Jesús fue aquel que supo amar de verdad, aquel cuyo corazón fue un corazón misericordioso. Su amor no fue simplemente una cuestión coyuntural, fue el mismo amor con el que Dios-Padre ama siempre y sin interrupción a todos los hombres y mujeres del mundo porque son sus hijos.
El culto al Corazón del Señor nos lleva a hacer del amor mismo de Jesús —que es el amor con que el Padre le amó, y que vive en nosotros por el Espíritu— el medio en que nos movemos y actuamos. Es lo que en el evangelio de Juan se expresa como permanecer (o habitar) en su amor. Esto se expresa concretamente en el empeño por hacer lo mismo que hizo Jesús, ser compasivo y misericordioso. Visto en dimensión eclesial, el culto al Corazón de Cristo, recuerda a la comunidad de los discípulos que tiene el deber de hacer visible el estilo de Dios como Jesús lo ha manifestado y puesto en práctica.
Pedirle al Señor en la oración llegar a tener un corazón semejante al suyo significa ser hombres y mujeres que procuran encarnar realmente su amor en la búsqueda continua de quien se encuentra solo o perdido, porque eso era lo que distinguía al corazón del Buen Pastor.
Contemplar al Corazón del Señor y rendirle un culto especial no es una simple devoción que se expresa en unos determinados sentimientos, sino una decisión consciente, una “elección” de una forma de vivir que hace del amor concreto, hecho de servicio y entrega, la motivación que anima todas nuestras opciones y nuestros esfuerzos por ser fieles al evangelio. Es la opción por el amor que lucha por transformar la sociedad con esa justicia que exige el mandamiento del amor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.