P.
Carlos Cardó SJ
Samuel
comenta la llamada de Dios con Elí, óleo sobre lienzo de John Singleton Copley
(1780), Museo de Arte Wadsworth Atheneum,
Hartford, Connecticut, Estados Unidos
|
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "¿Acaso se enciende una vela para meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se ha ocultado, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga".Siguió hablándoles y les dijo: "Pongan atención a lo que están oyendo. La misma medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes, y con creces. Al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará".
El ser luz puede ser la conclusión de la parábola del sembrador:
cuando la semilla-Palabra cae en tierra buena, produce fruto y lo oculto y
secreto de la semilla-Palabra ha de
hacerse público y notorio. La identidad cristiana cuando está asimilada se deja
ver, se trasluce, resalta. Cristo es la luz, es quien ilumina y damos su luz.
¿Acaso
se trae una lámpara para cubrirla con una vasija o ponerla debajo de la cama? ¿No
es para ponerla sobre el candelero? En alto, que todos
los vean. Responsabilidad grande es el impacto que producimos. Pensemos qué
debemos hacer para que la palabra se transmita de modo creíble, sea respetada,
tenida en cuenta.
No es buscar sobresalir, brillar, hacernos ver. Jesús advierte:
“Cuidado con practicar las buenas obras para ser vistos por la gente…, no vayas
pregonándolo como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para
que los alaben los hombres” (Mt 6, 1-2).
Seamos con sencillez lo que debemos ser: auténticos, con identidad clara y
manifiesta. No se puede esconder la
identidad. Y la identidad brillará; es consecuencia.
Nada
hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a conocerse. Jesús
es luz, pero oculta, como semilla en tierra. En medio de dificultades se recibe
y acoge la luz, misterio del Señor y del reino.
Por
eso pongan atención a cómo escuchan. Si escuchamos
con atención, descubrimos el sentido de la palabra y la luz en medio de la
realidad oscura. Lo oculto queda al descubierto. En la medida de nuestra fe,
sabemos escuchar y se nos da el conocimiento del misterio. Quien tiene
capacidad de escucha recibirá más y más luz. Pero a quien no sabe escuchar se
le quitará aun lo que tiene, en el sentido de que no será capaz de acoger el
don que se le ofrece y lo perderá por no saber acogerlo.
El pueblo judío no aceptó la
plenitud de la revelación en Jesucristo, no tuvo fe; por ello lo que tenía
(elección, alianza, obras maravillosas en su favor, promesa), lo perdió. En
cambio los seguidores de Jesús, aun los paganos, tuvieron fe y recibieron el
don de lo alto.
Lámpara
para mis pasos es tu palabra, luz en mi camino (Sal
119, 105).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.