P.
Carlos Cardó SJ
Condenación
y salvación, óleo sobre lienzo de Lucas Cranach el Viejo (1529), Galería
Nacional de Praga, Checoslovaquia
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Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano».
En la base del consejo de Jesús de no juzgar al prójimo está el
presupuesto de que no hay nadie sin defecto y todos, sin embargo, son mirados
con misericordia por Dios. Así mira el Padre del cielo a sus hijos e hijas y
por ello envió a su Hijo al mundo no para condenar sino para salvar. Por eso, porque
Dios perdona siempre, porque es fiel hasta el fin a su ser padre, hay que
aprender a perdonar. La condena del prójimo no debe salir nunca de la boca del
cristiano porque Jesús nunca profirió amenazas ni condenó a nadie.
En efecto, juzgar a los demás es una contradicción. Traiciona el
evangelio quien conoce sus valores pero, en vez de aplicárselos, los manipula
para criticar, juzgar y condenar a otros. La moral, entonces, en vez de orientar
la conducta causa daño, porque no se tienen en cuenta sus principios para
regirse a sí mismo, sino para atacar al prójimo, vengarse, expresar celos y
envidias, desahogar rencores y resentimientos.
¡Hipócrita,
saca primero la viga de tu ojos y entonces podrás ver para sacar la paja del
ojo de tu hermano! A la crítica y habladuría malsana,
que enarbola la verdad y los valores morales para atacar a los demás hasta
quitarles su honor, se debe imponer la autocrítica. Ella me hará descubrir mi
falta de misericordia, librará mi ojo malo de la viga que lo ciega y me hará
capaz de valorar al otro, acogerlo, dialogar y ayudarlo a sacar la paja que
tiene en su ojo. Se trata de dejarle a Dios el puesto que le corresponde. No
pretender sustituirlo, haciéndome juez de vivos y muertos.
Hipócrita
no significa en primer lugar falsedad o mentira; hace referencia al personaje
del teatro griego que respondía al coro. En el leguaje del evangelio es la
pretensión del fariseo que busca su propia gloria, ambiciona los primeros lugares,
ser el centro, y desde allí juzga y desprecia a los que considera pecadores.
Pues bien, ante Dios todos somos pecadores y publicanos.
Corregir al que yerra es
una obra de misericordia; debe, por tanto, practicarse como tal,
misericordiosamente, haciéndole sentir al otro que es aceptado por mí, así como
yo soy aceptado a pesar de mis defectos. Sólo entonces la corrección es
fraterna y puede ser eficaz. De lo contrario, puede degenerar en conflicto y endurecer
más al otro en su error o mala conducta. La corrección fraterna es la que
comienza por curar el propio ojo con que se ve, para poder ayudar sincera y misericordiosamente
al prójimo en su curación. Hay que
erradicar primero de uno mis
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