domingo, 1 de mayo de 2022

Homilía del III Domingo de Pascua – Aparición a los discípulos en Tiberíades (Jn 21, 1-19)

 P. Carlos Cardó SJ

Tercera aparición de Cristo, óleo sobre lienzo de Aelbrecht Bouts (1500 aprox.), Museo M, Lovaina, Bélgica

Después de esto, nuevamente se apareció Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se hizo presente como sigue: Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar».
Contestaron: «Vamos también nosotros contigo».
Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo que comer?».
Le contestaron: «Nada».Entonces Jesús les dijo: «Echen la red a la derecha y encontrarán pesca».
Echaron la red, y no tenían fuerzas para recogerla por la gran cantidad de peces. El discípulo de Jesús al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el Señor».
Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca -de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces. Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar».
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y no se rompió la red a pesar de que hubiera tantos.
Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar».
Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados. Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?».
Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas».
Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero».
Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras».
Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme».

Estaban juntos. El Resucitado se hace presente en la comunidad. Siete, el número de los reunidos, simboliza totalidad, alude a la universalidad que ha de caracterizar a la Iglesia. Se menciona a Pedro, que, a pesar de las negaciones, sigue siendo el apóstol destinado a pastorear a la comunidad. Su autoridad ha de estar inspirada por el amor al Señor (10, 1-18), buen pastor, y a sus ovejas, que deben ser tratadas como hermanos y amigos (15,14s).

Voy a pescar, dice Pedro. Es la misión de la comunidad. “Los he destinado para que vayan y den fruto”. La iniciativa de Pedro arrastra.

Salieron, pero aquella noche no pescaron nada. Sin el Señor, y de noche, la labor es infecunda: porque sin mí, no pueden hacer nada, les había dicho (15,5). El trabajo sin unión a Jesús no rinde. Ni siquiera saben dónde echar la red. El Señor se lo dirá y recogerán fruto abundante.

Cuando amaneció. Jesucristo es la luz del mundo, la aurora del sol que nace de lo alto. Pero ellos, concentrados en su esfuerzo, no reconocen al Señor.

Muchachos, hijitos (13,33), les dice con afecto personal. ¿Tienen pescado? Ellos responden secamente: No, mostrando toda su decepción.  

Echen la red a la derecha. El fruto que logren se debe a la docilidad a las palabras de Jesús, a su mensaje.

Muchedumbre de peces. La abundante pesca simboliza la entera comunidad de fieles, reunidos por la predicación y esfuerzos apostólicos en la Iglesia. Y a pesar de ser tantos los ganados para Cristo, la red de la Iglesia no se rompe, porque cuenta con las promesas de Jesús (17,21-24).

La pesca concluye con una invitación del Resucitado a una comida, que por la forma como está narrada es una alusión clara a la eucaristía. “Vengan a comer”. El evangelista Juan quiere hacernos conscientes de la presencia permanente de Jesucristo Resucitado en el banquete de la eucaristía (Jesús la explica en su discurso sobre del Pan de Vida, en el cap.6). En ella está presente el Señor. Participar en la eucaristía, aceptar el don de Jesús, implica el compromiso del discípulo a asimilarse a la vida y muerte del Señor. Es el sentido del diálogo con Pedro que sigue a continuación.

*Simón de Juan, ¿me amas más que éstos? Jesús le pregunta si puede aducir la única razón por la cual podría justificar su pretensión de ser el primero: un amor mayor que el de los demás. Pedro no podría afirmarlo, ha negado a su Señor. Por eso evita toda comparación y simplemente expresa su cariño de amigo. Señor, sí, tú sabes que te quiero. Ya no queda nada de su pretensión y obstinación anterior. Ha aprendido que el amor a Jesús se demuestra no con declaraciones de fidelidad, sino mostrándose disponible a servir como él hasta dar la vida (14,21: “El que ha hecho suyos mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama”).  

Jesús le dice: Apacienta mis corderos. Hace ver a Pedro que su amistad sólo es auténtica si se entrega a dar y promover la vida de los demás. Apacentar, procurar pasto, significa alimentar, colaborar con Jesús en dar vida a sus corderos y ovejas, es decir, a todo el rebaño, a los pequeños y a los grandes, sin discriminación basada en la importancia (o en todo caso, primero los pequeños).

*Le preguntó de nuevo: Simón de Juan... y la respuesta de Pedro es la misma; afirma su vinculación a Jesús como amigo y se remite a su saber. Jesús le dice pastorea mis ovejas, asociando al discípulo a su oficio de buen pastor, que se entrega por las ovejas.

*Por tercera vez le preguntó: Simón de Juan ¿me quieres? Pedro advierte que le pregunta por tercera vez porque tres veces lo negó, y se entristece, se mueve a una rectificación total. Pedro había seguido al Señor como quien vive sometido a un jefe. Lo que le pide Jesús es la adhesión que da libertad, porque se basa no en la subordinación sino en la amistad. Pedro ha de tener esto para dar su respuesta, que será la definitiva.  Ahora ve que no puede tener secretos para Jesús y que éste conoce perfectamente la calidad de su adhesión. Por eso dice: Señor, tú lo sabes todo…

Y Jesús con sus palabras, Apacienta mis ovejas, sintetiza las dos invitaciones anteriores, moviendo a Pedro a considerar como misión suya el hacer que los hermanos encuentren vida. Pero para esto, tendrá que estar dispuesto a entregar su propia vida. Por eso añade Jesús: Cuando eras joven…ibas donde querías, cuando seas viejo otros te ceñirán y llevarán donde no quieras ir. Le predice con ello que su destino será dar su vida en la cruz como él. Dicho esto, añadió: Sígueme. Pedro inicia o recomienza su discipulado, sigue los pasos de Jesús en su vida y en su muerte.

En la eucaristía, el Señor resucitado se nos hace presente. Traemos nuestro pan y nuestro vino, pero Él es nuestro anfitrión. Confluyen la iniciativa divina y la acción humana. Comer su cuerpo y beber su sangre nos compromete a asimilarnos a Él, en su vida y en su misión de dar vida

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