P. Carlos Cardó SJ
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz.
Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños".
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia".
La parábola del Buen Pastor condensa
el modo de proceder de Jesús en su relación con los demás: en todo momento se
esforzó por unir a las personas, hacerles sentir el amor de su Padre para que
se trataran fraternalmente, por encima de toda diferencia natural, social o
cultural. Su amor es universal, abarca también a las otras ovejas que no son
de este redil. Y como el mismo evangelio de Juan señala más adelante, Jesús
moriría por toda la nación y no solamente por la nación judía, sino para
conseguir la unión de todos los hijos de Dios que estaban dispersos (11,51s).
Ser pastor, para
Jesús, consiste en manifestar el amor que Dios su Padre tiene a todos y a cada
uno de los seres humanos, sin distinción, pero mostrando al mismo tiempo una
especial solicitud por las ovejas débiles y descarriadas. La parábola de la oveja
perdida que traen los otros evangelistas (Mt 18,12-14; Lc 15,4-7) hace
ver, precisamente, de qué manera, en el comportamiento de Jesús con los pobres,
con los pecadores y con los excluidos, se refleja el deseo irrenunciable
de Dios de salir en busca de lo que está perdido para que no se pierda ninguno
de sus hijos e hijas. Este Dios expresa una gran alegría en el cielo cuando los
descarriados y excluidos son integrados realmente y pueden vivir en la
comunidad el amor que Él les tiene.
Vista en
dimensión eclesial, la parábola del Pastor recuerda a la comunidad de los
cristianos que tiene el deber de hacer visible el estilo de Dios como Jesús lo
ha manifestado y subraya la responsabilidad de sus autoridades de promover la
integración de los “pequeños” y de los débiles. Jesús es el pastor que nunca
lucra con el rebaño. Él conoce a sus ovejas y éstas lo conocen a Él y lo
siguen, porque saben que está dispuesto a todo por ellas, incluso a dar su
propia vida para que tengan vida.
La convivencia
social necesita de personas que velen por los intereses de todos. No se les
llama pastores, como en la antigüedad grecolatina, sino líderes, jefes,
representantes y, mediante la ley, se les asignan y controlan los poderes que
se les delegan. Estas personas saben bien que la autoridad les viene por
delegación, que no hay otra forma válida de asumirla y que en su ejercicio debe
primar siempre el derecho y la justicia. Lo contrario significa suplantar a la
sociedad que los elige, disponer de las personas, decidir sin contar con ellas
y aun contra ellas, en una palabra, llevar la sociedad por los trágicos caminos
del autoritarismo y de la corrupción moral. La historia está llena de las
tragedias que todo esto ha producido a lo largo de los siglos. Pero la sociedad
no puede dejar de aspirar a contar con verdaderos servidores de la comunidad.
La visión
fraterna, la actitud de servicio y el respeto son componentes esenciales de la
vida cristiana; más aún, son la manera de vivir humanamente en sociedad.
Los valores del evangelio nos hacen
salir de la cultura de la violencia, de la ambición y del libertinaje, a la
cultura de la paz, del respeto a todos y de la responsabilidad social
solidaria.
Todos somos pastores, todos ejercemos alguna autoridad y disponemos, mandamos, enseñamos. Desde el padre y la
madre de familia, hasta el empresario, el jefe de sección, el político,
cualquiera que sea el nivel de cada uno, siempre ejercemos algún influjo en un
círculo de personas. Jesús Pastor nos enseña a superar errores y hacer más
humana nuestra vida. Hay que aprender de Él. Sus actitudes han de inspirar el ejercicio del servicio de autoridad que
nos toca cumplir.
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