P. Carlos Cardó SJ
En aquel tiempo Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayan a tierra de gentiles, ni entren en las ciudades de Samaria, sino vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que el reino de los cielos está cerca".
Jesús
llamó a sus doce discípulos. Quiere
prolongarse en el mundo por medio de ellos. Serán sus enviados (apóstoles),
representantes suyos; por eso les da los mismos poderes que tenía: expulsar
espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Hay, pues, una clara intención de señalar
la continuidad entre la misión de Jesús y la de los Doce. La autoridad que les
transmite y el envío a realizar la obra que Él hacía, determinan lo que va a
ser la actividad de su Iglesia, allí representada como en su núcleo original.
Jesús elige a doce. El
número corresponde a las doce tribus de Israel. Corresponde al nuevo pueblo de
Dios, de los últimos tiempos, el Israel fiel que Jesús quiere congregar a
partir de este germen inicial de doce galileos desconocidos y pobres. Pero así es
el estilo de Dios, que actúa siempre en la debilidad y pequeñez, para sacar
fuerza de lo débil, de modo que nadie se atribuya el éxito de la obra que Él
realiza.
Es además un grupo heterogéneo. Se menciona primero a Simón Pedro y
a los otros tres –Andrés, hermano de Pedro y los hijos de Zebedeo, Juan y
Santiago– cuyo llamamiento ha narrado ya Mateo en 4, 18-22, y que trabajaban en
el lago de Galilea porque eran pescadores.
De cinco de ellos no se dice nada: Felipe, Bartolomé, Tomás,
Santiago hijo de Alfeo, y Tadeo. En el
caso de Mateo, se menciona su oficio, probablemente por la extrañeza que causó
que hubiese un publicano en el grupo. Hay un Simón apodado Cananeo, que no
significa natural de Caná sino fanático, probablemente por pertenecer al grupo
de los celotas. Y finalmente se menciona a Judas el traidor, con el apelativo gentilicio
de Iscariote, que significa hombre de Ischaria
o de Ischaris.
Todos son simples pescadores y artesanos de una de las regiones
más deprimidas y olvidadas de Palestina. Ningún funcionario notable, ni escriba
docto, ni acomodado terrateniente o comerciante de la zona. Viendo cómo la obra
del Señor se continúa por medio de los creyentes, San Pablo dirá a los
cristianos de Corinto: Fíjense, hermanos,
a quiénes los llamó Dios: no a muchos intelectuales, ni a muchos poderosos, ni
a muchos de buena familia…; lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar
a lo fuerte… de modo que ningún mortal pueda gloriarse ante Dios (1 Cor
1,26-29).
Así, a ese grupo de gente insignificante Jesús los reviste de poder para expulsar espíritus impuros y
curar toda enfermedad y dolencia. Los reviste con su poder y autoridad para
que realicen en la historia los signos concretos de la venida del reino. Al
Mesías le sucederá la comunidad mesiánica, pero Él seguirá presente,
comunicándole su poder para enfrentar y vencer al mal que actúa en el mundo. La
eficacia de su acción liberadora se verá en la lucha contra los “espíritus
inmundos” que tienen que ver con todo aquello que perturba, oprime y empobrece
la vida humana.
La misión de Jesús, confiada a los apóstoles, es universal, pero Jesús
reconoce el rol que le corresponde a Israel dentro del plan de salvación de
Dios. Por eso los envía primero a los judíos. No transiten por regiones de paganos ni entren en los pueblos de
Samaria. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Los hijos de Abraham, herederos de la promesa, son el pueblo que Dios se
escogió para anunciar a todas las naciones su ofrecimiento de salvación. Pero
se ha mostrado infiel a su vocación y no ha querido escuchar la voz de los
profetas que insistentemente lo han llamado a restablecer su alianza con Dios.
A ese pueblo Jesús quiere hacerle ver que el tiempo se ha cumplido
y pueden aún convertirse a Dios creyendo en su Enviado y en la buena noticia
que les trae. Pero el pueblo judío lo rechazará. Por eso, en adelante, el
pequeño germen de los doce apóstoles dará origen al nuevo Israel de la nueva alianza.
Ellos serán los encargados de propagar el mensaje de Jesús, el evangelio del
reino, con sus palabras y sus signos, que ellos continúan, y con su presencia,
que los guía. Por eso les dirá: El que los
recibe a ustedes, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a quien me
envió (Mt 10, 40, cf. 28, 16-20).
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