P. Carlos Cardó SJ
Al salir, los fariseos planearon la manera de acabar con él. Jesús lo supo y se alejó de allí, pero muchas personas lo siguieron, y él sanó a cuantos estaban enfermos. Pero les pedía insistentemente que no hablaran de él.
Así debían cumplirse las palabras del profeta Isaías: Viene mi siervo, mi elegido, el Amado, en quien me he complacido. Pondré mi Espíritu sobre él, para que anuncie mis juicios a las naciones. No discutirá, ni gritará, ni se oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña resquebrajada ni apagará la mecha que todavía humea, hasta que haga triunfar la justicia. Las naciones pondrán su esperanza en su Nombre.
Jesús ha declarado algo que los judíos no pueden admitir: que Él está por encima de la ley de
la santificación del sábado, y que las leyes están al servicio de las personas,
no al revés. Para corroborar su enseñanza ha curado en sábado a un pobre hombre
que tenía una mano atrofiada. Cuando está de por medio el bien, la vida de una
persona, Jesús no duda en dejar de lado la ley del descanso sabático.
Entonces,
dice el texto de Mateo, los
fariseos se pusieron a planear el modo de acabar con él. Jesús lo supo y se
alejó de allí. Sabe actuar con valentía y prudencia. Evita el conflicto. Ya
llegará la hora en que lo enfrentará, cuando sea inevitable, y asumirá
voluntariamente las consecuencias. Jesús no lucha con nadie, no ataca ni se
impone; hace el bien a todos, sirve a todos y a todos perdona. No rivaliza, sino
que se pone a servir a los demás.
Frente a los poderes injustos que le atacan, Él se sitúa en la
falta de poder y desde allí pone de manifiesto la verdad de sus motivaciones y
el poder de Dios que triunfa en la debilidad. Enfrenta y vence al mal con la
fuerza del bien. En Jesús se frena la dinámica de la violencia, porque Él no
devuelve mal por mal. Jesús, pues, se oculta por prudencia, pero su obra
continúa. Oculta es eficaz, con la eficacia del grano de trigo caído en la
tierra.
A pesar de la hostilidad de las autoridades judías contra Él, dice
el evangelio que lo siguieron muchos.
Son los débiles y necesitados, que andan como ovejas sin pastor. Son los
cansados y agobiados, a quienes promete alivio y reposo. Y los sanó a todos. La salud que Él ofrece alcanza a todos.
Así
se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi siervo, el elegido… El
evangelista Mateo ve en la actitud de Jesús para con los pobres y pecadores la
realización de la profecía contenida en el Primer cántico del Siervo de Yahvé
del capítulo 42 de Isaías. Jesús se identifica con el destino del Siervo. Es el
elegido, por ser el Hijo amado en
quien el Padre se complace. Reivindica parea sí la plena posesión del Espíritu
divino (Cf. Lc 4, 18-21; Is 61, 1-2).
Jesús Siervo no discute ni es violento; no pelea ni se impone; no
constriñe ni domina; no emplea medios espectaculares para sojuzgar, no basa la
eficacia de su mensaje en la fuerza de la propaganda, aunque lo que Él diga en
secreto haya que decirlo desde las azoteas. Atento a las personas, es manso y
humilde para esperar el tiempo propicio de cada uno, mostrándose entre tanto
comprensivo de sus fragilidades y de sus incertidumbres. Hace triunfar sobre la
tierra la justicia-santidad de Dios y en Él ponen su esperanza todos los
pueblos.
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