P. Carlos Cardó SJ
Jesús levantó la mirada y vio a unos ricos que depositaban sus ofrendas en el arca del tesoro del Templo. Vio también a una viuda muy pobre que echaba dos moneditas. Entonces dijo:
«En verdad les digo que esa viuda sin recursos ha echado más que todos ellos, porque estos otros han dado de lo que les sobra, mientras que ella, no teniendo recursos, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Junto con los huérfanos, las
viudas son en la Biblia el estamento social más pobre y necesitado. Dependen de
los demás para poder subsistir. Dios las auxilia y escucha. Por eso se le
alaba: Padre de huérfanos y defensor de
viudas es el Señor en su santa morada (Sal 68, 6). El hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra su amor al
extranjero dándole pan y vestido (Dt 10,18). Tan clara es esta actitud de
Dios para con los necesitados, que el comportamiento moral propuesto por los profetas
como característico de la religión judía se resumía en esto: Juzguen con rectitud y justicia; practiquen
el amor y la misericordia unos con otros. No opriman a la viuda, al huérfano,
al extranjero o al pobre, y no tramen nada malo contra el prójimo (Zac 7,
10).
Por eso Jesús ha censurado
duramente a los escribas, maestros de la ley, porque cometen una abominación
que Dios no soporta: devoran los bienes
de las viudas con el pretexto de largas oraciones y por eso tendrán un juicio
muy riguroso (Lc 20, 47). Se refiere a las sumas de dinero que los fieles
les daban, suponiendo que ofrecerían largas oraciones por ellos; y también a
otra serie de acciones que cometían, como por ejemplo: asesoraban judicialmente
a las viudas y les exigían estipendios aunque estaba prohibido; actuaban como
fideicomisos para administrar el patrimonio que les dejaban sus maridos y las
defraudaban; se hacían hospedar e invitar por ellas sin tener en cuenta sus
escasos recursos.
Después de ese discurso, Jesús –como
señala el evangelio de Marcos– fue a sentarse frente a la Sala del Tesoro del
templo y vio cómo muchos ricos echaban cantidades considerables en las arcas. De
pronto observó algo que ni sus oyentes ni sus discípulos habían percibido: el
contraste entre los ricos que echaban de lo que les sobraba y una viuda pobre que
había depositado apenas unas moneditas, pero era todo lo que tenía para vivir.
Jesús pondera la fe de la viuda,
puesta de manifiesto en la generosidad con que actúa, pero, además, dado el acento
social con que escribe el evangelista Lucas, se puede suponer que critica con
esas mismas palabras al injusto sistema de recolección de fondos para el templo,
que significaba una carga para la modesta economía del pueblo y podía conducir
a la ruina a algunos, como aquella pobre viuda. Indudablemente la confianza con
que esta mujer se abandona en las manos de Dios se contrapone diametralmente
con la autosuficiencia de los ricos, que se limitan a dar únicamente de lo que
les sobra y muchas veces para lograr el público reconocimiento.
Aquella viuda se convierte en
modelo de evangelio vivo y figura del mismo Jesús, de quien dirá Pablo que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre para
enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8, 9). Él no tuvo dónde reclinar la cabeza
pero no dudó en soportar fatigas y molestias para servir a los demás, aun
quedándose sin tiempo para comer. Su generosidad fue espléndida, sin límites,
como puede comprobarse en las acciones que realizaba en favor de las multitudes
hambrientas y de los enfermos. Y después de una vida de servicio culminó su
obra en el mundo con la entrega de su vida en la cruz.
Los discípulos están advertidos:
las instituciones religiosas pueden pervertirse cuando los métodos que emplean
no tienen en cuenta la situación real de las personas y las obligaciones
impuestas resultan gravosas a los pequeños y a los débiles. Y está también la
lección que se debe sacar de esa pobre mujer, que con su gesto de generosidad y
confianza en Dios, se yergue como la maestra que enseña a todos la lección más
importante del evangelio.
El mensaje cristiano se transmite principalmente
por el ejemplo y testimonio de las personas que lo viven. Por eso muchas veces
los pobres nos evangelizan y liberan a la Iglesia de todo intento de poder y de
abundancia.
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