P. Carlos Cardó SJ
El bautismo de Cristo,
óleo sobre lienzo de Andrea del Verrocchio (1472-75), Galería Uffizi,
Florencia, Italia
|
Juan predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo". En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."
Jesús es llamado Cristo, es decir, el Mesías que Israel esperaba, y que había sido prometido a toda la humanidad por boca de los profetas. El último de ellos, Juan Bautista, en quien se cierra el Antiguo Testamento y la larga espera del Salvador, es el mensaje enviado para preparar su inminente venida: Mira, yo envío mi mensajero delante de ti para preparar tu camino (Mal 3,1).
Juan Bautista señala al que ha de venir y remite a sus oyentes a la actuación
del Mesías que ya está en medio de su pueblo. No duda en subrayar que Jesús está
por encima de él, tanto que no se siente digno de desatarle la correa de sus
sandalias, y confiesa la condición mesiánica de Jesús al afirmar que el
bautismo con agua que él ofrece no es nada en comparación con el bautismo en el
Espíritu Santo que Jesús traerá.
Atestigua, pues, que Jesús es el prometido libertador,
descendiente del linaje de David, sobre quien reposará el espíritu del Señor, espíritu
de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de
ciencia y de respeto al Señor (Is 11, 1-2).
Jesús mismo reivindicará parea sí la posesión plena del Espíritu
divino, presentándose como el ungido para establecer el reino de
justicia, conforme a las profecías de Isaías sobre el Siervo de Yahvé (Is 42, 1; 61, 1-3). Un mundo viejo está
por terminar y uno nuevo va a nacer. Juan está en el umbral, señala la entrada
que consiste en la conversión o cambio de mente y actitudes.
Con ese encuadre, Marcos presenta de manera sumamente escueta el
bautismo de Jesús: Por aquellos días
llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Probablemente este relato
circulaba entre las comunidades cristianas antes de que se escribieran los
evangelios. Y es seguro que narra un hecho histórico, no inventado, puesto que
debió ser muy difícil para los primeros cristianos aceptar, por una parte, que
Jesus se había hecho bautizar por Juan, lo cual significa haberse sometido a
él, y, por otra parte, haberse puesto como un pecador, ya que el bautismo de
Juan era de conversión para el perdón de
los pecados (1, 4).
Se trata, además, de un hecho especialmente significativo, razón
por la cual los tres evangelistas sinópticos lo traen y el cuarto evangelio,
aunque no lo cuenta, pone en labios del Bautista una frase que hace suponer que
se conocía la tradición del bautismo de Jesús: Juan dio testimonio diciendo: Yo he visto que el Espíritu descendía del
cielo como una paloma y permanecía sobre él (Jn 1,33).
En el texto de Marcos, el bautismo de Jesús aparece al inicio del
evangelio y sirve de ángulo de mira para entender la finalidad especial que
tiene este evangelio: ayudar a conocer quién es Jesús. En el Jordán, se nos
dice que Jesús es el Mesías, el Cristo, ungido por el Espíritu, y el Hijo amado
de Dios, en quien Dios su Padre se
complace.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.