P. Carlos Cardó SJ
Jesús y el paralítico de Cafarnaúm, mosaico de autor
anónimo (siglo VI), Basílica de San Apolinar en Classe, Rávena, Italia
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Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?".
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados le dijo al paralítico: yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".
La fama de
Jesús se extendió por toda la Galilea (1,28)
y la gente acudía a él (1,45),
llevándole sus enfermos para que los curase. A la casa a la que llega, acuden
tantos que ya nadie puede acercarse a Jesús. Aparece de pronto un paralítico llevado
entre cuatro. Como no pueden entrar se las ingenian y abren un boquete en el
techo para hacer descender por allí al enfermo y ponerlo a los pies de Jesús.
Había allí
sentados unos maestros de la ley, estos profesionales de la religión, expertos
en interpretar la Palabra de Dios, resultarán siendo los verdaderos
paralíticos. Viven inmovilizados en los conocimientos que han adquirido, no
quieren cambiar, no aceptan la presencia de Dios que les habla en Jesús.
Por su parte,
el paralítico y sus amigos, que no tienen nombre ni dicen una palabra, aparecen
en el texto de Marcos como figuras representativas. El paralítico personifica a
aquellos que no pueden moverse por sus medios, han perdido su libertad de
movimientos y yacen como muertos. Sus amigos simbolizan a quienes se esfuerzan
por superar las dificultades que impiden llegar hasta Jesús. Jesús les alaba su
fe: la confianza en Dios que demuestran. Ambas actitudes, la del paralítico y
la de sus amigos, pueden darse en una misma persona. En mí.
Asimismo, la
curación física y el perdón de los pecados podrían representar las dos caras de
una misma moneda. La parálisis física alude a la invalidez que padece el
espíritu humano cuando pesa sobre él un pasado vergonzoso, una vida desordenada,
una culpa no resuelta. Por el perdón, el pecado pierde su carga mortífera y el
hombre puede rehacer su vida, construirse una existencia reconciliada con Dios,
con los demás y consigo mismo.
Las palabras
de Jesús, Tus pecados te quedan
perdonados, chocan con la mentalidad de los maestros de la ley. Se
revuelven en sus asientos, pero no hablan, no se atreven a decir lo que piensan;
juzgan y condenan en su interior, eso sí. Reflejan el efecto que tienen en las
personas las ideologías, las doctrinas inducidas, las formas erróneas de pensar
que se difunden y llegan a formar una conciencia colectiva. Las mentes de estas
personas quedan condicionadas, como programadas para pensar sólo en una
dirección. No piden explicaciones, sólo juzgan y condenan lo diferente, porque
lo que han introyectado no se cuestiona y lo que no concuerda con su modo de
pensar es blasfemia, como ofensa a
Dios.
En el caso de
los maestros de la ley, ellos saben bien que el poder de perdonar pecados es
atributo de Dios solo. Pueden dirigirse a Él y pedírselo, pero nadie puede
estar seguro de haber quedado libre de su culpa. Pero he aquí que Jesús se
atreve a darle al paralítico esta seguridad: sus palabras le aseguran la cancelación
de sus culpas, como sólo Dios podía hablarle.
Esto es lo
que les escandaliza. Interpretan el gesto de Jesús como una pretensión
insoportable. A sus ojos, Jesús usurpa el poder divino, insinúa que Dios está
en Él y que sus palabras son del mismo Dios.
Jesús intuye
lo que están pensando. Los reprende y defiende su posición. La argumentación es
clara: quien es capaz de levantar a un paralítico, de hacerle cargar su camilla
y de enviarlo caminando a su casa, demuestra que puede hacer “lo más difícil”
porque Dios está con Él. Por tanto, tiene también poder de dar a la persona una
nueva vida. Curarlo de la parálisis y liberarlo de la carga de su pasado son
los dos efectos de la obra liberadora que Jesús realiza por el Espíritu que
habita en Él.
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