P. Carlos Cardó, SJ
Concierto de aves, óleo sobre
lienzo de Frans
Snyders (1629-1630), Museo del Prado, Madrid
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos".
El texto forma parte de las instrucciones que dio Jesús a sus
discípulos antes de enviarlos a predicar. Los exhorta a no tener miedo (vv. 26.28.31) y a estar
dispuestos a dar testimonio de Él y del evangelio (vv.32-33).
Jesús
es consciente de que la misión que les confía les produce miedo. Ya en el Antiguo
Testamento, (en los relatos de vocación), los llamados por Dios perciben
enseguida las dificultades de la tarea y buscan escabullirse. Moisés, elegido
para liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto, le replica a Dios: ¿Y quién
soy yo para acudir al Faraón o para sacar a los israelitas de Egipto? Yo no
tengo facilidad de palabra... soy torpe de palabra y de lengua (Ex 3,11, 4,10).
De
manera parecida reaccionan los jueces (Gedeón:
Jue 6,15) y los profetas (Jeremías: Jr 1,6). Por
su parte, los discípulos de Jesús saben que, por predicar con libertad,
Juan Bautista ha sido decapitado por Herodes (Mt 14,1-12). Ven además que el mismo Jesús, aunque logre
el aplauso de la gente sencilla, choca con los dirigentes. Tienen, pues, miedo
a predicar: no todos los van a recibir bien (10,14), son enviados como ovejas en medio de
lobos, los van a perseguir… (10,16-25).
En este
contexto, Jesús les repite tres veces: No tengan miedo a anunciar el
evangelio, a decir en voz alta lo que les ha dicho al oído, a la luz del día lo
que les ha enseñado de noche, y desde lo alto de las azoteas lo que les ha
comunicado en secreto. ¿Y el miedo a la persecución? Tampoco, porque aunque
puedan acabar con su vida corporal, no pueden arrebatarles la vida del
espíritu. Y nunca deben olvidar que, por encima de todos los poderes del mundo,
hay un Dios, Padre de todos, en cuyas manos providentes están hasta los
gorriones, que se venden en el mercado por unos céntimos. Y sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita el
Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. No
teman, pues ustedes valen más que todos los pajaritos juntos.
Queda
claro que el seguimiento de Jesús implica empeñar la vida, sin cálculos ni
restricciones. Quien dice sí a Jesús y asume la misión que Él le confía sabe
que puede correr riesgos, incluso se le puede arrebatar el “cuerpo”, pero no la
“vida”.
El
cuerpo no es la vida; viene de la tierra y vuelve a la tierra. La vida que nada
ni nadie puede matar es el Espíritu. El problema, por tanto, no es salvar el
cuerpo, sino cómo vivir nuestra vida corporal, temporal, con amor filial y
fraterno, con honestidad y rectitud, pues en esto consiste la vida verdadera.
Quien no vive así, está ya muerto. Esta manera de pensar brota de la convicción
de que el evangelio y los valores del Reino, valen más que la vida y llevan
consigo justicia y felicidad para todos. Se sostiene, además, en la confianza
en las palabras del Señor que aseguran el cuidado paternal con que Dios vela sobre
cada persona humana. La pasión por la vida y por la persona, así como la pasión
por Dios y el evangelio son los dinamismos que permiten al cristiano afrontar
sin temor los riesgos de la fe.
Jesús
reclama un seguimiento incondicional, no a medias, no acomodado. Ponerse de
parte de Jesús ante los hombres exige fidelidad sin tacha, y eso nos asegura
que Jesús se pondrá de nuestra parte ante el Padre del cielo. Si alguno está de mi parte ante los hombres,
también yo estaré de su parte en presencia de mi Padre que está en los cielos;
pero a quien me niegue ante los hombres, yo también lo negaré en presencia de
mi Padre que está en los cielos.
Ponerse
de parte del Señor es confiar en Él y transmitir su mensaje con la palabra y
con la vida, pues la palabra sin la vida es inadmisible, y la vida sin la
palabra es incomprensible. Decía el Beato John Henry Newman: “Quien haya tenido
un encuentro con Cristo no podrá vivir en adelante como si ese encuentro no
hubiera sucedido”. Y esto vale también para la Iglesia que tiene que
acostumbrarse a perder sus miedos, por arraigados y persistentes que sean. El
Papa Francisco no ceja en su empeño por dinamizarla para que no actúe pensando
únicamente en la supervivencia y seguridad de sus instituciones. Obrando así,
se mete la luz bajo el celemín y se hace insípida la sal.
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