P. Carlos Cardó SJ
Cierto día la gente se agolpaba alrededor de Jesús para escuchar la palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. En eso vio dos barcas amarradas al borde del lago; los pescadores habían bajado y lavaban las redes. Subió a una de las barcas, que era la de Simón, y le pidió que se alejara un poco de la orilla; luego se sentó y empezó a enseñar a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar».
Simón respondió: «Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no pescamos nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes».
Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron tanto las dos barcas, que por poco se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrodilló ante Jesús, diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Pues tanto él como sus ayudantes se habían quedado sin palabras por la pesca que acababan de hacer. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: «No temas; en adelante serás pescador de hombres». En seguida llevaron sus barcas a tierra, lo dejaron todo y siguieron a Jesús.
Lucas pone el llamamiento de los discípulos al comienzo de la actividad
pública de Jesús. Esto hace pensar que lo primero de todo en la vida cristiana
es sentirse llamados. La fe cristiana, en efecto, no consiste únicamente en
asimilar intelectualmente una doctrina o adoptar una actitud moral. Jesús llama
a seguirlo, es decir, a aceptarlo como guía, a imitar su modo de ser y proceder
y a estar dispuesto a colaborar con Él, entregando lo que uno es y lo que uno
tiene. La identificación con Él puede llegar hasta poder decir con San Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive mí
(Gal 2,20).
El pasaje tiene contenido eclesial. La barca con Jesús y los
apóstoles simboliza a la Iglesia. Desde ella Jesús predica, de ella baja para
sanar a los enfermos, en ella atraviesa el lago de Galilea con sus discípulos
y, cuando Él no está, la barca zozobra zarandeada por los vientos y las olas.
La barca no puede estar sin Jesús; cuando eso ocurre la envuelve la oscuridad
de la noche y queda expuesta a la tempestad.
Y puede ocurrir también que Jesús esté en ella pero como ausente,
dormido en el cabezal, y ellos tengan miedo porque su fe es escasa. Hay aquí
una invitación a reconocer a Cristo en
la Iglesia tal como es: comunidad de pecadores, solidaridad de
debilidades. En la Iglesia aparece lo que somos y lo que Él hace por nosotros:
nos congrega, sana y alimenta, nos hace comunidad abierta a los que sufren, y a
ellos nos envía para repetir sus gestos, signos de su reino.
Los
pescadores estaban lavando las redes. La llamada
se recibe en la vida ordinaria. No hay que imaginarse cosas extraordinarias. El
Señor nos habla en nuestra propia Galilea, en nuestra vida cotidiana, por
profana o prosaica que nos parezca: mientras se está pescando como Simón y sus
compañeros, o se está contando dinero como Mateo en su mesa de recaudador de
impuestos. Incluso se puede estar haciendo cosas contra Cristo y contra los
cristianos, como hacía Saulo. Hagamos lo que hagamos, llega a nosotros su
palabra que nos cambia, desvelando nuestra verdad más profunda.
Dice Jesús a Pedro: - Rema
mar adentro y echa las redes para pescar. Han pasado una mala noche de
fatiga inútil. La orden de Jesús a pescadores profesionales podría parecerles
ofensiva; ellos saben cuándo y dónde se echa la red, por eso su respuesta: Maestro toda la noche nos la hemos pasado bregando sin pescar nada… La
noche simboliza la ausencia de Jesús. Sin el Señor, la actividad es infecunda. Porque
sin mí, no pueden hacer nada (Jn 15,5).
También resulta así cuando sólo se confía en los propios medios y
habilidades. Ellos serán muy diestros pescadores, pero el hecho es que no saben
dónde echar la red en esas circunstancias. Tendrán que aprender a no confiar sólo
en sí mismos. Pronto revelarán su impotencia para la tarea que el Señor les va
a encomendar. Cuando, como Pedro, reconozcan que es el Señor quien hace crecer
y fructificar, entonces producirán frutos. Sobre
tu palabra echaré la red. Sólo con los medios de que dispone, no podrá
obtener los resultados que se esperan; basándose en la palabra del Señor,
confiando en ella y obrando como ella enseña, el cristiano y la comunidad
pueden estar seguros del fruto de su empeño.
Capturaron
gran cantidad de peces… La abundante pesca, expuesta de
forma enigmática por el empleo del término multitud,
alude a la entera comunidad de fieles, reunidos por medio de la predicación
y de los esfuerzos apostólicos. Y a pesar de ser tantos los ganados para la
causa de Cristo en la Iglesia, la red no se rompe, porque cuenta con las
promesas de Jesús
Al
ver esto Simón Pedro se postró a los pies de Jesús diciendo: -Apártate de mí,
Señor, que soy un pecador. Ante la magnitud del favor
recibido, Pedro reconoce su propia condición de pecador. La magnanimidad del
Señor le lleva a apreciar su propia pequeñez. Expresa su gratitud en forma de
deseo de conversión y de perdón.
-No
temas, desde ahora serás pescador de hombres,
le dice Jesús. La comunidad,
representada por Pedro, recibe la llamada a la misión. En la pesca está
prefigurada la misión que se inicia en Galilea y que ha de llegar hasta el
confín del mundo.
Ellos,
dejándolo todo, lo siguieron.
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