P. Carlos Cardó SJ
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado.
Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: "Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga".
Jesús se puso en marcha con ellos. Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y si le digo a uno: '¡Ve!', va; a otro: '¡Ven!', y viene; y a mi criado: '¡Haz esto!', y lo hace".
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande".
Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.
Este pasaje viene después del
discurso de Jesús a sus discípulos. Se puede suponer que la intención del
evangelista Lucas al ponerlo aquí es la de hacer ver la eficacia de la palabra
de Jesús para confiar en ella por encima de todo.
Jesús ha anunciado la buena
noticia de la salvación para los pobres; la acción que va a realizar ahora será
un signo de que la salvación prometida ha comenzado ya a manifestarse. Ha
transmitido una serie de principios que tienen que ver con el amor universal,
incluso a los enemigos, con la apertura y solidaridad, el respeto mutuo y el
perdón; todo ello como contenido práctico de la fe en Él y del modo de vivir como
verdadero discípulo suyo.
Ahora, todos esos valores y
principios normativos aparecerán en el diálogo de Jesús con los enviados de un
oficial pagano, en la fe humilde y confiada de éste, en la curación que Jesús
va a realizar como respuesta a la fe del pagano, y en el proponer a éste como
modelo de creyente para los discípulos y para todo Israel.
Lucas, a diferencia de Mateo (cf. Mt 8, 5), presenta al oficial romano como
un benefactor de los judíos de Cafarnaum, para quienes ha construido la
sinagoga. Se trata, pues, de una persona que, aunque no pertenezca al pueblo
escogido de Israel, hace el bien y reconoce la autoridad de Jesús como enviado
de Dios. Pero lo que más resalta en él es la actitud de humildad y de confianza
absoluta: Señor, no te molestes, yo no
soy digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a presentarme
personalmente a ti; pero basta una palabra tuya para que mi criado quede sano.
Es un militar que tiene soldados a sus órdenes, pero reconoce la superioridad
de la autoridad de Jesús.
Frente a ésta y al poder de su
palabra con el que puede vencer a la enfermedad, aun sin hacerse presente, la autoridad
del oficial no es nada: Yo no soy más que
un subalterno…, dice. La conclusión del pasaje es el asombro que le causa a
Jesús esa actitud del pagano y que le lleva a afirmar: Les digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.
La comunidad cristiana que
conservó este relato vio claramente en el oficial romano el modelo y camino a
seguir para creer verdaderamente en Jesús y hacer efectivo el poder de su
palabra en sus vidas. El oficial confió que Jesús podía curar a su criado,
reconoció que era el enviado de Dios y que obraba con su autoridad, se situó
ante Él sin pretensión alguna, sintiéndose pequeño frente a la autoridad de
Jesús, y le manifestó una adhesión que fue más allá del favor que esperaba
obtener. Se podría decir, entonces, que el verdadero “milagro”, es decir, lo
que más admiración causa, es este hombre pagano que viene a la fe.
La versión más antigua de este
pasaje es la que consigna Mateo en su evangelio (8, 5-13). Lucas posteriormente
la modifica un poco para poner con mayor énfasis la idea de la universalidad
del mensaje cristiano y de la llamada de todos los pueblos a la fe y a la salvación. El oficial romano
de Cafarnaum es presentado como el modelo de los no judíos que reciben la
invitación y entran a la comunidad eclesial de los que creen en Jesucristo. Por
su parte los cristianos pueden aprender la fe y humildad del oficial y la
acogida misericordiosa de Jesús a él y a todos sin distinción.
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