P. Carlos Cardó SJ
Como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, los judíos pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con Jesús. Pero al llegar a él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Los
símbolos se acumulan en este fragmento de Juan, que contempla el cuerpo de
Cristo en la cruz.
Se dieron cuenta de que ya había
muerto. Los Santos Padres comparan la muerte de Jesús al sueño de Adán.
Del costado de Adán sale Eva; del costado de Jesús, la Iglesia-Madre. «La
primera mujer fue formada del costado del varón dormido, y se la llamó Vida y
Madre de los vivientes (Gn 2, 22; 3, 20).
El segundo Adán, inclinando la cabeza, se durmió en la cruz para que de allí le
fuese formada una esposa, salida del costado del que dormía» (San Agustín. Del
Evangelio de Juan, 120.2). Este es el símbolo general, del que se derivan
los demás.
Era
costumbre acelerar la muerte de los crucificados rompiéndoles los huesos de las
rodillas. Como Jesús ya estaba muerto, no le hicieron eso. Juan ve allí el
cumplimiento de una profecía referente al cordero pascual. No le romperán ninguno de sus huesos (Ex 12,46) había establecido
Moisés para el rito de la comida del cordero en la pascua. Con mirada de fe, Juan
descubre que Jesús es el verdadero cordero que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29) y cuyo cuerpo –pan de vida– se
nos da como alimento.
Asimismo,
el simbolismo del paso liberador de Dios, celebrado en la pascua judía, halla
su significado pleno en la nueva pascua, en el paso de Cristo de este mundo a
la gloria del Padre, que obtiene la liberación plena para todos los que, por la
fe, se adhieren a Él y lo siguen.
Uno de los soldados le atravesó el
costado con una lanza y al punto brotó sangre y agua.
San Juan Crisóstomo presenta así el simbolismo del agua y de la sangre: «Primero
quiero que mires el lugar desde donde va a manar y la fuente de la cual va a
brotar [...]. El origen fue el costado del Señor. Porque muerto ya Jesús, pero
suspendido aún en la cruz, se acercó un soldado, le hirió el costado de una
lanzada, y de allí brotó agua y sangre. El agua fue símbolo del bautismo: la
sangre lo fue de la eucaristía» (Catequesis,
3, 13-19).
El
agua y la sangre que brotan del costado del Salvador son los símbolos de la
vida bautismal y eucarística de los miembros del cuerpo eclesial de Cristo. A
través de ellos, el agua viva, el Espíritu, riega y vivifica el cuerpo de
Cristo, hace nacer, alimenta y guía a la Iglesia, lugar de la vida de los
creyentes. Es verdad que la Iglesia celebra, “hace” los sacramentos, pero
también es verdad que los sacramentos, sobre todo el bautismo y la eucaristía,
“hacen” a la Iglesia. Los sacramentos no son sólo “signos sagrados”, sino los
símbolos eficaces de los que Cristo resucitado se vale para abrir el espacio
de su Iglesia y habitar en ella por su Espíritu.
Mirarán
al que traspasaron es la otra profecía que Juan ve
realizada en la lanzada del soldado que abre el costado de Jesús. En el texto
de Zacarías la frase: Mirarán al que
traspasaron, y harán duelo por él como se hace duelo por el hijo único… (Ez
12, 10), habla de un pastor a quien los habitantes de Jerusalén dieron muerte,
cometiendo un crimen del que luego se arrepentirán. A partir del evangelio de
Juan, los cristianos hallaron aquí, como en el cántico del Siervo de Yahvé de
Isaías 53, un anticipo certero del acontecimiento de la muerte de Cristo y de
la apertura de su costado.
Por eso, el cristiano vive mirando en dirección al costado abierto
del Señor que revela su Corazón, el centro íntimo de su persona, lo más nuclear
en ella: su amor salvador. En el corazón la persona se revela, es lo que más nos
la da conocer. Aplicado a Jesús, el símbolo del corazón designa –en bella
expresión de Karl Rahner– la revelación primera de lo que Jesús es y de lo que
Dios hizo en Él por nosotros, la “protopalabra”
de la que surge todo conocimiento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.