P. Carlos Cardó SJ
Muchos de los discípulos que lo oyeron comentaban: "Este discurso es bien duro: ¿quién podrá escucharlo? ".
Jesús, conociendo por dentro que los discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué será cuando vean a este Hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Pero hay algunos de ustedes que no creen" -desde el comienzo sabía Jesús quiénes no creían y quién lo iba a traicionar-. Y añadió: "Por eso les he dicho que nadie puede acudir a mí si el Padre no se lo concede".
Desde entonces muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. Así que Jesús dijo a los Doce: "¿También ustedes quieren marcharse?".
Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién iremos? Tú dices palabras de Vida Eterna. Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios".
Las
palabras de Jesús sobre la necesidad de comer su cuerpo y beber su sangre para
tener vida plena han escandalizado a sus oyentes judíos y han chocado también con
la incomprensión de sus propios discípulos. Éstos han quedado desilusionados al
ver que la conducta de su Maestro no correspondía a lo que ellos esperaban del
mesías.
La
insinuación que les ha hecho de que el final de su obra consistirá en la entrega
de su persona en una muerte sangrienta les ha resultado insoportable. No podían
imaginar un amor que llega a la entrega de la propia vida. Y lo que les resulta
más temible aún es que con sus palabras “comer su carne y beber su sangre”,
Jesús les advierte que ellos también están llamados a hacer suya esa actitud de
entrega, si es verdad que creen en Él y lo siguen. Entonces se produce la deserción. Muchos de los
discípulos abandonan a Jesús, protestando: Este
lenguaje es inadmisible, ¿quién puede admitirlo?
En
esos momentos, Jesús, que conoce el interior de cada hombre y es consciente de
la situación, se vuelve a sus más íntimos, a los Doce, y les hace ver que ha
llegado la hora de la verdad, tienen que decidir si aceptan o rechazan su
oferta: ¿También ustedes quieren irse?
Como
en otras ocasiones, Pedro toma la palabra. Su respuesta contiene una profesión
de fe y quedará para siempre como el recurso de todo creyente que, en su camino
de fe, experimente como los discípulos la dificultad de creer, el desánimo en
el compromiso cristiano, la sensación de estar probado por encima de sus
fuerzas. Entonces, como Pedro, el discípulo se rendirá a su Señor con una
confianza absoluta: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Sólo Tú tienes palabras
de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por
Dios. La confianza de Pedro en su Señor se basa en la convicción, que
resuelve toda duda e inseguridad, de que sólo la forma de vida que Jesús ofrece
dignifica la existencia, porque en Él se muestra la santidad a la que todos
estamos llamados.
Lo
que aconteció en la comunidad de los Doce acontece también en nuestra vida
personal y en nuestra comunidad. Llega un momento en que la crisis se hace
presente y no hay más remedio que optar y asirse con la más entera confianza a
ese amor incondicional e infalible de Dios por nosotros que se nos ha revelado
en Jesús, la persona más digna de confianza, autor y perfeccionador de nuestra
fe (Hebr 12, 2). Y sea cual sea la dificultad
o crisis por la que pasemos, surgirá de nosotros la confianza de Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes
palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de
Dios.
Venir
a la Eucaristía, recibir en ella el cuerpo del Señor, nos compromete a hacer sentir
a todos aquellos con quienes tratamos la confianza que nos da la entrega de
Jesucristo por nosotros. En un mundo afectado cada vez más por la desconfianza
en las relaciones interpersonales, la eucaristía nos compromete a crear
espacios en los que sea posible confiar por la credibilidad que todos procuran
con su vida coherente, honesta y virtuosa. La eucaristía hace que la Iglesia
sea realmente un recinto de verdad y de
amor, de libertad, de justicia y de paz para que todos encuentren en ella un
motivo para seguir confiando.
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