P.
Carlos Cardó SJ
La
petición de la madre de los hijos de Zebedeo, óleo sobre tabla de Peter
Pietersz (1600 aprox.), Museo de Bellas Artes de Dunkerque, FranciaEn aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición.Él le preguntó: "¿Qué deseas?".Ella respondió: "Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino".Pero Jesús replicó: "No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?".Ellos contestaron: "Sí podemos".Aparecen aquí dos lógicas en conflicto: por un lado, la lógica del mundo que ha influido en la mente de los discípulos y que los lleva a procurar el poder y el dominio, y, por otro lado, la lógica de Hijo del hombre que le lleva a seguir un camino del amor y del servicio, y no se detiene ni ante las injurias, la persecución y la muerte. La lógica de la cruz supone un cambio radical del sistema de valores imperante. Jesús, siendo el primero, se pone a servir a los demás, dando ejemplo de la verdadera grandeza.
Y él les dijo: "Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado".Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos".
Él nos invita a pasar de la perspectiva de quien busca a toda
costa rangos, categorías y cargos de poder, a la perspectiva de quien busca ser
solidario y servir mejor. La persona encuentra su verdadero valor no en lo que
posee, sino en su actitud de amor y servicio a ejemplo de Jesús.
La buena fama y reputación son un derecho de toda persona humana.
Perderlas significa una forma de muerte social. Por eso, el deseo de
reconocimiento y de prestigio es connatural al ser humano. Sin embargo, cuando
estos valores se convierten en absolutos, hasta el punto de hacer que la
persona los busque como la motivación más importante de sus acciones reducen la
propia existencia a una esclavitud y dependencia de la idea que los demás
tengan de ella, a un culto a la imagen que se convierte en la idolatría del yo y
puede llevarlo a la hipocresía de aparentar lo que no es para obtener
aprobación y prestigio.
Naturalmente se olvida del modo como Dios lo acepta. Olvida también que la
vanagloria pierde a la persona en sus aparentes y transitorias victorias,
mientras que el amor desinteresado, que mueve a pensar en los demás, le obtiene
la verdadera gloria. Jesús desvela nuestra verdad, que consiste en ser como el
Hijo, para quien la victoria consiste en amar, servir y dar la vida.
Dice el texto que la madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo,
pide a Jesús: Manda que estos dos hijos
míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda. En la versión de
Marcos son los mismos hijos los que piden: Maestro,
queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte (Mc 10, 35). En todo caso es la misma forma de pedir que empleamos
con frecuencia en nuestra oración.
Queremos que Dios haga lo que nosotros queremos, que su voluntad
se adapte a la nuestra; en vez de ir nosotros a Dios, queremos que Él venga a nuestros
intereses. Jesús en Getsemaní da el ejemplo supremo: No se haga mi voluntad sino la tuya. Además, la madre de los
Zebedeos puede pedir algo que para ella es bueno, la cercanía de sus hijos a
Jesús en su reino; pero ignora que su reino se realizará en la cruz, cuando
aparezca con toda su gloria de Hijo amado del Padre que ama a sus hermanos
hasta dar la vida por ellos.
San Juan Crisóstomo comenta este pasaje (Homilías sobre Mateo, n. 65)
y dice: Jesús procura sacar a la madre de los Zebedeos y a sus
discípulos de las ilusiones que se han forjado, diciéndoles que deben
estar dispuestos a sufrir injurias, persecuciones y aun muerte: No saben lo que piden. ¿Pueden beber el
cáliz que yo voy a beber? Que nadie se extrañe de ver a los apóstoles con
actitudes tan imperfectas. Hay que esperar que el misterio de la cruz se les revele,
que la fuerza del Espíritu Santo les sea comunicada. Si quieres ver el valor de
sus almas, míralos más tarde, y los verás superiores a todas las debilidades
humanas. Jesús no oculta las debilidades y pequeñez de sus discípulos para que
veas aquello que llegarán a ser después, por el poder de la gracia que los
transformará…
Observa bien que no les pregunta directamente: «¿Van a ser capaces
ustedes de derramar su propia sangre?». Para alentarlos, les propone compartir
su cáliz, beber de su copa, es decir, vivir en comunión con Él… Mas tarde
podrás ver al mismo San Juan, que ahora sólo busca el primer puesto, cederle el
puesto a San Pedro… En cuanto a Santiago, su apostolado no duró mucho tiempo. Con
fervor ardiente, despreciando totalmente los intereses puramente humanos, demostró
un celo tan grande que mereció ser el primer mártir entre los apóstoles (Hech 12, 2).
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