P.
Carlos Cardó SJ
Crucifixión
de San Pedro, óleo sobre lienzo de Sebastián Bourdon (1643), Catedral Notre
Dame, París, Francia
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Miren que los envío como ovejas en medio de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos como la paloma ¡Cuídense de los hombres! A ustedes los arrastrarán ante sus consejos, y los azotarán en sus sinagogas. Ustedes incluso serán llevados ante gobernantes y reyes por causa mía, y tendrán que dar testimonio ante ellos y los pueblos paganos. Cuando sean arrestados, no se preocupen por lo que van a decir, ni cómo han de hablar. Llegado ese momento, se les comunicará lo que tengan que decir. Pues no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre el que hablará en ustedes. Un hermano denunciará a su hermano para que lo maten, y el padre a su hijo, y los hijos se sublevarán contra sus padres y los matarán. Ustedes serán odiados por todos por causa mía, pero el que se mantenga firme hasta el fin, ése se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. En verdad les digo: no terminarán de recorrer todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre."
Yo
los envío como ovejas en medio de lobos. El
discípulo queda asociado al destino del Cordero. Siervo inocente soportó sobre
sí la violencia del mal y, sin devolverlo, venció al mal. Siervo golpeado por
nuestras iniquidades y traspasado por nuestros delitos, sufrió nuestros
sufrimientos y cargó con nuestras maldades (Is
53, 7). Así quiso Dios realizar la salvación del mundo y así había
simbolizado el profeta la venida del salvador. Jesús asumió libremente este
destino por el mismo amor con que el Padre amaba al mundo.
Identificados con su Señor, los discípulos de Jesús han de estar
dispuestos a asumir el mismo destino de su Maestro, se sentirán ellos también
rechazados y hostigados como ovejas en medio de lobos. Y habrán de andar con
prudencia y sencillez. Prudentes, no
con la astucia que engaña sino con la inteligencia con que se disciernen los
engaños y peligros, para no exponerse al mal. Sencillos también para confiar siempre en el auxilio del Señor que
no les faltará, sobre todo cuando haya que afrontar el mal inevitable.
Este fue el modo de proceder de Jesús, que será también lo
característico de la multitud de testigos suyos que lo seguirán (Hebr 12,1), dispuestos a identificarse
con Él en su estilo de vida y también en una muerte como la suya. Recordarán
que la suerte del Maestro ha de ser la del discípulo y si lo persiguieron a Él,
a ellos también los perseguirán (Jn 15,20).
Los
entregarán a los tribunales… como hicieron con Él. Los que
intentan apagar la verdad con la injusticia no soportarán su forma de ser que
contradice radicalmente lo que ellos viven. El justo con su sola presencia
desenmascara la mentira del corrupto, que, al no poder hacerlo callar, querrá
hacerlo desaparecer de su vista.
Así darán ustedes testimonio,
anunció Jesús. El martirio significa
testimonio. La sangre derramada del discípulo sella como supremo testimonio su
determinación de vivir hasta el final los valores que el Maestro transmitió.
Con su martirio también, el testigo fiel demuestra que esos valores por los
cuales ha vivido, valen más que la vida.
Por eso puede morir en paz, seguro de que el Espíritu hablará en su favor.
En el peligro, no le arrebatará ningún espíritu de miedo o de egoísmo, de
odio o de violencia, sino el Espíritu de Dios, espíritu de amor que actúa en
los corazones, e infunde el coraje (¡mucho más fuerte y eficaz que el de la
venganza!) para perdonar incluso a los que lo persiguen.
El espíritu del mundo, espíritu de injusticia y de conflicto,
seguirá extendiendo su influjo aparentemente invencible. Por Él, el hermano entregará al hermano a la muerte;
se levantarán los hijos contra los padres y los matarán… La falta de moral
ataca las raíces de la vida, destruye la convivencia, mata los afectos y los
sentimientos. Pero el Espíritu de Cristo se abre paso y asegura la victoria
porque ya la anticipó y desplegó para siempre al resucitar a Jesús de entre los
muertos. El amor es más fuerte.
Quien se mantiene en esta fe que vence al mundo, ese se salvará.
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