lunes, 27 de julio de 2020

El grano de mostaza y la levadura (Mt 13, 31-35)

P. Carlos Cardó SJ
Parábola de la semilla de mostaza, ilustración de Jan Luyken (1685) para la Biblia del Navegante, Museo Belgrave Hall Leicester, Inglaterra
Jesús les propuso otra parábola: "Aquí tienen una figura del Reino de los Cielos: el grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece, se hace más grande que las plantas de huerto. Es como un árbol, de modo que las aves vienen a posarse en sus ramas".Jesús les contó otra parábola: "Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: la levadura que toma una mujer y la introduce en tres medidas de harina. Al final, toda la masa fermenta!".
El anuncio del reinado de Dios, tema principal de la predicación Jesús, suscitó una gran expectativa de la gente y de sus propios discípulos, que creyeron poder participar de su triunfo, como ellos lo imaginaban. Pero pronto observaron que no había nada glorioso en la persona y modo de proceder de Jesús; se situaba, más bien, fuera de las esferas de poder político y religioso y realizaba su obra en aldeas y pequeñas ciudades de la región pobre de Galilea. Muchos se desilusionaron y le dieron la espalda. No era el mesías que ellos esperaban. Frente a esta reacción de la gente, Jesús toma posición clara y la expresa con esta parábola.
Compara el reino de Dios a la semilla de mostaza, que, siendo pequeñísima puede llegar a medir dos o tres metros de altura y se cuenta entre las mayores hortalizas. Los oyentes de Jesús que pensaban el reinado de Dios como el triunfo de Israel sobre sus enemigos y como el restablecimiento de la monarquía de David, pensarían quizá en la imagen de un árbol frondoso y no en la de una pequeña semilla. De hecho así aparece en Ez 17,22-24: Dice el Señor: Tomaré la copa de un cedro y de la punta de sus ramas un tallo y lo plantaré en un monte elevado; lo plantaré en un monte alto de Israel, y echará ramas y dará frutos y se hará cedro magnifico. Toda clase de pájaros anidarán en él.
Evidentemente, en la parábola Jesús habla de su propia actividad. El reino que Él anuncia se hace presente con las curaciones de enfermos y los signos que realiza para sanar los corazones afligidos, no con la movilización de los ejércitos celestiales y el derrocamiento de los romanos. Este comienzo nada grandioso tendrá un desarrollo  inesperado. Jesús invita a la confianza y a un cambio de mentalidad.
El señorío de Dios ha comenzado con Él y se están viviendo ya los tiempos mesiánicos. Sin embargo, es como una realidad que no ha desplegado aún toda su potencialidad y riqueza. Es una semilla plantada, una realidad incipiente, apenas perceptible, pero que irá creciendo y sólo al final alcanzará su plenitud. Ahora, su presencia está como escondida, es pobre, parcial e imperfecta, pero entre el presente y el futuro último hay una continuidad fundamental irreversible.
La justicia, la paz y todos los bienes prometidos se van realizando de manera parcial pero segura, como garantía de la esperanza, en la pobreza de la predicación de Jesús y de sus discípulos. En ella, como en el granito de mostaza, está contenida la grandeza del arbusto.
Desde otra perspectiva, la pequeñez de la semilla hace pensar en Cristo, grano caído en tierra. En Él se cumple el designio de Dios y su modo de ser y de actuar: un Dios que se abaja hasta aparecer en la pequeñez de nuestra carne, en la indefensión del niño nacido en Belén. No cabe desilusión alguna. Se impone un cambio de mente para comprender el misterio de un mesías pobre y humilde y de su reino que viene de su misma debilidad. Es una invitación a entrar por los caminos de Dios, por la lógica de su reino: según la cual, el mayor es quien se ha hecho el más pequeño de todos (Lc 9,48; 22,26ss). Toda la esperanza cristiana como espera del futuro tiene su fundamento y justificación en el obrar de Dios en la persona y palabra de Jesús.
Muy similar a la anterior, la parábola de la levadura contiene el mismo mensaje: la semilla y la pequeña porción de levadura muestran la fuerza transformadora que tiene la persona y predicación de Cristo para instaurar en el mundo el reinado de Dios. Lo que se destaca es que la levadura se oculta en la harina, pero hace fermentar calladamente toda la masa. Así ocurre con el reinado de Dios: se desarrolla ocultamente en un proceso incesante hasta su plenitud.
En la persona y acción de Jesús, sin el esplendor triunfal que se esperaba del mesías, despunta el germen de la realeza de Dios y el nacimiento de una nueva humanidad liberada. Dios se pierde, se oculta, se mezcla hasta cargar con la debilidad y el pecado de la humanidad en su Hijo entregado. Tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades (Is 53, 4; Mt 8,17). Cristo se ha hecho para nosotros levadura (Gal 3,13; 2Cor 5,21), cordero que carga el mal de este mundo (Jn 1,29).
Deber de los cristianos es descubrir y transmitir la verdad oculta (10, 26s; cf. 5, 13-16). Así harán fermentar el mundo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.