P.
Carlos Cardó SJ
Pescadores
transportando sus redes en el mar, óleo sobre lienzo montado en cartón de
Georges Jean-Marie Haquette (siglo XIX), colección privada Hanover, Alemania
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Jesús les dijo: "Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: una red que se ha echado al mar y que recoge peces de todas clases. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan, escogen los peces buenos y los echan en canastos, y tiran los que no sirven. Así pasará al final de los tiempos: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los buenos, y los arrojarán al horno ardiente. Allí será el llorar y el rechinar de dientes".Preguntó Jesús: "¿Han entendido ustedes todas estas cosas?".Ellos le respondieron: "Sí".Entonces Jesús dijo: "Está bien: cuando un maestro en religión ha sido instruido sobre el Reino de los Cielos, se parece a un padre de familia que siempre saca de sus armarios cosas nuevas y viejas".Cuando Jesús terminó estas parábolas, se marchó de allí, se dirigió a su ciudad y se puso a enseñarles en su sinagoga.
La red estará llena cuando la historia alcance la meta de la
instauración del reino de Dios. Entonces y sólo entonces se hará la selección y
Cristo presentará a todos a su Padre. Hoy es el tiempo de la pesca y de la
indulgencia. El futuro es el tiempo del juicio, en el que seremos medidos según
la misericordia con que hayamos actuado. Por su parte, el Señor espera pacientemente
que nos convirtamos y no niega a nadie su tiempo oportuno.
¿Han
entendido todas estas cosas? “Entender” es fundamental en la
vida del discípulo. Continuamente Jesús llama la atención de los suyos para que
entiendan y denuncia la falta de entendimiento que muestran los fariseos y
escribas por la dureza de su corazón. Además, sabemos que el “entender” propio
de la fe no es sólo una operación racional sino que abraza y compromete a toda
la persona transformándola desde el corazón. Por eso el entender es condición
para dar frutos.
De manera concreta la pregunta que hace Jesús a los discípulos se
refiere a su entendimiento de las parábolas del reino y de su relación con la
vida. Los valores del reino y el modo como han de configurar un estilo de vida
propio, es el entendimiento al que está llamado todo discípulo.
Jesús mismo enseñó a entender así a sus discípulos y ellos, a
diferencia de la multitud, fueron aprendiendo a distinguir la novedad de la
realidad secreta del reino de Dios. Ahora están llamados a transmitir lo
aprendido y hacer discípulos en todos los pueblos (cf. Mt 28, 19s). Son como los nuevos maestros de la nueva y definitiva
revelación del plan de salvación de Dios que se cumple en Jesús.
El evangelista Mateo los compara a un padre de familia que
administra bien sus arcas y sabe sacar de ellas lo antiguo y lo nuevo según sea
necesario. Lo “antiguo” es la revelación contenida en el Antiguo Testamento, lo
“nuevo” es el evangelio de Jesús sobre
el reino de Dios. Los antiguos maestros se quedaban en la enseñanza de la ley y
de los profetas, pero los nuevos han recibido los secretos del Reino, “escondidos
desde el comienzo”, que enlazan con lo antiguo pero lo superan, llevándolo a
plenitud, como el mismo Jesús había dicho: No
piensen que he venido a abolir las enseñanzas de ley los profetas, no he venido
a abolirlas sino a llevarlas a cumplimiento (Mt 5, 17). Lo “nuevo” es
prioritario; pero la tarea específica de los discípulos de Jesús es la de
combinar lo “nuevo” con lo “viejo”.
Todos nos podemos ver en esos maestros de la ley que se han hecho
discípulos del reino de los cielos. A todos nos toca transmitir con
inteligencia y honestidad el contenido del tesoro que hemos recibido. La
parábola de la red hace comprender que el Señor a todos llama y capacita para
que alcancen la felicidad que andan buscando, y que apunta a la perfección de la
alegría en su reino.
Las alusiones a los nuevos maestros de la ley convertidos en
discípulos del reino de los cielos y al padre de familia que administra bien su
tesoro, señalan nuestra responsabilidad de conocer cada vez más el tesoro de nuestra fe, que es Cristo,
para amarlo más y darlo a conocer. En él
están todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col 2,3). Por
eso la fe es a la vez conocimiento y práctica, don y responsabilidad,
inspiración y descubrimiento junto con búsqueda y discernimiento.
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