P. Carlos Cardó SJ
Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar. Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al ver su fe, Jesús le dijo: "Hombre, tus pecados te son perdonados". Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: "¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados están perdonados', o 'Levántate y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa". Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: "Hoy hemos visto cosas maravillosas".
Liberación del pecado y liberación
de males temporales (enfermedad, hambre, ignorancia) van unidas en la intención
y obra de Jesús. De igual manera, la Iglesia continúa realizando esas acciones
en favor de la vida y, unida a los hombres y mujeres de buena voluntad, lucha
contra aquello que prive a las personas de posibilidades para una vida digna.
Todo esto forma parte de la evangelización.
Jesús está enseñando en una casa en la que se
ha reunido gran cantidad de gente. Unos fariseos y doctores de la ley están
allí, sentados en primera fila, observándolo para ver si encuentran algo de qué
acusarlo. Jesús no discute con ellos. Su mente está fija en las necesidades de
la pobre gente que lo rodea y quiere hacer algo por ellos. Traen a un
paralítico en su camilla. Pero no pueden acercarlo a Jesús a causa del gentío.
Entonces, los amigos que lo han traído elaboran rápidamente una estratagema:
abren un boquete en el techo y hacen descender por allí al enfermo hasta los
pies de Jesús.
Este hecho
nos puede hacer pensar: ¿qué habría que hacer para que los pobres y necesitados
se sientan cerca de Dios? La actuación de los amigos del paralítico nos recuerda
a las personas buenas que nos ayudaron cuando los necesitábamos.
El paralítico
ha llegado hasta donde podía llegar con la ayuda de los otros. Ahora todo
depende de Jesús. Pero Dios no responde mecánicamente a lo que uno quiere. Jesús
ve necesidades más profundas en el enfermo. Por eso, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: Tus pecados quedan
perdonados... Y ocurre el milagro, el más importante, “lo más difícil”: el
perdón, la regeneración para una vida nueva por el encuentro con el Hijo de
Dios.
Los fariseos saben
bien que sólo Dios puede perdonar. Pero no basta saber, hay dar el paso a la fe.
Ellos no lo dan, no se ponen bajo el influjo de Jesús para hacerse
beneficiarios de lo que Dios prometió por medio de los profetas: Esta es la alianza que haré con Israel
después de esos días… perdonaré sus iniquidades y no me acordaré de su pecado (Jer
31, 33-34).
La curación física
será el refrendo visible del poder de salvación que actúa en Jesús. La
misericordia divina se ha encarnado en Él como una misericordia que perdona.
Esta misericordia trasciende las expectativas del paralítico; confunde a los
expertos en Dios, pero permite que la gente intuya el amor salvador de Dios a
través del gesto –sobrio y sencillo en
su relato– de la curación. Dios interviene para eliminar el mal hasta en las
raíces subterráneas del pecado. El
paralítico cargó su camilla y se marchó a la vista de todos.
Los milagros no son solo un favor
concedido, ni un hecho que la ciencia no explica y va contra la física. Son signos-palabras que comunican una idea,
un significado: en Jesús obra la misericordia y poder de Dios en favor de la
vida, se hace visible su reino, que reordena el mundo y libera. ¡Levantate y anda! Nos hace andar con
dignidad, hace posible para cada uno un nuevo porvenir, un horizonte de realizaciones ilimitadas.
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