P. Carlos Cardó, SJ
Salomé con la cabeza de Juan Bautista. Óleo sobre lienzo de
Carlo Dolci (1665-1670), The Royal Collection, Reino Unido
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En aquel tiempo, Herodes había mandado apresar a Juan el Bautista y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: "No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano". Por eso Herodes lo mandó encarcelar. Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida, pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?". Su madre le contestó: "La cabeza de Juan el Bautista". Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: "Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista".El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
La muerte de Juan anticipa la de Jesús.
En su martirio, el profeta revela la verdad de la causa a la ha entregado su
vida; demuestra que hay valores que valen más que la vida.
La fama de Jesús se había extendido y el rey Herodes oyó
hablar de él. La fe se transmite por la palabra.
Pero Herodes no es capaz de alcanzarla: escucha cosas pero no las entiende y
queda confundido. Se destaca este rasgo de su personalidad: es un confundido,
voluble, influenciable. Le llegan las distintas opiniones que circulan sobre
Jesús, y él cavila: ¿será Juan Bautista a quien yo mandé matar? Respetaba a
Juan, lo tenía por santo y lo protegía, pero lo que decía lo dejaba confundido,
y al final se dejará influenciar por el qué dirán y por su mujer, y lo mandará
matar.
Pablo hablará de los que ocultan la
verdad por las cosas malas que hacen (Rom
1,18). Estas cosas malas en el caso de Herodes son su escandalosa unión con
la mujer de su hermano, la opulencia que exhibe en su corte y el despotismo con
que gobierna.
¡No te es lícito tener la mujer de tu hermano!, le había dicho Juan. Por
eso Herodías lo odiaba y quería matarlo, pero no podía. Los corruptos
sienten como una amenaza a todo aquel que les hace ver su delito. Al no hallar
la forma de desmentir la denuncia, querrán acabar con él, pensando que así
quedarán tranquilos. Es lo que quiere Herodías pero no puede porque el rey
respeta a Juan.
La oportunidad se presentó cuando Herodes, en su cumpleaños,
ofreció un banquete. El
banquete en la Biblia es uno de los más bellos símbolos de la unión definitiva
de Dios con sus hijos. El banquete de Herodes, en cambio, es la fiesta del
mundo, en la que la belleza y el placer, representados en la muchacha y en su
danza, ya no dan vida sino producen muerte. La mentalidad de Herodes todo lo
pervierte. Celebra el aniversario de su nacimiento dando muerte al inocente.
Por eso Jesús pondrá en guardia a sus discípulos para que no se dejen
contaminar por la levadura de los fariseos y de Herodes (Mc 8, 15), porque esa mentalidad tiene un fuerte impacto social. Se
difunde hasta hoy.
La hija de Herodías bailó y dejó
embelesados a Herodes y a los invitados. Pídeme
lo que quieras y te lo daré, le dijo el rey, y añadió: Te daré hasta la mitad de mi reino. Movido por el engaño de su
torcido corazón, o por inconsciencia o mala voluntad, el hombre se cree
obligado a cumplir sus promesas erradas. Es muy común este quedar entrampado el
sujeto en sus contradicciones.
La muchacha, instigada por su madre, le
pidió la cabeza del Bautista. La
búsqueda desordenada de la propia seguridad, del mantenimiento de la posición
adquirida y de los intereses individuales ciega el corazón de las personas y
las induce al crimen. El proceder de los tres personajes que focalizan la
escena –el rey, la hija y la madre– tipifican los horrores de muerte que causa
la corrupción en la sociedad.
La joven, sin personalidad, incapaz de
decidir por sí misma, encuentra su seguridad en endosarle a la madre la
decisión a tomar: ¿qué pido? La madre
instrumentaliza pérfidamente a su hija para lograr su cometido de mantener la
relación escandalosa con el rey. La ceguera del corazón pone el propio interés
por encima de la vida de un inocente. Y el rey, finalmente, queda entrampado en
sus propias dependencias: cegado por su sensualidad, que ha quedado incitada
por la belleza de la joven, comete la insensatez de prometerle hasta la mitad
de su reino; esclavo de su poder y prestigio, no puede desairar a la joven ni
dejar de cumplir el juramento hecho ante los convidados; sometido a su mujer,
acatará su voluntad asesina a pesar de la tristeza que siente.
Queda patéticamente contrapuesta la grandeza
de Juan Bautista, que muere por su libertad de palabra y por su fidelidad a la
misión recibida, y la bajeza de Herodes y los suyos, cuya falta de conciencia
les lleva a pisotear los valores más fundamentales.
El relato concluye con una nota de
piedad, que señala, además, el epílogo de la vida y misión del Bautista : vinieron sus discípulos, recogieron su
cuerpo, le dieron sepultura…
Finalmente puede verse aludido en el
pasaje el tema de la ética política que aporta el cristianismo. El cristiano
fiel a sus principios nunca podrá dejar de tener una postura crítica frente a
las maniobras injustas de los poderosos y las actuaciones corruptas de
gobiernos en los que reinan muchas veces la hipocresía, el sometimiento servil
al gobernante y las alianzas para delinquir.
Muchos, con razón, señalan que el
delito de Juan Bautista –que se prolonga en el de muchos cristianos hoy–
consistió en no quedarse con la boca cerrada.
Nota:
Este texto evangélico fue comentado el
día 3 de febrero.
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