P.
Carlos Cardó, SJ
Paisaje
con la caída de Ícaro, óleo sobre lienzo atribuido a Pieter Brueghel el viejo
(1554-55),
Museos Reales de Bellas Artes, Bruselas, Bélgica
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre.Fíjense en un servidor fiel y prudente, a quien su amo nombró encargado de toda la servidumbre para que le proporcionara oportunamente el alimento. Dichoso ese servidor, si al regresar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que le encargará la administración de todos sus bienes.Pero si el servidor es un malvado, y pensando que su amo tardará, se pone a golpear a sus compañeros, a comer y emborracharse, vendrá su amo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará severamente y lo hará correr la misma suerte de los hipócritas. Entonces todo será llanto y desesperación".
Este texto corresponde al llamado
discurso escatológico de Jesús. En él responde a quienes le preguntan “cuándo”
será el fin del mundo. Hace ver que el “cuándo” es siempre, el tiempo de lo
cotidiano; es allí donde se realiza el juicio de Dios. En nuestra existencia de
todos los días se decide nuestro destino futuro en términos de salvación o
perdición, de estar con el Señor o estar lejos de él. La vida o la muerte
dependen de cumplir o no la palabra que el Señor nos ha dirigido: Mira que pongo delante de ti la vida y el
bien, la muerte y el mal… ¡Elige pues la vida! (Dt 30 15-20). Al final se
recoge lo que se ha sembrado.
Con una comparación y una parábola,
el texto nos hace ver en qué consiste la actitud de vigilancia. La comparación
del amo de casa que no sabe cuándo vendrá el Señor exhorta a poner cuidado para
que la muerte no sorprenda. Con imágenes propias de la cultura de su tiempo, la
parábola advierte que en lo cotidiano nos jugamos nuestra realización
definitiva o nuestro fracaso. No en acontecimientos extraordinarios, sino en
los de cada día construimos o echamos a perder nuestra morada eterna. Por
tanto, hay que estar preparados, vigilantes, en vela.
Esta actitud significa ser
consciente de que ante un acontecimiento futuro imprevisible y de carácter
decisivo para el destino de la persona, no se puede estar dormido,
despreocupado o indolente. Discernir las cosas y vigilar nos sirve para ver a
Dios con nosotros en la vida de todos los días. Quien lo busca y reconoce, con
hechos y no sólo con palabras, lo encuentra.
La parábola describe la actitud que puede asumir un empleado a
quien su jefe pone al frente de todos sus trabajadores para que los provea de
lo que necesitan. Puede cumplir bien el encargo que se le da o puede hacer de
las suyas, aprovechándose de la ausencia de su patrón. Se le ha dado una gran
responsabilidad; de él depende comportarse como es debido o sufrir las consecuencias.
Si cumple, el jefe lo premiará, promoviéndolo a administrador general de todos
sus bienes. Si no cumple, será despedido.
La descripción del castigo –con el
rigor que merecen los hipócritas–,
hace referencia probablemente a los fariseos y maestros de la ley, así como a
todos los que dicen una cosa y hacen otra, tienen una apariencia de fidelidad a
la ley pero son y actúan de manera contraria y, finalmente, no escuchan ni
cumplen la voluntad de Dios revelada en Jesucristo.
Por el tono alegórico del relato,
el amo de casa podría representar a
los dirigentes: son los que el Señor ha puesto al frente de su casa y son ellos
los primeros que han de cultivar la actitud de vigilancia, obrando con justicia
y caridad. Siervos son todos los
miembros de la comunidad cristiana. Se les exhorta a imitar a Jesús, que se
hizo siervo de todos. Ellos reciben la misma responsabilidad de servir la vida
de los demás haciendo oportunamente lo que se debe. Y deben mostrarse fieles y
vigilantes porque, de lo contrario, puede volver el Señor de improviso y quedar
ellos en una situación comprometida.
El pensamiento errado: Mi Señor tarda, puede reflejar la
situación de la Iglesia primitiva que ha dejado ya de pensar en la inminencia
del regreso de Jesús, y por ello ha perdido fervor y la relajación de costumbres ha comenzado a hacer mella en sus
comunidades. La referencia a la persona de Jesús (la memoria Iesu) y a sus enseñanzas significa una constante llamada a
la conversión de todos los miembros de la comunidad cristiana. Sólo así pueden saber
qué hacer en cada momento de su vida.
Texto como éstos, lejos de
pretender asustarnos, nos invitan a la responsabilidad con nosotros mismos. El
miedo y el sentimiento psíquico de culpabilidad no bastan para construir una
personalidad consistente, aunque en determinadas circunstancias pueden cumplir
una función orientadora de la conducta del yo.
Lo que debemos ser en todo momento
se nos muestra contemplando a Jesús. Mirarlo a Él es ver cómo se puede vivir
una vida plena. De hecho, lo que llamamos juicio de Dios
sobre nosotros no es otra cosa que el juicio práctico que hacemos ahora de
Jesús: lo aceptamos como nuestra norma de vida o lo negamos, lo servimos en los
hermanos o pasamos de largo.
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