domingo, 15 de julio de 2018

Homilía del XV Domingo del Tiempo Ordinario - Discurso de envío (Mc 6, 7-13)

P. Carlos Cardó SJ
Predicación de San Pedro, óleo sobre madera de Lorenzo Veneziano (1370 aprox.), Museo Estatal de Berlín, Alemania
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos». Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos. Cada uno de nosotros puede sentirse incluido entre los llamados. La Iglesia, comunidad que Jesús ha reunido en la persona de sus apóstoles y discípulos, y a la que pertenecemos, recibe la misma misión de su Maestro: anunciar con hechos y palabras la presencia del amor de Dios y la certeza de la salvación que esperamos (Evangelii Nuntiandi).  
Otro pasaje del mismo evangelio de Marcos dice que Jesús llamó a los que quiso… para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (3,13-14). No los envía a exponer una vasta y compleja doctrina, sino a transmitir una forma de vida, un modo de proceder. Por eso, las instrucciones que Jesús da a sus discípulos no dicen lo que tendrán que decir, sino cómo deben presentarse para reproducir el modo de ser y de proceder que han aprendido de su Maestro. Este estilo de vida se aprende en el trato con Él.
Y comenzó a enviarlos de dos en dos. Detrás de la costumbre hebrea de ir así cuando se trataba de cumplir una misión, hay un signo que Jesús quiere que transmitan. Él ha venido a reunir un nuevo pueblo de hijos e hijas de Dios. Por eso la comunidad (lo comunitario) tiene un valor fundamental en todo su mensaje. Jesús no predicaba nunca en solitario; tampoco quiso que sus discípulos lo hicieran. Sin compañía fraterna, sin colaboración en tareas y proyectos, no se puede anunciar eficazmente el evangelio.
Dice también el evangelio que Jesús les dio autoridad sobre los espíritus impuros. No se trata de fuerzas o poderes sobrenaturales, contra los cuales nada pueden hacer los hijos de Dios. Los “espíritus” a los que se refiere Jesús tienen que ver con todo lo que engaña, perturba, oprime y empobrece la vida, privándola de libertad, de dignidad, de paz. En este sentido, los discípulos de Jesús se caracterizan por ser personas que combaten contra toda forma de injusticia, desigualdad, hambre, mentira y corrupción. Esos son los espíritus inmundos que impiden que los seres humanos se realicen como auténticas personas. Y la autoridad del discípulo está precisamente en enfrentar al mal y vencerlo en nombre de Cristo con la fuerza del Espíritu. 
Les ordenó que no llevaran nada para el camino… La Iglesia como institución y cada uno de sus miembros no pueden poner como valor central de su vida los bienes materiales. Éstos son medios, no fines; y hay que aprender a usarlos o dejarlos tanto cuanto convenga a la realización de los valores del reino de Dios. Cuando se olvida esto, los bienes materiales en vez de ayudar a la tarea evangelizadora, la desvían de sus verdaderos fines, y la labor de la Iglesia se pervierte. El espíritu de gratuidad, que se demuestra en dar gratis lo que gratis se ha recibido, hace que resplandezca más la acción de lo alto. La sencillez de vida, el desinterés por el poder de este mundo, la pobreza evangélica, hacen más creíble la predicación y la acción de la Iglesia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.