P.
Carlos Cardó SJ
San
Felipe apóstol, óleo sobre lienzo de Peter Paul Rubens (1611 aprox.), Museo del
Prado, España
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Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: “No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca”.
Jesús llamó a sus doce
discípulos. Quiere prolongarse en el mundo por medio de ellos. Serán sus enviados (apóstoles), representantes suyos; por eso les da los
mismos poderes que tenía: expulsar espíritus impuros y curar toda clase de
enfermedades y dolencias. Hay,
pues, una clara intención de señalar la continuidad entre la misión de
Jesús y la de los Doce. La autoridad que les transmite y el envío a realizar la
obra que Él hacía, determinan lo que va a ser la actividad de su Iglesia, allí
representada como en su núcleo original.
Jesús elige a doce. El
número corresponde a las doce tribus de Israel. Corresponde al nuevo pueblo de
Dios, de los últimos tiempos, el Israel fiel que Jesús quiere congregar a
partir de este germen inicial de doce galileos desconocidos y pobres. Pero así es
el estilo de Dios, que actúa siempre en la debilidad y pequeñez, para sacar
fuerza de lo débil, de modo que nadie se atribuya el éxito de la obra que Él
realiza.
Es, además, un grupo heterogéneo. Se menciona primero a Simón
Pedro y a los otros tres –Andrés, hermano de Pedro y los hijos de Zebedeo, Juan
y Santiago– cuyo llamamiento ha narrado ya Mateo en 4, 18-22, y que trabajaban
en el lago de Galilea porque eran pescadores.
De cinco de ellos no se dice nada: Felipe, Bartolomé, Tomás,
Santiago hijo de Alfeo, y Tadeo. En el
caso de Mateo, se menciona su oficio, probablemente por la extrañeza que causó
que hubiese un publicano en el grupo. Hay un Simón apodado Cananeo, que no
significa natural de Caná sino fanático, probablemente por pertenecer al grupo
de los celotas. Y finalmente se menciona a Judas el traidor, con el apelativo gentilicio
de Iscariote, que significa hombre de Ischaria
o de Ischaris.
Todos son simples pescadores y artesanos de una de las regiones
más deprimidas y olvidadas de Palestina. Ningún funcionario notable, ni escriba
docto, ni acomodado terrateniente o comerciante de la zona. Viendo cómo la obra
del Señor se continúa por medio de los creyentes, San Pablo dirá a los
cristianos de Corinto: Fíjense, hermanos,
a quiénes los llamó Dios: no a muchos intelectuales, ni a muchos poderosos, ni
a muchos de buena familia…; lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar
a lo fuerte… de modo que ningún mortal pueda gloriarse ante Dios (1 Cor
1,26-29).
Así, a ese grupo de gente insignificante Jesús los reviste de poder para expulsar espíritus impuros y
curar toda enfermedad y dolencia. Los reviste con su poder y autoridad para
que realicen en la historia los signos concretos de la venida del reino. Al
Mesías le sucederá la comunidad mesiánica, pero Él seguirá presente,
comunicándole su poder para enfrentar y vencer al mal que actúa en el mundo. La
eficacia de su acción liberadora se verá en la lucha contra los “espíritus
inmundos” que tienen que ver con todo aquello que perturba, oprime y empobrece
la vida humana.
La misión de Jesús, confiada a los apóstoles, es universal, pero Jesús
reconoce el rol que le corresponde a Israel dentro del plan de salvación de
Dios. Por eso los envía primero a los judíos. No transiten por regiones de paganos ni entren en los pueblos de
Samaria. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Los hijos de Abraham, herederos de la promesa, son el pueblo que
Dios se escogió para anunciar a todas las naciones su ofrecimiento de
salvación. Pero se ha mostrado infiel a su vocación y no ha querido escuchar la
voz de los profetas que insistentemente lo han llamado a restablecer su alianza
con Dios. A ese pueblo Jesús quiere hacerle ver que el tiempo se ha cumplido y
pueden aún convertirse a Dios creyendo en su Enviado y en la buena noticia que
les trae.
Pero el pueblo judío lo rechazará. Por eso, en adelante, el
pequeño germen de los doce apóstoles dará origen al nuevo Israel de la nueva alianza.
Ellos serán los encargados de propagar el mensaje de Jesús, el evangelio del
reino, con sus palabras y sus signos, que ellos continúan, y con su presencia,
que los guía. Por eso les dirá: El que los
recibe a ustedes, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a quien me
envió (Mt 10, 40, cf. 28, 16-20).
Alabado sea NUESTRO SEÑOR ! V.J.M.J.
ResponderBorrarAmén.
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