P. Carlos Cardó SJ
Cuando Jesús vio venir a Natanael, dijo de él: «Ahí viene un verdadero israelita: éste no sabría engañar».
Natanael le preguntó: «¿Cómo me conoces?».
Jesús le respondió: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera, yo te vi».
Natanael exclamó: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le dijo: «Tú crees porque te dije que te vi bajo la higuera. Pero verás cosas aun mayores que éstas. En verdad les digo que ustedes verán los cielos abiertos y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre».
En la fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, la
liturgia propone este texto de Juan, en el que aparecen los ángeles subiendo y
bajando sobre el Hijo del hombre. Es una promesa que hace Jesús a sus discípulos
en el diálogo con Natanael y está relacionada con la visión que tuvo Jacob en
Betel (Gen 28,12). En ella, Jacob
–que después se llamará Israel– contempló una escalera que unía al cielo con la
tierra y a unos ángeles de Dios que subían y bajan por ella.
El cielo y los ángeles significan la esfera de lo divino, donde
refulge la gloria de Dios. Dicha esfera ha dejado de ser inaccesible; por
Jesús, los cielos se abren y Dios desciende para morar entre nosotros. Dios no
habita en un confín infinitamente lejano, la persona humana de Jesús nos lo ha
acercado. Es éste un tema muy querido para Juan desde el prólogo de su
evangelio. Jesús es el auténtico Betel, la casa de Dios y puerta del cielo; en
Él puede contemplarse la presencia de Dios con nosotros, en Él se manifiesta su
gloria que es plenitud de gracia y verdad; por eso Jesús es el verdadero templo
y los ángeles lo rodean.
En
los escritos bíblicos aparecen con cierta frecuencia los ángeles, seres espirituales
que cumplen de parte de Dios funciones diversas
pero complementarias. En primer lugar aparecen como mensajeros de Yahveh y tal es el significado de su nombre. En el
Génesis, el ángel transmite a Agar, la esclava, la promesa de que será madre de
una descendencia numerosa (Gen 16, 7-12),
y la protege después en el desierto para que su hijo no muera de sed (Gen 21, 18).
El
ángel del Señor detiene la mano de Abraham para que no hiera a Isaac y le
anuncia las bendiciones que le vendrán por su obediencia (Gen 22, 12. 15-18). El ángel del Señor, bajo la apariencia de una
llama de fuego que ardía en una zarza, llamó a Moisés (Ex 3, 2), dando inicio a su vocación y misión de libertador de
Israel. El nacimiento de Sansón fue anunciado por el ángel a su madre Sorá,
mujer estéril (Jue 13, 3-5), y el
profeta Elías, amenazado de muerte y desfalleciente en su huida por el desierto,
es fortalecido con el pan que le da el ángel, para poder andar su largo camino hasta
la montaña de Dios (1 Re 19, 5-8).
Otra
función que cumplen los ángeles es la de ayudar a percibir las intervenciones
de Dios en la realidad en determinados momentos históricos. Donde están ellos,
está Dios con su poder benévolo, providente y liberador. Por eso un ángel muestra
a los hebreos en el éxodo la gloria y poder de Dios (Éx 14, 19), es enviado para guardar y conducir al pueblo a la
tierra prometida (Ex 23, 20), y exterminará
a sus enemigos, los asirios (2Re 19, 35).
Pero será en el Nuevo Testamento donde el mensajero
de Dios anunciará la mayor de las maravillas de Dios en favor de la
humanidad: la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios (Lc 1, 26-38; 2, 9-12).
Finalmente,
serán los ángeles del sepulcro vacío los anunciadores del triunfo de Cristo
sobre la muerte (Lc 24, 4) y de su vida
nueva, resucitada y eterna.
Los
nombres mismos de los ángeles sugieren atributos y acciones de Dios en favor de
la humanidad. Adquieren así un perfil más personalizado y un carácter marcadamente
benévolo, son ángeles custodios, guardianes del bien y de la vida. Rafael significa Dios ha curado, o “medicina de Dios”: sana a Tobit y a Sara, acompaña
y protege a Tobías en su viaje (Tob 3;5)
y acaba presentándose como enviado de Dios, como uno de los siete ángeles que llevan
ante Dios las plegarias de los hombres (Tob
12).
Miguel,
(Mika-El) significa quién como Dios,
manifiesta su grandeza y su poder, aparece en el libro de Daniel como el protector
de Israel y príncipe de los ejércitos angélicos (Dan 10, 5ss; 12,1). Miguel vence, según el Apocalipsis, al dragón que
aparece como Satán, tentador del mundo (Ap
12, 7s). Gabriel es fuerza
de Dios, que interpreta y muestra el curso de la historia (Dan 8, 16ss; 9, 21ss; 10, 10ss). Es el
mensajero divino que anuncia el nacimiento de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1, 5-19; 26-38).
Les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios
subir y bajar sobre el Hijo del hombre, dijo Jesús
a Natanel. Por la fe sabemos que los
cielos están abiertos para nosotros. Sabemos también que la bondad y providencia
de Dios nos envuelve y protege con sus ángeles. El futuro humano está asegurado
porque el Hijo del hombre muerto en la cruz por toda la humanidad ha hecho
posible que triunfemos con Él sobre el pecado; resucitado y ascendido a los
cielos llevó consigo a la humanidad y en Él todos hemos resucitado. Nuestro
destino es estar con Él, contemplando su rostro, y en compañía de los ángeles
cantar para siempre las misericordias de Dios.
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