P.
Carlos Cardó SJ
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará en la oscuridad y tendrá la luz de la vida".
Los fariseos le dijeron a Jesús: "Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es válido".
Jesús les respondió: "Aunque yo mismo dé testimonio en mi favor, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y a dónde voy; en cambio, ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan por las apariencias. Yo no juzgo a nadie; pero si alguna vez juzgo, mi juicio es válido, porque yo no estoy solo: el Padre, que me ha enviado, está conmigo. Y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo y también el Padre, que me ha enviado, da testimonio sobre mí".
Entonces le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?".
Jesús les contestó: "Ustedes no me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre".
Estas palabras las pronunció junto al cepo de las limosnas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
El contexto de este pasaje que trae el evangelista Juan es polémico.
Los fariseos rebaten a Jesús su pretensión de ser el enviado definitivo de Dios
y le dicen que su testimonio no es digno de crédito, es inaceptable, porque es
una autoglorificación. Jesús les responde haciéndoles ver que conoce su origen
y sabe cuál es sentido verdadero de la salvación. Su testimonio está confirmado
por Dios. Por eso, falso no es lo que Él dice de sí mismo sino la acusación que
le hacen los fariseos Y los acusa de que no comprenden, son ignorantes de quién
es Dios y juzgan con criterios mundanos. La pregunta que ellos le hacen, ¿Dónde
está tu Padre?, es la prueba de que no saben ver la presencia de Dios y
su actuar en la persona e historia de Jesús.
En ese contexto, Jesús se identifica con la luz del mundo. Yo
soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá
la luz de la vida.
La luz es el primer resultado de la acción ordenadora que realiza
el Creador. El cosmos sale de ella. En el evangelio de Juan, la luz equivale hace
salir de las tinieblas, renacer; como el cosmos ordenado que sale de la
oscuridad del caos. Viendo a Cristo nacemos a nuestro ser auténtico de hijos de
Dios y hermanos entre nosotros. Nacemos de Dios, nacemos de lo alto, como le
dijo Jesús a Nicodemo (Jn 3, 3.7).
Dios es luz eterna e inextinguible, por quien vemos todo
adecuadamente, en su ser verdadero, sin error. Por eso dice el salmo 36: En ti está la fuente viva y tu luz nos hace
ver la luz… (Sal 36, 10). Jesucristo es luz gozosa de la santa gloria del
Padre celeste e inmortal luz, nos saca de las tinieblas y nos hace andar a su
luz, es la verdad que nos libra de toda mentira. Todo el cap. 8 (y el cuarto evangelio
en general) está construido sobre esta contraposición luz/tiniebla, verdad/
mentira, por Jesús o contra Jesús.
Históricamente, este capítulo parece haber sido escrito por Juan
para que su comunidad no se desaliente por las incomprensiones y hostilidades
que sufren de parte de los judíos, que los expulsan de la sinagoga y los
persiguen como herejes y subversivos. Asimismo, Juan enfrenta con su evangelio los
primeros errores que circulan sobre la verdadera identidad de Jesús: los
cristianos de tendencias gnósticas le ven como portador de un eón celeste, pero
no como verdadero Dios; los dualistas (ebionitas), afirmaban que Dios no se
había encarnado realmente, y algunos decían que había tenido un cuerpo meramente
aparente (docetas).
En cada creyente y en todas las épocas ocurren luchas interiores,
se desencadenan resistencias al mensaje cristiano, pero no hay que
desalentarse, hay que acercarse a la luz para ver con claridad. Conocer al Padre
es llegar a la luz. Para eso fue enviado Jesucristo, para dárnoslo a conocer. Quien
cree en Jesús llega a Dios, le ve como Padre, vive seguro, en amor, verdad y
libertad (que son los temas característicos del cuarto evangelio).
Lo contrario, no acoger a Jesús, no guiarse por sus enseñanzas, es
ignorancia, mentira, esclavitud y muerte.
Son palabras que nos reconfortan. Las resistencias que podemos hallar en nosotros mismos y en torno a nosotros hoy son las que la luz encontró desde el origen y seguirá enfrentando hasta el fin.
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